En cualquier otra circunstancia, Pamela habría conciliado el sueño ni bien su cabeza tocara la almohada; y considerando que mañana era domingo, tendría más razón para pegar el ojo. Sin embargo, la chica no logró conciliar el sueño en toda la noche. La preocupación por no escapar nunca de este mundo la atormentaban. Pensaba en que nunca volvería a ver a su madre o a su hermano, y que envejecería allí rodeada de desconocidos y de personas que odiaba. No quería eso. Dedicó su mirada hacia la pequeña ventanilla y deseó que todo sea un sueño, que despertara y encontrara a Caleb diciéndole que sobrevivieron al naufragio.
Las horas pasaron hasta que finalmente pudo ver como el cielo se estaba aclarando y las estrellas se iban haciendo menos perceptibles. El proceso era hermoso y por un momento Pamela olvidó que se encontraba en un planeta peligroso. Pero rápidamente la devolvieron a la realidad.
Acosta fue el primero en levantarse.
—Bien, todos despierten.
Los tripulantes se despertaron casi al mismo tiempo, mientras que Héctor y Nicole se tardaron unos segundos más. Miguel dirigió la mirada hacia Pamela, notando sus ojeras y sus corneas coloradas.
—¿Todo bien? —preguntó con amabilidad.
—Sí.
Miguel solo la miró con recelo.
Al cabo de unos minutos, la comida fue repartida. Tocaba latas de atún y eso tocaría en los próximos días. A Pamela no le gustaba eso, pero al ser lo único que había no tenía caso quejarse. Con un suspiro recibió la caja y el cubierto de la mano de Miguel, y comenzó a comer sin despegar la vista de la ventanilla.
—Bien —dijo Acosta al paso de una hora—. Tenemos que salir a hacer el reconocimiento y buscar a nuestro compañero aún desaparecido. —Dio un suspiro—. Bien, Andrés, Gian y Miguel, acompáñenme.
—Quiero ir con ustedes —dijo Pamela dejando la lata en un barril cercano y dando un salto hacia ellos.
—No, no es seguro —dijo el capitán.
—Tengo que ir —gimoteó.
Acosta se acercó a ella y Pamela retrocedió un paso como si una fuerza invisible la hubiese espantado.
—Entiendo tu frustración. Pero acaso tienes experiencia en campo, con alguna arma.
—Tengo los cuchillos.
—Cuchillos —suspiró llevándose la mano a la frente—. Cuchillos que apenas te dimos ayer, cuchillos con los que no has practicado. ¿Crees que de la noche a la mañana vas a aprender a lanzarlos? No. Será mejor que te quedes aquí, obedece y no hagas nada estúpido.
Las palabras del capitán eran ciertas y Pamela no dijo nada luego. Entonces el capitán se dio media vuelta y volvió hacia sus hombres, dejando a la chica cabizbaja.
—Señores, es momento de partir, ¿ya tienen todo listo?
—Sí, capitán —dijeron ambos, alzando sus Walkie-talkies.
—Bien —dijo, aunque no su tono de voz no se notaba seguro de sí.
El capitán era un hombre rudo y había participado en varias batallas, pero ninguna lo había preparado para un terreno como este. Los tripulantes no parecieron notarlo, ellos estaban ocupados colocando sus pistolas en sus fundas. Sin embargo, el ambiente se cubrió por un incómodo silencio hasta que Miguel dio un paso adelante.
—¿Capitán?
Acosta lo miró.
—Dime Miguel, ¿qué pasó?
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LA TIERRA DE LOS RÉPTELS
Science-FictionEn busca de su padre, Caleb llega a un mundo liderado por seres réptiles antropomórficos de tres metros, en guerra contra unos centauros arácnidos. Primera Novela que habla de la Mitología Derrakovniana, pero no la primera en orden cronológico. Es...