Mina simplemente no podía creerlo. Se le había iluminado el rostro de tal manera al cruzar aquella puerta de aquel local, sin siquiera ser conciente de ello. Su mirada se había clavado en la figura de aquella chica hermosa como cada sábado. Pero esta vez algo había cambiado, algo que la hacía inmensamente dichosa. Chaeyoung, la definición de perfección, vestía el beanie rojo que le había regalado una semana atrás. Acomodando los papeles desordenados sobre el mostrador. Siempre parecía tan despreocupada. Como si estar de buen humor fuera lo más común y corriente para ella. Se acercó hasta ella sin poder contener una tonta sonrisa de niña enamorada. Pensó que ese era, tal vez, el momento oportuno de que fuera ella quien rompiera el hielo con una broma esta vez.
—Bonito beanie -dijo sin poder evitar algo de timidez en su comentario.
Los ojos de la más baja se encontraron con los suyos marrones más brillantes. Como siempre el mundo pareció desaparecer alrededor.
-Gracias. Me lo regaló alguien importante para mí en mi cumpleaños.
Mina no podía resistir a tanta ternura. Su rostro. Su voz. ¿Por qué debía ser tan apacible en cada cosa que hacía?
—Ven. Hay chocolate caliente en la cocina.
Una vez en la cocina ambas sostenían en sus manos una gran taza de chocolate caliente. Sabía delicioso. Chaeyoung se encontraba sentada en la encimera, con sus piernas colgando; Mina en cambio se encontraba en una silla. A Chaeyoung le gustaba empinar bastante su taza para que quedara una marca de chocolate por encima de su labio, simulando un bigote, y luego lamerlo. Sólo para ver como Mina se divertía al verla hacer eso.
—Sabes... -dijo cortando lo que era un silencio para nada incómodo- Sentí ganas de usar el beanie desde el momento en que me lo obsequiaste. Pero como no forma parte del uniforme del local pues, tal vez podía traerme problemas. Pero hablé con el señor Kenji a mitad de semana, y dijo que no había problema alguno.
—Que bueno que te haya gustado.
—Tú... -dijo pero se calló a sí misma rápidamente dando otro sorbo del espeso y dulce líquido.
—¿Qué?
Chaeyoung negó apenas con su cabeza, una pequeña sonrisa y su mirada baja.
Entonces el armonioso silencio de hace unos instantes se tensó un poco.
Pasaron unos minutos en silencio hasta que acabaron el chocolate. Para sorpresa de ambas Mina fue quien rompió el silencio.
—La doctora Aoki dice que he mejorado mucho.
La mayor frunció el ceño disimuladamente, dejó su taza a un lado y se concentró en cada palabra de la castaña.
—¿Quién es ella? -preguntó tan desinteresadamente como le fue posible.
—Mi psicóloga.
De acuerdo. Esto podía interpretarse como un antes y un después en su relación con Mina. Por primera vez desde que la conoció, sintió que estaba confiándole algo realmente personal. Algo importante para ella. Estaba muy feliz por eso. Como era de esperarse, ella no la presionó para que hablara al respecto.
—Hace tres meses -tomaba bastante aire al hablar, dado que hablar en cantidad no era algo a lo que estuviera acostumbrada, pero con Chaeyoung todo fluía más libremente- Apenas si hablaba. Apenas un par de escasas y necesarias palabras al día. A la semana. Pero eso cambió. Gracias a ti.
El corazón de Chaeyoung latía rápido de pura alegría.
—Estoy segura de que el mérito es tuyo, Mina.
—¡No! -alzó apenas la voz, sorprendiendo a Chaeyoung- En verdad, me gustaría que hubiera una manera en la que pudiera agradecerte.
Chaeyoung no podía sino observarla con una mirada totalmente conmovedora. Podía ver la sinceridad en sus ojos. Ver directamente a sus ojos era como desnudar su alma. Cada palabra proveniente desde lo profundo de su corazón. Lo que estaba a punto de pedirle era una locura.
—Existe algo.
—Dime qué es -suplicó.
Chaeyoung mordió su labio y alejó estúpidos pensamientos de su mente que no debían estar ahí.
—Mi canción favorita.
—No comprendo.
—¿Recuerdas la costosa guitarra que Momo compró en víspera de navidad?
—Sí.
—Pues, ella ya tenía una guitarra antes. Por ende ahora posee dos guitarras. Y los últimos días se ha dedicado a enseñarme como usarla. Incluso me presta su antigua guitarra para llevarla a casa y practicar ¿Conoces la canción "losing my religion"?
—Sí.
—Es mi canción favorita. He estado practicando mucho y lo seguiré haciendo. Pero si hay algo que me haría realmente feliz, es que tú la cantes conmigo.
Mina la observó con los ojos sumamente abiertos.
—Yo... no creo que pueda -se removió incómoda.
—Claro que puedes. Si lo que quieres es agradecerme por algo que tú estás convencida que hice; esa es la manera indicada.
—¿La cantaríamos juntas?
—De principio a fin. Juntas.
Mina lo meditó durante largo rato. Un escalofrío nervioso recorrió su espina dorsal. Eso sin duda debía ser lo más complejo que le habían pedido en su vida. Temblaba un poco. La idea de no poder lograrlo estaba presente en todo momento en su mente, no la dejaba tranquila. Pero por otra parte oía un eco. Una voz de consciencia que le decía dulcemente que ella podía hacerlo, que no decepcionaría a Chaeyoung. Que podía lograr que se sintiera orgullosa de ella. Agradecerle todo lo que había hecho cumpliendo su pedido. Tomó una gran, una enorme, cantidad de aire.
—Lo haré -dijo exhalado y con los ojos cerrados, tratando de asimilar lo que acababa de decir.
—¿Lo harás? -preguntó con el rostro radiante de alegría.
Mina al ver su expresión supo que por muy difícil le resultara lograrlo, había tomado la decisión correcta.
—Sí.
—No puedo creerlo ¡Muchas gracias! -dio un salto de la encimera- No soy muy buena aún, pero mejoraré, lo prometo. Practicaré durante horas si es necesario. Será mi desafío del próximo año. Por cierto... ¡Muy feliz año nuevo, Mina! Sé que me estoy adelantando, pero, tú sabes.
Mina mordió su labio mientras sonreía al ver la euforia en Chaeyoung. Su emoción era palpable. Ella estaba preocupada porque no estaba segura de poder hacerlo, pero Chaeyoung no dejaba de repetir una y otra vez que ella también debía practicar. Lo tomaría como un acto de autosuperación. Uno que harían juntas. Por ellas mismas y por la otra.
—Feliz año nuevo, Chaeyoung.