CAPÍTULO 4

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El rey Evegolia...

No podía desviar mis ojos de él, el aura que emitía hace un instante había desaparecido totalmente y ahora lo que otorgaba era una vibra sombría, su mirada gélida y furiosa no se alejaba de los dos guardias, quienes habían abandonado su aspecto humorístico y lo suplantaron con uno de temor.

-Se..Señor...- Uno de los militares estaba prácticamente sin habla, parecía que hubiese presenciado al propio demonio.

- Tienen tres segundos para informarme sobre lo que están haciendo, de lo contrario les cortaré la cabeza en este momento.

- Lo lamentamos, majestad, pero estas personas han excedido el límite de impuestos acumulados y necesitamos proceder con el desalojo de la propiedad.

Me encontraba corriendo hacia Nana y la abrazé, el sitio donde crecí y mi único recuerdo con mi abuela estaba a punto de ser arrancado de mi existencia. Pero solo miraba a Nana y al hombre que miraba con recelo a los dos militares.

¿De qué manera te atreves? ¿En serio tienes la valentía de admitir que por ese simple motivo trataste de esa manera a esta mujer?

Los militares temblaron y bajaron sus cabezas por miedo, el grito del Monarca causó escalofríos debido a la fuerza de su voz y la amplitud de la misma.

-Ningún integrante de la guardia imperial o del tribunal, posee el derecho de tratar a los aldeanos como si fuesen estiércol- Manifestaba su furia.

-Precisamente ahora pedirán perdón, arrodíllense.

Mis ojos, así como los de Nana, expresaron la sorpresa al observar a los dos hombres arrodillarse sin palabras.

-Ahora colocan sus caras en el suelo

Lo lograron sin problemas y sus disculpas no demoraron en aparecer. Evegolia, les clavó su bota en sus cabezas y los hizo sumergir sus rostros más a profundidad en el suelo húmedo, realizando movimientos de un lado a otro y potenciando su fuerza, después ordenó que se levantaran.

-En estos momentos, su castigo será la pena capital. Nosotros no toleramos estos desvaríos, son militares destinados a salvaguardar a su pueblo junto a la corona, no para desestimar a las personas de donde provienen.

-¿Ejecución? - Mi voz se desplomó y me percaté que era verdad al observar a los dos vigilantes con lágrimas en sus ojos, pero ninguno solicitó piedad.

No puedo permitirlo, incluso tras lo sucedido.

-¡Su majestad!- Su mirada se aferra a mi piel como si se trataran de dagas.

-Por favor, le solicito que disculpe a estos hombres, no es necesario. Ya solicitaron disculpas.

Me examina cautelosamente.

- No te atrevas a cuestionarme, esto no es algo que sea posible de olvidar.

-Se lo pido, si tengo la capacidad de perdonarlos, entonces usted también puede.

-Esto no está en discusión.

No había más opción, me posicioné de rodillas frente a él, era mi manera de expresarle que no cedería.

Su mirada furiosa se intensificó y se aproximó a mí, la fuerza con la que me sujetó del brazo para ponerme de pie seguro dejará alguna marca.

-¿Qué piensas que estás haciendo?

Solo le pido clemencia, si aún conserva algo de humanidad en usted, entonces lo entenderá.- Noté que reconoció el temor en mi mirada, pero también notó la seguridad en mi voz.

Su mirada se enfocó en los soldados, pero no me dejó alejarme.

-Larguense de aquí, no quiero verlos de nuevo, así que espero que sean astutos para ocultarse o yo mismo les cortaré la cabeza.

Los militares actuaron de inmediato y me agradecieron antes de huir corriendo.

El rostro de Evegolia se encontraba apenas a centímetros de mí, podía percibir su respiración pero aún no me alejaba.

-Que sea la última ocasión en que te arrodillas a implorarme, especialmente ante otras personas.

-Solo deseaba que los entendiera.

-Quiero que comprendas que no cumpliste con una orden del rey, pues sabes que eso representa una infracción severa.

- Admito la culpa por eso, pero no le pediré disculpas.

Una sonrisa entretenida y un cierto nivel de orgullo en sus ojos se manifiestan en su rostro.

- Pienso que conoces el principal desafío que enfrentan en relación a la deuda.

-Señor, le solicito un poco de tiempo y prometo que le recompensaré todo. Buscaré trabajos en el campo y recolectaré los fondos, pero por favor no nos expulsen de nuestra casa-Nana imploraba con lágrimas en sus ojos. - Esta casa es vital para mi niña, se lo ruego- Estaba a punto de arrodillarse, pero Evegolia la interceptó antes de hacerlo.

- Usted es una persona de mayor para ponerse en riesgo en tareas de campo, y me temo que el tiempo ya terminó.

Nana se palideció y sus lágrimas se extendieron por todo su rostro.

-Nana, no te preocupes, iremos a buscar un lugar diferente- La abracé para asegurarle que todo estará bien- Majestad ¿No hay nada que se pueda hacer?- Mi inquietud era palpable, no podía dejar a Nana en la calle.

-Temo que no está a mi alcance.

Mi visión se volvió oscura debido a las lágrimas que estaban a punto de derramarse.

-Pero existe un recurso que se puede utilizar...

Mi esperanza aumentó en un instante y mi concentración estaba totalmente centrada en él.

-¿Qué es?

- Convertirte en una de las doncellas seleccionadas para ejercer el rol de compañía de la Reina.

-¿Cómo?

-Si te unes a ellas y eres seleccionada, podrás obsequiar a Nana una buena vida y tu hogar permanecerá inalterable.

-¿Cómo puedo asegurarme de que me elegirán?

- Se les impartirá etiqueta e historia, contarás con varios profesores en los campos que deberás ayudar a la Reina, si te muestras de forma sobresaliente, entonces te elegirán.

-¿Por qué es necesario concursar por ese puesto?

-Elegir a una dama de honor para la reina no es un trabajo que se haga con ligereza. Es esencial una mujer con gran confianza, discreción y fidelidad, atributos que son escasos. Al dar paso a una competencia, estamos garantizando que la reina cuente con la mujer más apta para su servicio. La dama de compañía actuará como su amiga, su confidente y, en ciertos momentos, su protectora.

Mi mirada se centra en Nana, me observa inquieta y me rechaza con su cabeza. Está advertiéndome que no lo haga.

Sin embargo, no tenemos más alternativa.

-Acepto.- Su sonrisa se revela, pero en esta ocasión es una coqueta.

-Sea usted recibida, Reina mía.

Tomó mi mano y me dio un beso de forma suave y delicada, no se alejó de mí y eso provocó que mis mejillas se tornaran rojas.

Me convertiré en una dama del palacio.  

Reina de ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora