capítulo 13

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Giyuu veía fijamente al chico frente a él, la nieve cubriendo los alrededores sin ninguna compasión cubriendo todo lo que podían sin arrepentimiento y adjuntándose en pequeños montones alrededor de la pista de entrenamiento.

Sus ojos estaban fijos, el chiquillo frente a el sostenía una katana afilada en posición lista para blandirla, como siempre, la única diferencia notable era su propia arma, una bella espada de un azul tan profundo como las aguas ondas de un mar sin fondo visible, a diferencia de su habitual bastón que usaba como arma contra los niños, ambos siempre exhaustos al final del entrenamiento, su determinación era asombrosa.

Sin estar a la vista la pequeña se había retirado hace menos de una hora, estaba tan cerca como su hermano aunque no lo viera, sin duda, una chica frente a la meta con una banda sobre sus ojos, su hermano no estaba lejos, no faltaba mucho.

Un suspiro fue todo aviso antes de un movimiento rápido balanceándose asía el frente y un balanceo ágil de su espada que solo permitió al contrario quitarse de su camino, dando como resultado que la piedra detrás de el sea rebanada limpiamente.

-Uff, Bien hecho chico- dijo en un suspiro de alegría mientras veía al joven frente a el que simplemente no paraba de ver la roca con un brillo esperanzado en sus ojos -así que ...- dijo para llamar su atención y que lo volteara a ver, cosa que funcionó -tu hermana también esta cerca, ¿Qué tal si me la traes para terminar su entrenamiento?- El chico asintió con entusiasmo y salió corriendo, dejando al contrario solo.

En la eternidad del momento, se dio cuenta de las presencias ahí presente, no una malévola, es más una serena que esperaba pacientemente, de algún modo incluido entre ellos se escondió no muy profundamente.

-Entonces has intentado romper la roca estos últimos seis meses- se logró oir la voz de chico pelos de melocotón a una distancia no tan marcada.

-No te creo, eso es imposible- renegó la joven Kamado con el ceño ligeramente fruncido.

Risas leves se oyeron después de lo dicho por la niña.

Desde detrás de los árboles lograba ver a Urokodaki-san, Sabito, Makomo, Tanjiro y Nezuko viendo y felicitando al muchachito por su reciente mérito, de alguna forma se sintió más incluido que nunca en esas presencias pasivas que se dedicaban a observar con pacífica espera.

...

La sala del comedor empezaba a llenarse de una incomodidad ligera que era provocada por la pequeña  charla entre Sabito y Nezuko donde parecía que el primer mencionado la veía como la causa de que su amigo no estuviera , donde Makomo intentaba destensar la charla ocacionalmente con comentarios y El maestro intentaba tranquilizar al joven, todo esto roto abruptamente por la puerta con un chico peliburdeo adoptando está.

-¡Señor  Uro...! - fue abruptamente pausado por las miradas de todos ahí adentró -Am... perdón- dijo más calmado haciendo una pequeña  reverencia.

-Continúa- su voz cansada, no tiene paciencia para más.

-Partí mi roca- su timidez era notable.

-Imposible- Clamó exaltada la más chica.

El resto del los partícipes quedaron en un silencio de asombro.

-Bien,  vamos a ver- dijo Urokodaki levantándose lentamente para que en menos de un segundo ser ayudado por el pelidamasco.

...

En esa caminata, Sabito lograba ver esos senderos que alguna vez cruzó con los pelinegros. La nostalgia que impregnaban esas ramitas, tierra suelta, hojas cambiantes de año en año, árboles tan viejos como las historias circundantes y el constante sonido de la cascada era abrumador.

Lentamente su mente torturada su propio ser con recuerdos votos de cada vez que estuvo en la montaña.

Salió al oír las leves risas de fondo de los niños, su maestro y hermana, había pasado más de un año, su mente seguía tortuosa, pero la imagen era cálida en su pecho, un pequeño rayo de sol en esa horrorosa tormenta.

Llegó al pequeño claro donde vio la roca más grande partida a la mitad.

-Veo que no querías que fueran- dijo burlón a su figura paterna acompañado de las risas de su hermana.

-Eran las que quedaban niño mal educado- dijo con fingida rabia, siendo acompañadas con ligeras risas de sus hijos.

-Buen trabajo chico-  revolviendo su cabello largo.

-Bien, te dejamos en ello nezuko- dijo el viejo dando vuelta.

Con ya una distancia considerable el pelinegro apareció.

-No estás lejos, creme no falta mucho- dijo pacientemente con una voz maternal, la aprendiz solo soltó un profundo respondió en forma de protesta.

-ven sigueme- dijo haciendo un ademán mientras se dirigía a donde estacionada la roca de la menor.

Esa noche en la luz de la luna, siendo reflejada amplia por la nieve, la kamado logró su objetivo cortando aquella gran roca por la mitad.

Y en esa misma noche el festejo se brindó con un buen chocolate caliente (El de los mayores con una pequeña cantidad de alcohol contrabandeado por Sabito), historias, anécdotas y risotadas constantes.

Afuera de la cabaña, bajo el rudo clima, un pequeño demonio lagrimeaba y sobria su pequeña nariz.

...

El viejo salió cuando vio que todos estaban dormidos tomando una gruesa manta y una gran tasa de chocolate recalentado.

-Isiste un gran trabajo- dijo viendo la demonio que probablemente no podía dormir por el frío.

La abrigo y le dio la tasa humeante para después devolverlo en sus vados brazos.

-Gracias, usted también hisó un buen trabajo-


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899 palabras

"Alterno"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora