Almas Perdidas

I. Tu y mí incapacidad para avanzar.

Briana
Actualidad

Voy saliendo de la inconsciencia que me domina el cuerpo a medida que mis ojos se adaptan a la luz que llega, esa que me hace fruncir el ceño como cada mañana, esa que se filtra por la habitación danzando entre los objetos.

Estiro el cuerpo, intentando con terquedad alejar aquellas imágenes de la cabeza.

<<Llevaba un buen tiempo sin soñar aquello>>.

Giro el rostro para observar en lo que me debo centrar, mi presente. Analizo presa de pensamientos aún incoherentes, la silueta que está a mi lado: veo la piel de sus pies sin el cobijo de la manta, noto parte de los músculos relajados de las pantorrillas, de las gruesas piernas y mis ojos surcan el camino desde los pequeños glúteos hasta su espalda expuesta gracias a la posición que tiene al dormir. Me giro para verle mejor, de a poco su espalda deja de ser ancha, musculosa, para hacerse pequeña y grácil. Sus manos también pierden tamaño y su piel se aclara visiblemente. Cierro los párpados esperando borrar la imagen que me hace sentir en exceso culpable, sin embargo se aferra a mi mente, como cada que reaparece, desde hace cinco años, por lo que me entrego a ella, a su sonrisa, al lunar cerca a sus labios, a su tez blanquecina, a su cabello negro de bote, a sus ojos oscuros de tonalidades cafés, tan oscuros que asemejaban la noche, se camuflaban en ella y que a veces reflejaban una especie de galaxia.

Abro los ojos encontrando un contraste completo o casi completo. De nuevo la intranquilidad, el sentimiento de irritación mezclado con decepción hacia mí forma de avanzar poco, me llenan hasta el último poro de la piel.

Sé que soy una novia terrible al pensar en otro cuerpo, en otra alma mientras despierto al lado de quien comparte su vida conmigo. Sé que estoy mal al negarme a avanzar, sé que me hago daño, pero también soy conocedora de que es en exceso difícil librarme de ella, de su figura que por el tiempo que llevo sin verla debiese estar ya borrándose de mi psique, aunque es al revés, cuando vuelve, se hace más presente, se forja un tanto más, se lleva toda la tranquilidad que logro apilar en el lapso que me da tregua y se asienta en un rincón del pensamiento, con la delicadeza de una flor, e irónicamente, con el olor dulzón de una de estas, dejándome entre las espinas, queriendo escapar de lo que me queda de ella, no obstante carezco de fuerza.

Todo es gracias a que su alegría, su voz, su forma de ver el mundo me embistió con la fuerza de un tifón. Derribó, amoldó, me hizo creer, me elevó a pesar de que luego me dejaría a merced del viento, sin ella sosteniéndome, sin ella cerca para planear lo que llegara juntas. Lástima que no llegó nada, que no llegamos siquiera a estar juntas de verdad.

<<Llevaba un buen tiempo sin soñar aquello>>. Vuelvo a pensar, pues una cosa es que algo me la traiga a la mente mientras estoy despierta, alerta, otra muy distinta es que mi subconsciente la evoque, que me presente momentos ya vividos con ella. Que me la brinde con sus pantalones negros; rotos, con su chaqueta también oscura, de un material parecido al cuero. Que me de visiones fugaces de su rostro dulce, de la forma en la que me observaba, a veces con tanta mesura, otras sin contención.

No sé qué hacer, no sé qué maniobrar con todo lo que no pude expresarle. No tengo ni idea de qué debo procurar para dejar de torturarme con el fantasma de su boca, de su olor, de su calor.

Supongo que algún día, cuando la remembranza llena de ella llegue, no me sacudirá, no me capturará. Sólo estará, sin absorber.
Esto me hace cuestionarme si seré la única en esta situación, si el vínculo tortuoso sólo se extendió sobre mi.
La respuesta tan rotunda, la obviedad de esta me abofetea con fuerza.