II. La novia celosa

316 29 15
                                    


A la recién llegada, las calles de Nueva York le parecían un completo misterio. Muchas veces caminaba por algunas calles que parecían sacadas de la misma Inglaterra, su hogar, pero entonces daba la vuelta a la esquina y se encontraba en barrios sumamente precarios, o con barrios chinos repletos de estafas y situaciones turbulentas. ¿Qué demonios pasaba con la policía en esa ciudad? Sentía que ellos realmente no hacían bien su trabajo, pero intentaría no pensar mucho en ello, después de todo era una simple detective que venía a hacer un trabajo en específico y luego se marcharía. 

Para suerte suya, el pequeño apartamento en el que se estaba alojando quedaba cerca del centro de la ciudad y de la estación de policía, lo que le facilitaba movilizarse por el sector, sin embargo tenía intención de recorrer gran parte del centro y los alrededores del centro comercial  NN clausurado para analizar las vías que tenía de acceso y de escape, el tipo de barrio, las personas, entre otras cosas. Y para ello, necesitaría un vehículo y una persona que conociera el sector.

— Escucha, sé que hasta hace un par de días era una completa extraña que acababa de llegar y recién comenzaba a interactuar con mis compañeros de los otros departamentos, pero... Necesito que me ayudes con algo — le decía Nami a la pelinegra, la médico forense del lugar. 

— ¿De qué se trata? — preguntó esta algo interesada.

— Necesito que alguien me haga un recorrido por el centro de la ciudad, y por los alrededores del lugar que clausuraron hace un par de meses — contestó la pelinaranja, mordiéndose el labio inferior. 

— Mmmh, me temo que no puedo ayudarte con eso. Si se hubiese tratado de escanear alguna huella digital, de eliminar ciertos fluidos de tu ropa o algo por el estilo, habría accedido, pero lastimosamente no puedo salir del laboratorio a no ser que sea mi hora de almuerzo, y son recién las 9 am — contestó la morena, observándola con una ceja en alto, a la espera de ver qué haría ahora su compañera.

— Ok, entiendo. Gracias de toda maneras, Robin — y despidiéndose, se acercó al sector de los informáticos. 

— Chicos... ¿Hay alguien aquí que pueda llevarme a recorrer el centro de la ciudad y los alrededores de...?— pero antes de siquiera poder terminar la oración, se puso de pie un alto peliverde y pasó por su lado sin decir absolutamente nada. 

— Comprendo, gracias... — y sin muchas esperanzas, regresó a su oficina; tendría que salir sola.

— Jefe Jinbe, ¿podría facilitarme una patrulla con su equipo correspondiente, por favor? — pidió entrando después de dar un golpeteo a la puerta de la oficina principal. 

— Oh, claro. ¿Irás a recorrer la ciudad o estás lista para comenzar la investigación? — consultó el hombre, emitiendo una orden desde su ordenador.

— Un poco de ambas. Necesito ponerme a trabajar o de lo contrario, el caso no se resolverá nunca — bufó la pelinaranja, apoyándose en el marco de la puerta. 

— Por supuesto... Escucha, no es recomendable que una inglesa como tú recorra sola las calles de Nueva York. Ahí afuera hay gente loca, por lo que es mejor si vas con alguno de tus compañeros —.

— Eso quería, sin embargo, están todos ocupados. No me queda de otra —.

— Mmmh... — meditó un par de segundos el jefe, peinando con su diestra parte de la barba de chivo que tenía en el mentón, y tras un breve lapso de silencio, habló — Ve con Franky, es el que mejor se maneja en cuanto a la conducción en la ciudad —.

— Eso me habían dicho, pero él está en sus días libres y prefiero no molestarlo — contestó la chica, mordiendo el interior de su mejilla.

El sabueso & la chica nubeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora