Los siete días siguientes fueron eternos para Chaeyoung. Cada minuto. No podía sacar a Mina de su mente. Todas las cosas que habían ocurrido. Debía estar preparada para lo que sea que fuese a ocurrir. Acomodó su uniforme azul marino, colocó el beanie rojo que Mina le había obsequiado sobre su cabello, y se dirigió al centro comercial.
—Llegaste temprano -dijo el encargado con las llaves en sus manos, comenzando a abrir el local para la jornada del día.
—Sí, desperté temprano y no pude volver a dormir -dijo con una risita. En realidad apenas si había podido conciliar el sueño durante la noche.
La jornada laboral empezó. Chaeyoung trataba de mantenerse ocupada tanto como le fuera posible para alejar todos los pensamientos que tuvieran que ver con Mina, pero era inútil. Cada figura humana que ingresaba al local, ella la veía inmediatamente, esperando que se tratara de ella. Pero no era así.
Hacía rato había pasado el horario del almuerzo y ella no aparecía. Tenía hambre, sí. Pero nada que no pudiera soportar.
—¿Por qué tienes que tardar justo hoy? -susurró más para sí misma que para ser oída.
Los minutos y las horas pasaban y lo que más temía se hizo realidad. Era la hora de cierre en MusicWorld.
Un nudo se formó en su garganta.
El encargado tenía listas las llaves para asegurar todo. Chaeyoung le pidió por favor que se tomaran quince minutos extras ese día alegando que debía ocuparse de un papeleo. Ella recordaba aquella vez que Mina había llegado justo minutos antes del cierre. Tenía la esperanza de que eso volviera a ocurrir. Pero una vez más no fue así.
—Quince minutos. Lo siento, no puedo esperar más que eso -dijo fríamente el encargado, apagando las luces que iluminaban el salón.
Chaeyoung quedó devastada.
Ella no había ido después de todo.
Yuta y Beomgyu la observaron preocupados.
—Tal vez sólo tuvo un inconveniente y no pudo venir -dijo el castaño tratando de darle alguna especie de consuelo a lo que sea que la chica estuviera sintiendo en ese momento.
—Ve a casa. Necesitas descansar. Ni siquiera haz almorzado -dijo ahora el peli negro, afligido.
Pero Chaeyoung no emitió sonido alguno.
Ellos se despidieron de ella simpáticamente y se marcharon. Ahora sólo quedaba ella y su vacío. ¿Por qué? Esa pregunta se repetía una y mil veces en su cabeza. ¿Por qué?
Era el segundo sábado que Mina no aparecía en el local. Chaeyoung comenzaba a sentir un horrible ardor en la boca de su estómago cada vez que pensaba en ello.
Tercer sábado sin rastro de ella. ¿Acaso había echado a perder todo y Mina jamás volvería a dirigirle la palabra?
Cuarto sábado. Chaeyoung se encerró en el baño durante toda su hora de descanso.
—¿Acaso una promesa no vale nada para ti? -susurró, sentada en el frío piso del baño con sus brazos alrededor de sus piernas.
Quinto sábado. Yuta vio lo destrozada que estaba Chaeyoung por la ausencia de la chica y colocó una mano en su hombro para darle su apoyo. Pero ella se quitó rápidamente con una expresión de ira en su rostro. Ya no era la chica alegre de siempre. Sólo estaba ahí, respirando con su mirada enfocada hacia la nada.
Sexto sábado. Ya no podía soportarlo. No podía simplemente pararse detrás de un mostrador con una estúpida y falsa sonrisa y fingir que todo estaba de maravilla cuando no era así. Ese día, inmediatamente luego de acabar su turno, tomó su abrigo y se fue del lugar con prisa, sin siquiera dirigirle las palabras a sus compañeros. Cruzó el estacionamiento y luego la plaza continua.