LA TIERRA DE LOS RÉPTELS

Capítulo 18: LOS HIJOS DEL CAPITÁN

Hubo un tiempo en el que la familia era unida. Una época pasada en donde el lazo de Caleb y su papá parecía inquebrantable. Siempre estaba juntos, ya sea en el parque, en el sillón viendo la televisión o incluso en el barco navegando a mar abierto e intercambiando conversaciones sobre la pesca y la marina; pese a que Caleb a esa edad no entendía algunas cosas. Sin embargo, todo en algún momento tenía que acabar.

A Caleb siempre le había gustado imaginar historias. Sus viajes con su padre en el barco familiar le habían nutrido de tal forma que ya tenía un cuaderno guardado en su cajón llenó de relatos de aventureros conociendo sirenas y encontrando tesoros antiguos y mágicos. Era una experiencia realmente liberadora poder escribir todo lo que tenía en la cabeza, poder expresarse y compartir esto con su familia; no obstante, ellos no compartían su mismo entusiasmo. La primera vez que le mostró una de sus historias a sus padres reaccionaron de forma confusa y arqueando las cejas y tan solo se limitaron a decir "Está bueno" cuando lo terminaron. Caleb era muy listo, por lo tanto, sabía que esas dos palabras no significaban lo que aparentaba, y que sus padres solo habían ojeado el relato sin prestar demasiada atención a las palabras escritas. En ese momento no dijo nada y volvió a su cuarto, cabizbajo y con el cuaderno que se deslizaba entre sus dedos.

Durante su adolescencia, Caleb se introdujo aún más en el mundo de la literatura, empapándose con el tema a tal grado que ya reconocía las novelas del autor con solo escuchar su nombre. Así, siguió leyendo historias de fantasía y aventura, sus géneros favoritos, de renombrados autores como J.R.R. Tolkien, Julio Verne, J.K. Rowling y muchos otros, pues cada vez que tenía un libro en la mano se imaginaba poder publicar uno propio algún día.

Cuando finalmente terminó la secundaria y se preparaba para convertir en realidad todos sus sueños, Caleb se encontró con el primer obstáculo. Tanto como su padre y su madre seguían sin convencerse de que la cerrera de escritor de su hijo le diera frutos algún día, por lo que quería que eligiera una profesión más segura; como seguir con el negocio familiar. Esta noticia Caleb la tomó muy mal y tras una fuerte discusión el joven de diecisiete años se fue de la casa.

Pasó los siguientes tres años viviendo con un tío, quien apoyó su carrera con la condición de que consiguiera un trabajo y se encargase de la mitad del monto de las cuotas de la universidad, Caleb así lo hizo y logró terminar y graduarse con honores. Sin embargo, a pesar de las promesas de un buen futuro, Caleb se sumió en un bloqueo de escritor que le duró desde entonces. Pensó que podría disiparlo con el trabajo que le ayudó a conseguir su amigo Luis, pero no; muy en el fondo supo que se debía a su corazón roto por la separación con su familia, pero ellos no lo entenderían por más que les explique.

Estaba solo.

Un día se reencontró con su hermana en la calle. Nunca olvidó la reacción en su rostro cuando sus miradas se cruzaron. Pamela saltó de júbilo y corrió hacia él para abrazarlo y besarlo, sin importarle la gente a su alrededor. A ella no le importaba, pues toda su vida había sufrido acosos por considerarla "cerebrito" y ya había pasado página a eso.

Pese que reencontrarse con Pamela no sirviera para que se le disipara el bloqueo de escritor, pero trajo paz a su corazón y un enlace con su familia que pronto esperaba recuperar.

Deseaba poder volver a ver a su padre y a su hermana para volver a ser la familia que eran. Y, mientras caminaba a paso veloz por el pasillo de la casa de Ronald hacia la entrada principal, Caleb lo deseó con todas sus fuerzas para que se haga realidad.

Fue como si los Dioses de todas las mitologías y los seres sobrenaturales hubieran escuchado sus plegarias. Al salir, a Caleb casi se le detuvo el corazón de la emoción, se frotó los ojos y fijó su mirada en la chica que yacía en frente de él. No cabía duda que era ella. Su hermana. Se habían vuelto a reunir.