A parte del Capitán Acosta, la tripulación estaba conformada por otros cuatro integrantes. Uno se encontraba en el puente mando, a quien le gustaba disfrutar de su soledad, mientras que los otros tres se encontraba en la cocina, iluminada pobremente por un foco azul y rodeados del vapor que generaba las maquinas a unos cuartos de distancia.
Los tres estaban sentados alrededor de una mesa redonda y de madera, tomando unas cervezas y fumando mientras jugaban al póker.
—Vamos Miguel, te toca —dijo Andrés, el más joven del grupo y apodado ocasionalmente como el Novato.
Andrés era un chico alto, de una contextura delgada pero musculosa, tenía la piel clara y algo brillante; posiblemente por el sudor atrapado en la cocina. Su cabello era dorado y caía sobre sus ojos verdes hasta su cuello. Se cubría la cabeza con un gorro rojo de tela, además llevaba un polo de manga larga color gris y unos pantalones de algodón. Sus pies estaban cubiertos por unas zapatillas blancas manchadas de grasa, que rara vez limpiaba por el cansancio que le ocasionaba estar en el cuarto de máquinas.
—Ya voy, Novato —gruñó Miguel, entre dientes y quitándose el cigarro de la boca, colocándolo encima del cenicero de madera.
Miguel era un hombre de mediana edad cuyo rostro estaba lleno de cicatrices. Sus ojos eran pequeños con las pupilas castañas dilatadas, pues tenía la costumbre de dormir pocas horas en tierra; según él, porque su lugar estaba en el océano. Su cuerpo era delgado, casi al punto de que la piel tocaba los huesos pero no se notaba por la camisa a cuadros y pantalones vaqueros que llevaba.
—Apúrate —reclamó Andrés de forma impertinente y riéndose.
Miguel le dirigió una severa mirada acompañada por un gruñido.
—¿Puedes quitarte ese polo de manga larga? Verte así me da calor —espetó Gian con un tono amargado.
Tenía razón, considerando el calor que se cernía sobre la cocina; como ya antes se había mencionado, vestirse así era una locura.
Tras oír la pregunta, Andrés mostró una sonrisa caprichosa.
—No me gusta que mis brazos se peguen a la mesa —dijo alzando sus brazos sin despegarle la vista a su hermano Gian, que se sentaba al frente, luego volvió la mirada hacia Miguel—. Ya muestra tus cartas... para ganarte, Miguel.
Miguel puso los ojos en blanco y colocó sus cartas sobre la mesa, revelando el conjunto de cartas aleatorias, lo que desembocó en una risa burlona por parte de Andrés, quien inmediatamente puso sus cartas sobre la mesa.
—¡Full House! —rió Andrés y se inclinó sobre la mesa para tomar todas las fichas.
De pronto, Gian carraspeó. Andrés alzó la mirada y la sonrisa caprichosa se le borró lentamente en cuanto vio las cuatro ases que tenía su hermano.
Miguel estalló en risas.
En ese momento, al Capitán Acosta entró a la cocina, seguido por Pamela, Luis, Caleb y Héctor, que caminaba con las manos a los bolsillos.
—¿Y quién ganó? —preguntó el Capitán.
—Gian —señaló Miguel entre risas.
Andrés gruñía.
—Ya lo noté —rió el capitán y le dio una palmada en el hombro a Andrés—. Anda ve y enciende el motor, partiremos de inmediato.
Miguel y Gian echaron a reír a carcajadas escandalosas. La sensación de satisfacción se apoderó de sus cuerpos mientras Andrés era dominado por la incomodidad y la decepción.
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LA TIERRA DE LOS RÉPTELS
Science FictionEn busca de su padre, Caleb llega a un mundo liderado por seres réptiles antropomórficos de tres metros, en guerra contra unos centauros arácnidos. Primera Novela que habla de la Mitología Derrakovniana, pero no la primera en orden cronológico. Es...