VII. El segundo caso

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Advertencia: de aquí en adelante sigue una escena (larga escena) de lemon. Si no deseas leerla, sigue de largo hasta donde termina la advertencia.

— ¡L-Luffy! — susurraba quejumbrosa la voz de Nami, inundada por el placer que le recorría el cuerpo cada vez que el chico jugueteaba con su lengua alrededor del centro de su intimidad.

Él lentamente comenzó a avanzar con sus besos hacia el interior de su pierna derecha, trazó un recorrido con su lengua hacia la cadera, mordiendo suavemente la piel de esa zona, disfrutando de los exquisitos sonidos que se le escapaban a la pelinaranja. Entonces, subió un poco más, y comenzó a besar y succionar uno de sus pezones al tiempo que los dedos de su diestra estimulaban el cálido interior de la chica.

— Espera, yo... — gemía Nami, llevando una de sus manos a los cabellos azabache del moreno, sujetándolo con firmeza.

De pronto Luffy dejó de juguetear con los abundantes pechos de su compañera, la observó un instante y se acercó a sus labios, rozándolos levemente.

— Nami, eres hermosa — le susurró roncamente antes de correrle un mechón de cabello del rostro para besarla lentamente, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba antes de alcanzar el orgasmo.

— Eso fue asombroso, y eso que aún no te decides a hacerlo como corresponde — le susurró la pelinaranja, separándose levemente de él para observar su rostro.

Efectivamente se notaba su excitación, tenía la mirada cargada de pasión, las mejillas levemente sonrojadas, la respiración agitada y podía sentir cómo su grueso y palpitante miembro se apretaba contra su vientre. Era injusto que solo ella hubiese recibido parte del placer, por lo que sintiéndose nuevamente encendida, sujetó a Luffy por los hombros y lo volteó para dejarlo debajo de ella. Suavemente comenzó a mover sus caderas sobre él, rozando su intimidad contra el miembro del chico, rodeando su glande con ambas manos para que sintiera el roce mucho más placentero.

— ¿Te gusta así? — le preguntó coquetamente fijando la mirada en el rostro del chico pero este, al notarlo, llevó inmediatamente ambas manos a su rostro para cubrirlo.

— Sí, se siente... Genial — contestó con voz ronca y temblorosa, respirando pesadamente.

— No te cubras el rostro. Dime, ¿cómo quieres hacerlo? — le preguntó sin dejar de rozarse contra su miembro, que cada vez parecía estar más grande, acercando su rostro al del moreno para besar suavemente las manos que lo cubrían.

— Yo... No sé, nunca había llegado a esta instancia, siempre era el que... Ya sabes, solo jugueteaba — contestó conteniendo sus roncos gemidos, aún con las manos en el rostro. Para sorpresa de Nami, parecía ser que él siempre era el que entregaba el placer sin recibir nada a cambio; quizás aún no probaba lo que era penetrar a alguien.

— ¿Nunca has llegado hasta el final? — le susurró al oído, mordiendo fuertemente el borde de su oreja, entonces él negó con un movimiento de cabeza.

Y ante esto, Nami, sin poder resistirse más, dejó de estimular la punta del miembro del chico para llevar sus manos a las de este. Se las quitó del rostro y se las puso sobre sus abultados pechos, sacó un condón de encima de su mueble y lo apoyó en los labios del moreno para que este lo abriera.

— Entonces hoy será el día en que puedas probar lo que se siente tener sexo de verdad — dijo, comenzando a ponerle el protector con la mirada fija en su rostro, que lucía embriagado de placer.

Listo eso, le tomó el miembro con una de sus manos y lo posicionó en su entrada, y luego lo observó instándolo a entrar por sí mismo, cosa que el chico comprendió de inmediato. Deslizó sus gruesas manos desde los blanquecinos pechos femeninos hacia sus caderas, las sujetó con firmeza y entonces movió suavemente su pelvis, comenzando a deslizarse hacia el interior de la chica, sintiendo cómo su cuerpo lo aceptaba y se apretaba contra él.

El sabueso & la chica nubeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora