Capítulo 6: PRIMER ACERCAMIENTO

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Se encontraba en los brazos de la enorme mujer réptil, completamente atrapado y presenciando como ella lo llevaba por lugares oscuros y húmedos, y en ese momento consideró la idea de que a ella se le había acabado la gentileza con él, y que ahora se dispondría a devorarlo. Tragó saliva y se retorció tratando de escapar de su abrazo, pero ella lo presionó más contra su pechera inmovilizándolo completamente.

—¡Por favor, no me comas! —gritaba Caleb, aunque dudaba si ella lo entendería.

Obviamente la respuesta era no. Y Caleb se angustió, le vino a la mente los recuerdos de su infancia, cuando jugaba con sus amigos y en donde estudiaba, su primera novia y cuando terminaron, el día del "funeral" de su padre y cuando adoptó a Bianca. "Ay, Bianca"; pensó en su gatita. A Caleb se le salió una lágrima al darse cuenta de que posiblemente jamás la volvería a ver, jamás volvería a oír sus maullidos y jamás entraría a casa y vería que ella venía corriendo a recibirlo.

Sus hombros se sacudieron por el llanto y sintió como las garras de la mujer réptil se acomodaban bajo sus hombros y lo alzaban hasta su rostro. Ella le dirigió una mirada comprensiva y movió la boca en un lenguaje que él no podía entender.

Su pequeño humano había empezado a llorar.

—¿Qué te sucede? —preguntó Liza muy angustiada—. Oye, si es por Irina, ella jamás volverá a molestarte. No lo voy a permitir, tienes mi palabra —Al terminar de decir eso, le sonrió y le acarició la mejilla con la mano izquierda; cosa que el humano no le agradó y trató de alejarse—. ¡¿Qué tienes?!

Liza se estaba desesperando, era complicado no poder entender a los humanos; aquellos seres frágiles e inofensivos. La respiración de Liza se aceleró y, en ese momento, una idea se le vino a la mente, una idea que en un principio no se le ocurrió; quizá por aquella desesperación que nubló sus pensamientos. "¡Rorark!"; su nombre vino de forma inmediata y luego se dio una palmada en la frente. Ese acto casi hace que casi dejara caer a su humano, pero pudo sostenerlo fuertemente de la espalda; sin embargo, llegó a hacerle unos rasguños.

El humano gimió aunque no tan fuerte a cuando le rompió la mano, pero eso no significó que la reacción de Liza sea menos alarmante. Tenía que ver a Rorark de inmediato, tenía que ver a su viejo maestro.

Rorark era un maestro científico, quien junto a su hija (una Réptel que a la vez era la mejor y única amiga de Liza en todo Camaria) había decidido mudarse a un pantano a las afueras de la ciudad en donde seguía con sus proyectos científicos.

Habían dos formas de llegar a la casa de Rorark, una era nadando por el pantano y la otra era irse caminando. Al ser una buena nadadora, lo cual era de las pocas cosas que podía restregarle a Irina, Liza se zambulló con su humano en los hombros y nadó velozmente contra la corriente; parecía un pez. De vez en cuando salía a la superficie para tomar aire y para que su humano también lo haga.

Finalmente, llegaron a la cabaña de Rorark. Estaba construida en una plataforma de madera a pocos centímetros sobre el nivel del agua. Las paredes estaban hechas de troncos con un par de ventanas. La puesta estaba en el lateral derecho y daba hacia un puente colgante que conectaba con tierra firme. Liza y el humano se quedaron viendo la casa por unos momentos. Una luz se veía por la ventana, lo que indicaba que había gente.

Liza no tardó en saltar hacia el frente de la casa y tocar la puerta fuerte y de forma repetitiva. Casi inmediatamente les abrió un Réptel jorobado, con barba de chivo y escamas bastantes arrugadas. Su toga blanca caía hasta más debajo de su cintura, como si hace mucho dejara de quedarle.

—¿Sí, buenas? —dijo.

Sus párpados apenas estaban abiertos. A juzgar por la hora de aquel momento, Liza dedujo que toda la noche y esta mañana estaba trabajando, y que apenas pudo conciliar el sueño. Se sintió un tanto culpable por interrumpirle. No obstante, su humano era más importante.

LA TIERRA DE LOS RÉPTELSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora