II. El hechizo del primer encuentro.

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Diciembre 21 del 2017.
Briana.

Observo a la masa de personas moverse a más de cuatro metros, hasta acá llega un tanto el vapor de los cuerpos. Hay manos apretando, miradas nerviosas, otras llenas de deseo. Hay dedos inquietos que se pierden bajo la ropa, hay quienes no siguen el ritmo que se adueña del lugar y otros que lo hacen con soltura en demasía. Suspiro concentrándome en un grupo que baila cerca, en las cinco personas que se supone que conozco tan bien, en el juego de luces que se deslizan por sus cuerpos. Me pierdo un momento en un abundante cabello caoba, rizado, preguntándome por enésima vez cómo es que puede llevarlo tan largo sin morirse de calor.

- ¿Quieres bailar, princesa? -de nuevo esa camiseta azul se interpone en mi línea de visión.

<<No>>.
Sacudo la cabeza de forma lenta, viendo hacia otro lado, es la tercera vez que rechazo al hombre en esta noche. Es verdad que la vida premia a quienes insisten, sin embargo me está comenzando a cabrear.
No quiero moverme frente a ti a un son lento o rápido, no quiero que me toques o sentir tu aliento cerca. No deseo que tu cuerpo roce el mío. Solo quiero que se acabe la noche o que mis amigos se cansen para regresar de una maldita vez a la residencia.

No soy una amargada o alguien que se cree único, diferente por odiar los bares, las bebidas o lo que los demás disfrutan. Todo lo contrario, me encanta salir a festejar, el dejarme llevar por la música, es solo que estos días me he sentido en exceso hastiada de todo, de todos y al mismo tiempo anhelo hasta el más mínimo contacto con el exterior. No quiero nada y espero todo. Me alejo pretendiendo que lleguen a mi, que alguien se de cuenta de que le hago falta. Estoy en una constante diatriba entre querer algo, no saber qué es, seguirlo anhelando y sentirse estúpida por ello.
Soy una batahola de emociones contradictorias tan fuerte que me aborrezco. Deseo volver a ser esa chica a la que sólo le preocupaba aprobar, conocer de Caravaggio, y dejarse envolver por horas entre lienzos rotos, entre pinturas, barnices, brochas, camisas anchas y bragas.
Quiero dejar de esperar, dejar de sentirme vacía sin estarlo en realidad.
Soy joven, por dios y estoy pensando como una mujer mayor, destrozada por la vida. Enfoco la copa de ron a mi lado, culpándola en silencio por estar así a pesar de que sabía que el líquido cárabe no tenía qué ver. Tal vez es la crisis existencial que no tuve al salir del instituto. Tal vez es un momento extraño de introspección, o quizás es real lo de las almas, puede que tenga una y quizás es mayor, carga con mucho.
Me rio del hilo absurdo que están tomando mis pensamientos. Pretendiendo sentarme recta, encarando de nuevo al hombre o mejor dicho, viéndole los tatuajes de los antebrazos, hermosos trazos que requerían mi atención.

-No te he visto bailar en toda la noche

<<¿Y tu punto es, galán?>>.

-No deseo hacerlo -mi voz es plana, no planeo ser grosera, tampoco deseo hablar con el desconocido, estoy en todo mi derecho de tratarlo solo lo necesario, a menos que quiera más, que me de cuenta de que requiero algo de él o con él.

- ¿Entonces qué haces acá? -le enfoqué, hacía una mueca extraña.

¿Es esto lo que busco, es este el contacto, la atención que quiero? Me perdí un instante en los ojos verdes puestos en mi.

<<En definitiva, no>>.

-Eso a ti no te incumbe. Permiso -volví a la mesa que ocupaba, dejando el puesto vacío en la barra y sobre esta la copilla que le haría compañía a muchas más, esperando que aquel chico entendiera el mensaje. Me dejé caer en el asiento suave, echando la cabeza hacia atrás, sintiéndome agotada, fastidiada.

¿Qué me pasa? Al menos debería disfrutar la noche, debería estar bailando con mis amigos, el chico tenía razón, ¿qué hago entonces acá? Cierro los ojos con fuerza, notando las vibraciones de la música recorrerme el cuerpo. Huele a licor por supuesto, a perfumes, a sudor. Huele a miedo, del rechazo supongo, a deseo, a querer desentenderse de toda una vida. Huele a búsqueda, a necesidad, a frustración y un tanto a felicidad. Le pongo rostros a todas esas sensaciones. Me gustaría pintarlas y unirme a las de euforia en este momento.
Abro los ojos de golpe cuando llega a mi nariz una esencia suave, con toques de rosa, es deliciosa, pero lo que más me llama la atención es que la reconozco. Me asusta saber que la he olido antes y me desespera no recordar en quién. No me muevo, solo inhalo, lo que llena mi cabeza con imágenes inconexas pero que conozco bien, me han acompañado por varias noches y se filtran en mis creaciones: unas manos suaves y blancas, un vestido, unos labios rosa curvándose hacia arriba, un lunar o peca cerca a estos. Un rostro cubierto por mechones rubios. Se me escapa el aire cuando de la nada un pensamiento se toma mi cerebro.

Almas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora