Capítulo 5: LA CIUDAD DE LOS RÉPTELS

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Un par de horas habían pasado, el sol había subido lo suficiente en aquel hermoso cielo despejado y su luz iluminaba el extenso bosque. Allí, en una de las colinas cubierta de árboles, se encontraba un grupo de Réptels yendo sobre unos extraños caballos. Iban en fila, todos ansiosos por saber qué le pasaría al humano que acababan de encontrar.

Una de las Réptels, que iba sobre uno de los caballos, no parecía emocionada por llevar al humano ante el rey de Camaria. Liza iba sentada a horcajadas sobre el lomo del animal, cabalgando detrás de Kroc, a quien miraba con una expresión entristecida. Kroc llevaba en su espalda al humano, encerrado en una jaula de manera en forma de pirámide, que usaban para cazar moscones para comer. Por un momento Liza se imaginó al humano partido en varios pedazos en un plato, hizo un gesto incómodo y miró al humano que yacía apoyado contra los barrotes, con las rodillas cerca de su pecho y los brazos cubriéndole el rostro cabizbajo. Con solo mirarlo de esa forma, Liza se vio reflejada, no quería tener el mismo trato si hubiera sido ella la que habría ido a su mundo.

—¿Simpatía por el humano? —preguntó Irina cabalgando a su lado.

Liza puso los ojos en blanco y centró la mirada hacia adelante, liberando una forzosa respiración.

—Irina, no estoy de humor —masculló Liza.

La Réptel amarilla esbozó una risa burlona.

—¿Te importa tanto? —siguió insistiendo Irina.

Los ojos de Liza parpadeaban rápidamente, al mismo tiempo que cerraba los puños temblorosamente. Sentía como hervía la sangre y sabía cómo iba a terminar esto si Irina seguía hablando.

—Ya me espero la orden de nuestro rey —siguió Irina, sin percatarse del gruñido de Liza, que le advertía insistentemente que no siguiera hablando—. Supongo que lo mandará a los cocineros y ellos prepararán con él un rico festín. Tal vez te toque la cabeza o mejor aún, la...

Sin embargo, antes de que terminara la frase, Liza estrelló su puño contra su hocico e Irina cayó al suelo con las ranuras nasales ensangrentadas. Kroc se giró al instante, yendo a toda velocidad y haciendo que el humano rebotara en la jaula; sin hacerse daño.

—¿Qué pasó? —aulló Kroc.

El pecho de Liza subía y bajaba por la adrenalina apenas liberada.

—¡Ella me golpeó! —gritó Irina aún en el piso y señalándola insistentemente.

—Era eso o que te encierren —dijo uno de los Réptels que estaban detrás de ellas, que Liza conocía como Gura—. Recuerda que la chica a la que estás molestando es la princesa.

En ese momento, Irina se levanta limpiándose la sangre de la cara con las manos y sin despegar una mirada amenazante de la princesa.

—Falta poco para llegar a Camaria —dijo Kroc—. ¿Podrían contener sus peleas?

Liza asintió y dirigió la mirada hacia Irina con una sonrisa arrogante.

El orgullo de Irina la hizo quedarse inmóvil por unos segundos, mirando atentamente hacia Liza como si fuera la siguiente víctima de su espada. Por años, Irina había sido considerada como una hija para el Ghorag, siempre dándole preferencia tan solo porque era la más fiera del ejército; como Kroc. De allí su libertad de portarse tan desafiante con Liza, cosa que indudablemente debería ser al revés.

—Bien —gruñó la Réptel amarilla.

Kroc puso los ojos en blanco mientras suspiraba. Afortunadamente, ambas chicas no se pelearon en todo el camino que restaba para llegar a Camaria; que solo demoró unos minutos.

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