𝐏rologue

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—¡LUNNA!

Había escuchado montones de gritos de dolor a lo largo de mi vida, la mayoría en la batalla en la que estábamos en ese mismo momento, pero jamás, jamás ninguno había sido capaz de desgarrarme como lo había hecho ese. No fui capaz de no sucumbir en la tentación, y caí en la trampa de verme embriagada por el horrible chillido de agonía que acababa de presenciar.

Giro la cabeza hacia la izquierda en un movimiento tan brusco que podría haberme roto el cuello, y contemplo el rostro lleno de sangre de Nhèl, sus ojos avellana habían perdido la fuerza que tanto me gustaba, y me pareció encontrarme cara a cara con el sufrimiento. 

En ese momento, cuando mi adversario esquivó mi agitado movimiento de muñeca haciendo que mi espada se perdiera entre las gotas de sudor que desprendía, una hoja, negra como el carbón y recién afilada, atraviesa mi estómago. Siento como mi mandíbula se desliza hacia abajo y no soy capaz de reaccionar más que gimiendo entre dientes, pues la sensación me había dejado indefensa y abrumada. La espada había atravesado todo mi cuerpo, y no fue hasta el momento en el que salió por el centro de mi espalda en el que pude encontrar el descanso que anhelaba. 

Me precipito hacia delante clavando las rodillas en el suelo, haciendo que cargaran con todo el peso de mi cuerpo. Un chasquido abruma mis oídos, una de las rótulas acababa de despedazarse en pedazos afilados que cortaban mi carne de dentro hacia afuera, buscando la manera de salir al exterior, siempre haciendo el mayor daño posible. Me pitan los oídos, lo sé porque dejo de escuchar todo, el silencio me absorbe, y se me hace lo más acogedor del mundo. No sé que sentidos más me fallan, pero con los pocos segundos más con los que disfruto de la vista, puedo ver como el ser que había conseguido atravesar mi cuerpo con la hoja negra, se llevaba consigo la vida de un joven Voule que luchaba a mi derecha. 

No sé cuantas más vidas habían arrebatado los Dehol's, ni cuantas habían arrebatado los Voule's, pero en este momento me doy cuenta de que soy yo la que ha perdido la batalla.

—Quédate conmigo, Lunna...

Fragmentos de sonido llegan a mi cerebro de vez en cuando, no identifico de donde proceden, pero siento el calor concentrado en lo alto de mi cabeza. Unas suaves manos recorren mi pelo, acarician el borde de mi frente y después se deslizan hacia abajo. Me hacen sentirme tranquila, aunque no percibo nada más.

—Eres una Anomalía, Lunna Cartgry, y no puedes morir.

Crónicas del Pensamiento | Libro I. Andara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora