X.- Droga

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Takemichi se encontraba sentado en una pequeña terraza en su casa, entre sus dedos descansaba un cigarro, el humo se perdía en el clero cielo al igual que su mirada vacía.

- No estas enojado. – dijo Akkun parándose al lado de su mejor amigo.

- Debería de estarlo. Los involucraste, de nuevo.

- Ellos iba a involucrarse sin importar lo que pienses. – suspiró mientras colocaba su mano sobre el hombro del azabache – Hay algo que no entiendes Michi y nunca lo has entendido y es el valor de tu vida, simplemente lo que vales solo siendo tú. Cambiaste muchas cosas en tus viajes en el tiempo y te involucraste en las vidas de las personas más que nadie, no cualquier está dispuesto a sacrificarse una y otra vez solo por la felicidad de los demás. No eres egoísta por querer un mundo donde todos estemos vivos pero tienes que serlo porque tú mereces ser feliz y poder descansar. Tu corazón es tan basto que amas a muchas personas y sé que ellos te aman de la misma manera. – sonrió con tristeza – Creo que se acerca el momento donde puedas ser libre y dejar todo este embrollo atrás. Agradezco todo lo que has hecho porque has sacrificado más que nadie y no han podido verlo. – se colocó frente al azabache tomando su rostro entre sus manos – Yo lo he visto. Me doy cuenta de todas las consecuencias de nuestras acciones que tus has tenido que pagar. Evitaste las muertes que viste una y otra vez, sacaste a Mikey de esa oscuridad que lo rodeaba devolviéndole a sus hermanos y evitando que las personas que más ama murieran pero tú también eres importante Takemichi y mereces el mundo entero por lo que has hecho pero sé que no es lo que quieres así que solo descansa cuando sea el momento adecuado. – led dijo Akkun con una sonrisa mientras acariciaba la mejilla de su mejor amigo y se iba de ahí.

- Él tienen razón. – le dijo Izana mientras lo abrazaba por el cuello. – Nos diste una oportunidad, nos salvaste.

- Es lo que debía de hacer.

- No. Es lo que querías hacer y es una de las razones por las cuales les importas a muchos aunque sean unos idiotas que no se dan cuenta.

Takemichi cerró los ojos dejando que el olor a tabaco lo inundara pero también el aroma a ciruelas del albino.

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Draken se encontraba recargado sobre una pared en la zona de estudiantil. Los adolescentes caminaban sin preocupaciones disfrutando de las charlas infantiles y bromas entre ellos. Él extrañaba esas charlas y esa despreocupación, ellos conocían la crueldad del mundo a esa edad pero no eran realmente conscientes de lo que sucedía, no tenían la menor idea de lo que ocurría y Takemichi había tomado toda la responsabilidad reviviendo una y otra vez las peores cosas que jamás se pudieron imaginar. Él sabía que estaban siendo egoístas al tratar de sacar al azabache del mundo que había creado, no era tan fácil como Mikey quería verlo, ellos habían roto a ese bello ángel.

- Encontramos al tipo – le dijo Chifuyu desde el pequeño comunicador que Koko les había dado a cada uno.

Draken miró a un universitario de sonrisa amable de cabello azabache de ojos violetas, debajo de ellos había unas enormes ojeras. El chico estaba hablando con unas estudiantes.

Mikey apareció a su lado con una sonrisa mientras arrastraba al chico a un callejón.

- Bien. – caminó hasta el callejón donde le chico temblaba en el suelo – Necesitamos información acerca de tu jefe porque el nuestro no es muy paciente y sabe lo que esta ocurriendo. Si nos dices lo que queremos puede que no te suceda nada. – le dijo Draken de manera seria.

- Puedo llevarlos a la fábrica, ahí esta mi jefe. Compraba un poco de droga y tuve que pagar mi deuda siendo traficante. – dijo el chico con la mirada en el suelo.

Draken asintió. El chico los llevó a donde estaba su jefe mientras que ellos habían activado sus localizadores y Koko se encargaría de decirle a Takemichi donde estaban.

Al entrar se encontraron con un grupo de hombre haciendo la droga mientras otro la revisaba, suponían que era el jefe. Todos con portes de pandilleros así que sería sencillo.

La TOMAN atacó sin piedad dejando a todos inconscientes, heridos y atados.

El sonido de motocicletas y autos retumbó en el lugar y entró por la puerta Takemichi vestido con un pantalón de vestir negro, una camisa azul marino con algunos botones abiertos dejando ver su pecho. Su porte era serio y de temer, imponía respeto y más con sus subordinados cuidando de su espalda.

- Es hora de hablar hijos de puta. – dijo Takemichi con una mirada fría como el hielo. 

Adiós HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora