Capítulo 4: LIZA

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A lo largo de su vida, Liza había desarrollado una insaciable curiosidad. Desde que era niña se escapaba a mitad de lo noche y se aventuraba en los lugares más recónditos, ahora en su juventud iba por los bosques recolectando plantas y frutas para el más sabio de su ciudad.

Ese día se encontraba bañándose en un río cercano, cuya forma vista desde el cielo era como la de una víbora serpenteando sobre una extensa e interminable superficie de árboles. Liza era considerada como la más hermosa dentro de su comunidad, codiciada por varios hombres, quienes a menudo le llevaban obsequios a su puerta con intensión de cortejarla. Tenía una figura curvilínea. Su piel era verde y estaba cubierta por escamas sobrepuestas, que se veían con mayor notoriedad en sus hombros y piernas. La parte delantera del pecho era blanda y clara, y terminaba en triángulo casi por dónde estaba la vagina; además tenía los senos grandes, que rebotaban cada vez que Liza se inclinaba a recoger agua.

Liza era una Réptel, o mujer réptil. Su rostro era alargado hacia adelante, formando un triángulo perfecto en donde su boca y nariz se hallaban en la punta. Tenía unos enormes ojos con las pupilas amarillas. Llevaba consigo una larga cola que se movía de un lado a otro bajo el agua, como si tuviera una mente propia y se dijera lo mucho que le gusta estar allí. Esta criatura era monstruosa, pero a la vez hermosa y agradable.

De pronto, un estallido en el cielo perturbó su tranquilidad. Liza dejó de sobarse con el agua para mirar con desconcierto al cielo, donde vio una explosión que despidió varios escombros a diestra y siniestra. Uno de ellos cayó a varios metros de donde ella se bañaba, sí, podía ver el humo del impacto desde el río. Entonces, guiada por su curiosidad tan característica, Liza salió del agua chapoteando, tomó su ropa que había dejado sobre una piedra, se vistió y emprendió el camino hacia la zona de impacto.

Ya se estaba haciendo de noche y Liza seguía abriéndose paso entre la maleza, cada vez sus ojos tenían que hacer un esfuerzo para ver en la oscuridad, que empezaba a cubrir el bosque como un manto negro. En contraste con el día, que era cálido, la noche era fría y silenciosa. Los pájaros locales no se atrevían a soltar sus graznidos, no considerando las amenazas que dominaban a esas horas, y Liza lo sabía.

El miedo se empezó a apoderar de ella, Liza ya consideraba que había sido mala idea aventurarse por la parte más oscura del bosque, en una búsqueda de algo que quizá era algo sin importancia. Pensó en volver, pero sus pies parecían no compartir la misma opinión, y seguían adentrándose en los bosques pese a los peligros que acechaban. De pronto se detuvo en seco y observó boquiabierto lo que sería el gran descubrimiento de su historia.

Liza se acercó al hombrecito, estaba inconsciente y con el rostro cubierto de vapor. Se quedó maravillada de lo hermoso que era y seguía sin poder creerlo. Era un humano. Había escuchado de esa especie mientras estaba en la escuela, pero nunca creyó encontrarse con uno. Ciertamente, siempre encontró el tema de los humanos como algo interesante. Cada vez que surgía el tema, ella era la primera en levantar la mano y preguntar cómo eran. Hasta el momento la profesora estaba en lo cierto. La masa muscular de los humanos era inferior a la de los réptiles, tanto que incluso el más débil podría romperles un hueso si ejercía la suficiente presión. Eran pequeños, si ese humano estuviera parado, a duras penas lograría pasarle la cintura. Liza rió solo con pensarlo y se inclina junto a él para observar su rostro, estaba tan indefenso que lo enterneció.

—Que hermosa criatura —arrulló Liza con su dulce y sinfónica voz.

De pronto, escuchó unos golpes secos en la penumbra. Liza se levantó de un salto y se quedó mirando la oscuridad con una respiración agitaba. Sabía perfectamente lo que se acercaba y el cuerpo de Liza tembló.

LA TIERRA DE LOS RÉPTELSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora