VII. Tardes tintadas de gris.

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Elena
Actualidad

Abro los párpados sintiendo la garganta seca, unas ganas tremendas de hidratarla, una necesidad absurda de beber agua, lo que ignoro, centrándome en las imágenes que pululaban por mi cabeza, esas que mi parte subconsciente empujó a la superficie, esa marea de recuerdos que me perturban por dentro y por fuera, y con razón, con toda la razón porque luego de aquello no volví a experimentar ni un cuarto de las sensaciones que tuve  al estar  con Briana, aquella y las siguientes en las que nos entregamos, en las que hicimos el amor, de forma concreta, no volví a hacer el amor con nadie, no volví a vivir algo tan prístino. Sí hubo más rostros, más manos, más besos y caricias arrastradas de necesidad, una que me dejaba con una sensación de carencia mayor al concluir los encuentros, una que después de un tiempo ni me molestaba en saciar, pues sabía que era risible porque ya había comprendido la lección, ya era consciente de que cuando se prueba lo divino, lo puro, no hay nada que se le compare, por más lascivo y casi perfecto que pueda parecer su cubierta.

Mi mente planea entre la visión desnuda de Briana sobre mi cuerpo que en los brazos oníricos recreé y la del reencuentro de hace unos días en mi oficina; cuatro, para ser exactos, cuatro días en los que no sé nada, no se comunica para aceptar o rechazar la oferta y mi ser alterado me grita en ese momento que más que la oferta, deseo que me acepte de nuevo a mi.
Siendo sincera, es así, por más que no planeaba ser un incordio en su relación, lo seré, no tengo que ponerme ninguna careta en la intimidad de mi casa, no tengo que mentirme porque llevo demasiado tiempo queriendo regresar a ella, porque deseo volver a sentirme viva a su lado, porque sé, de verdad sé que no le soy indiferente, que dejé una semillita en su interior en aquel momento, hace cinco años, sin saber que podría usarla tiempo después para, esta vez, si me lo permite, florecer a su lado. Porque aunque yo, de ser ella, me detestaría por dejarla de ese modo, con pocas explicaciones, sé que puedo volver a ganarme su cariño. Necesito volver a ganarme su cariño. Necesito que aquel dicho sea verdad y que, las cenizas de lo nuestro sean un puente para tenerla de nuevo a mi lado.

<<Necesito volver a ganarme su cariño, aunque eso signifique entrometerme en su vida>>. No, no está bien, si ella es feliz no está bien interrumpir aquello, ser egoísta, por más que siempre me he dejado llevar por lo contrario, he dado y entregado, poniendo a los demás como prioridad.

Cierro los ojos en un intento inútil de dominar mis pensamientos, de alejarlos de su piel oliva y entre las sábanas vuelve su silueta bajo justamente, las mías, su silueta envuelta por la tela que cubría mi cama, por mi piel, sudor, al igual que deseo. Regresa su sonrisa arrebatadora a la vez que tierna e ilusionada cuando aquella noche, del primer encuentro que mi mente afloró en el sueño, me hizo gemir con fuerza al aventurar su delicada mano por el tesoro de nervios que custodiaban mis piernas, vuelve su expresión cargada de deleite cuando deslizó sus dedos por mi intimidad, cuando ella también gimió bajito, cuando los ojos se le cargaron de deseo y su respiración se descompensó el doble, cuando creo entender lo que estaba experimentando al tocar a otra mujer por primera vez porque minutos atrás volví a sentir aquello, volví a ser presa de la sensación hormigueante, excitante y en exceso íntima de tener a alguien a tu merced, a ese nivel de entrega por vez primaria. Así, la oscuridad actual, mal disimulada por una lamparilla, se funde con la del recuerdo, con la que mis párpados le conceden a mis ojos y retorna el sabor de sus besos que me acompañaron toda la noche, su voz ronca pero suave cuando me reclamó entre risas por ser la única casi desnuda en la habitación, la delicadeza ansiosa de su tacto al quitarme la ropa, de sus ojos analizando con ansia cada parte que descubrían sus manos, de sus dedos que recorrieron mi piel por completo y que algunas veces sentía que me atravesaban la piel, los nervios, para casi tocarme el alma. De cómo apretaba mis senos e intentaba desconcentrarme rozando su cuerpo contra el mío: sus pechos en mi torso o espalda, cuando tenía la oportunidad. De su pierna torturando mi otro par de labios, a mi centro inflamado en deseo, de su propio centro buscando mi piel, dejando el rastro de su ansia. De su mejilla y labios reclamando las palmas de mis manos cuando estaban cerca. Logrando su cometido cada vez, consiguiendo que dejase de hacer lo que sea, para sentirla el doble, para deleitarme con su expresión en llamas, ya fuere con ojos cerrados, ceño fruncido y boca entre abierta o con esos iris miel tan oscuros gracias a lo dilatada que se hallaba su pupila, que se parecían a los míos, fijos en mi rostro.

Almas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora