XIX. Gratitud

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Briana
Actualidad

Las últimas semanas han sido un remolino de emociones, de encargos, ventas e ideas. Después de la exposición, mi arte comenzó a recibir más atención de la que jamás había imaginado. Críticos, coleccionistas y admiradores se interesaron por mi trabajo, pero lo más importante, sentí una aceptación genuina de mi autenticidad que dejó a un lado ese miedo a mostrar lo que siento, lo que vibra en mí, lo que soy por medio de las pinturas.

Elena ha sido mi ancla durante todo este tiempo. Su apoyo incondicional y su amor me han dado la fuerza para enfrentar cada nueva prueba que se ha presentado. Luego de la exposición particular. decidimos celebrar de una manera especial. Elena me llevó a un lugar que había estado planeando en secreto, al principio creí que deseaba compensar el gesto que tuve, mas, lo elaborado de la decoración del lugar me dejó claro que llevaba tiempo preparándolo.

Mi cuerpo tumbado en el sofá de su casa se deja embelesar por el recuerdo de aquel detalle: era una fría noche, después de un día particularmente agotador, algo estresante también, donde me llevó a una acogedora cabaña a las afueras de la ciudad, con vistas panorámicas de esta. El lugar estaba iluminado con velas y unos tres pares de mis pinturas favoritas adornaban las paredes. Comprendí que por ello llevaba unos cuantos meses interesadísima en artistas, e ilustraciones, su sincera entrega, su bonito interés me hizo quererla un tanto más, al igual que me hizo presa de la magia de la atmósfera que era casi surrealista.

—Quiero que este sea nuestro refugio —me dijo con una sonrisa —. Aquí puedes crear sin presiones, y yo puedo estar a tu lado, apoyándote un tanto más, en cada pincelada.

Me sentí llena y en paz por su amor, por su comprensión. Mientras me internaba en su mirada oscura y tranquila, entendí que el verdadero arte no solo se crea con colores o formas, sino también con las experiencias compartidas al igual que el amor incondicional. Elena con el tiempo se ha convertido en mi musa, mi inspiración, y cada trazo en mis lienzos refleja nuestra historia, una que en retrospectiva sin duda hubiese preferido que no se desarrollara ese periodo en el que estuvimos lejos, deseándonos, anhelando un contacto pasado o muestra de lo que una vez sentimos, observamos reflejado en las pupilas de la otra.

Después de unos minutos de vernos, Elena se acercó a mí. La luz de las velas iluminaba su rostro de una manera que la hacía parecer aún más hermosa. Me tomó de la mano y me llevó hacia un rincón de la cabaña donde había dispuesto un sofá cubierto con mantas suaves y cojines.

—¿Quieres descansar un poco? —preguntó suavemente, con sus iris reflejando una mezcla de amor y deseo. Asentí, sintiendo una oleada de emoción recorrer mi cuerpo. Nos sentamos juntas en el sofá, nuestras manos entrelazadas. La cercanía de su cuerpo, su arrebatador aroma, el calor que emanaba en conjunto con la vibración que le otorgaban las velas al entorno, me hizo sentir un cosquilleo en la piel.

Ella se inclinó hacia mí, buscando mis labios suavemente. su boca se movía de forma tierna, y el beso se fue profundizando, llenándonos de una pasión que parecía encenderse con cada segundo que pasaba, con el crepitar bajo del fuego diseminado por el espacio. Sentí sus manos deslizarse por mi espalda, trazando líneas invisibles que hacían que quisiera mayor contacto, sin embargo, al igual que ella deseaba disfrutar de nuestra entrega de manera pausada, plagada del erotismo de redescubrirnos despacio, de visitar pliegues de piel que ya conocemos de memoria, cuestión que, en lugar de menguar nuestras ganas, las acrecentaba.

Nos recostamos juntas, nuestras respiraciones sincronizadas, nuestros cuerpos encajando perfectamente como si hubiesen sido hechos el uno para el otro, quizás era de esta manera o quizá, gracias a las experiencias por las que hemos pasado, por el dolor, las alegrías el intentar, es que nos hemos moldeado, reconstruido en pro de hacer bien a la otra, de proporcionar seguridad y crecer en pareja. Las manos de Elena continuaron explorando mi cuerpo, y yo hice lo mismo con el suyo, sintiendo cada caricia como una declaración de amor, una muestra de ello con tintes de carmín mezclándose con toques de blanco y amarillo.

—Te amo—susurré contra sus labios, sintiendo cómo esas palabras resonaban en mi corazón.

—Y yo a ti— respondió, con su voz suave, llena de emoción.

Nos perdimos en el momento, en la sensación de nuestras pieles entrelazadas, en el amor que compartíamos. Fue una unión cercana a lo que se podría considerar perfecto, llena de ternura y pasión, un reflejo de todo lo que éramos, de lo que queríamos y buscaríamos por ser, juntas.

Aquella náyade se inclinó hacia mí, deslizando su aliento cálido contra mi piel. Sus besos se hicieron un tanto más intensos, cada uno dejando una estela de calor que recorría mi cuerpo. Sentí sus dedos desabotonando lentamente mi blusa. Cada movimiento era deliberadamente pausado cargado de anhelo.

Con cada prenda que caía al suelo, nos acercábamos más, nuestras pieles tocándose sin barreras. Notaba cada latido de su corazón, cada respiración profunda. La calidez de su piel era reconfortante, un recordatorio constante de su presencia de que, de nuevo, por decisión mutua, estábamos cerca. Nos recostamos sobre las mantas suaves, donde nos dedicamos a explorarnos con labios, con nervios. Cada beso, cada caricia, era una promesa. Sus manos se movían con una habilidad que solo alguien que te conoce profundamente puede tener.

Sentí sus labios descender por mi cuello, dejando un rastro de besos ardientes que me hicieron estremecer. Sus manos encontraron las mías y entrelazamos los dedos, una conexión física que reforzaba nuestro vínculo emocional. Nos movíamos en sincronía, como si nuestros cuerpos supieran exactamente lo que el otro necesitaba. Elena me miró a los ojos, su mirada llena de cariño me encerraba en el momento.

—Eres increíble —susurró, su voz quebrándose por la emoción —. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar —Esas palabras desencadenaron una nueva oleada de besos, esta vez con una mezcla de pasión desenfrenada aunada a nuestra muestra común de ternura infinita. Sentí su amor en cada caricia, en cada susurro, en cada beso.

El tiempo pareció detenerse mientras nos perdíamos en nuestro amor. Las horas pasaron como si fueran minutos, permitiendo que cada momento se grabara en mi memoria como una obra de arte. La noche nos envolvía en su manto de estrellas, y dentro de ese pequeño lugar, lejos de la ciudad, creamos un universo solo para nosotras.

Eventualmente, el cansancio nos venció. Nos quedamos abrazadas, nuestras respiraciones lentas y sincronizadas, nuestros cuerpos entrelazados disfrutando del silencio y la cercanía. La tranquilidad de la noche y la suave luz de las velas nos envolvieron ahora de forma retozada, creando un espacio de paz, de regocijo. Sentí una paz profunda, una felicidad que nunca antes había experimentado.

—Este es solo el comienzo— dijo Elena, acariciando mi cabello —. Tenemos tanto por vivir y crear juntas.

Sonreí, sintiendo una felicidad profunda. Sabía que tenía razón. Con Elena a mi lado, cualquier desafío sería más llevadero y cada logro más dulce. Nuestra vida juntas era una obra en constante creación, llena de amor, comprensión y un futuro brillante.

Se dejó vencer por el cansancio, otorgándome la visión de su rostro relajado, de sus pestañas espesas moviéndose al son de sus sueños, grabándome un tanto más su visión en mi ser. Luego observé hacia el cielo estrellado a través del ventanal del lugar, sentí una ola de gratitud. Aquí, en este momento, con Elena a mi lado, sabía que estábamos exactamente donde debíamos estar. Nuestro amor era el lienzo en el que pintábamos nuestra vida, por ello cada día juntas añadía nuevos colores, novedosas formas a nuestra historia.

Nos quedamos así, abrazadas hasta que el sueño también me atrapó y en estos, como siempre, ella estaba allí, mi musa, mi amor, mi Elena.

Nos quedamos así, abrazadas hasta que el sueño también me atrapó y en estos, como siempre, ella estaba allí, mi musa, mi amor, mi Elena

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Gratitud de parte de la autora a quienes regresen a leer y siento tardar tanto en actualizar.

—A.S.

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