Capítulo VII

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Canción: Umbrella -Ember Island


   —Buenos días, el desayuno se enfría. —Sentí que movió un mechón de cabello muy delicadamente.

   —Buenos días,  ¿Qué hora es? —Me senté.

   —Son las ocho. ¿Cómo dormiste? —Se levantó del borde de la cama y esperó a que yo hiciera lo mismo.

   —Bien, ¿y tú? —Hace varios meses no dormía tan bien. Era como si me hubieran dado varios sedantes.

  —Divinamente. Espero que te guste lo que preparé. —Al sentarme en el taburete, vi un pancake sonriente, unos huevos revueltos a la par y una taza de Macchiato. Eso era tierno.

   —Se ve delicioso, ¿De verdad preparaste todo esto?

   —Me gusta cocinar. —Empecé a comer aunque no tenía hambre.

   —Muchas gracias, está delicioso. —La verdad sí se le daba muy bien cocinar.

   —No tienes que agradecer todo.

   —Claro que sí, haz hecho demasiado.

   —¿Cómo va la universidad?

   —Es más pesado de lo que creí. ¿Se pone mejor?

   —No, pero te acostumbras.

   —¿Cómo te va a ti?

   —Un poco regular.

   La conversación se alargó más de lo que quisiera admitir. Él era agradable, pero no quería ser un problema. Las personas no invitadas en mi casa nunca fueron bienvenidos, las visitas espontáneas jamás funcionaron.

   —Voy a cambiarme.

   —¿Tienes que irte? Quédate un rato. —Me dio una pequeña sonrisita. No podía, —Ni quería— negarme, ese hombre se había preocupado más por mí en esos días que mi propia familia, y no era una exageración.

   —Bueno, podría quedarme un rato. —De manera instantánea su sonrisa se agrandó.

   —¡Genial! Tengo unas películas nuevas, ¿Quieres verlas?

   —Las películas están bien, déjame ayudarte.

   Hicimos una pequeña limpieza en la cocina, y volvimos a la habitación. El departamento era lindo, un poco desordenado, pero no es como que yo sea ordenada.

   —Acuéstate si quieres, voy a darme una ducha rápida. —El saltamontes tomó una toalla y se fue. Me senté en la cama y revisé mi móvil.

Elodi: ¿Dónde estás? 7:30 a.m.
Elodi: ¿Cuando te fuiste? 7:31 a.m.
Elodi: Voy a ir al departamento a hablar con él, te cuento luego. 8:10 a.m.

Yo: Es una larga historia, no creo que vuelva antes de las doce, suerte. 8:40 a.m.

   Luego de un rato el Saltamontes con solo con unos pantalones de chándal grises apareció en la pieza, buscó algo en el closet, me dio una toalla, unos pants y una sudadera.

   —Yo tengo mi ropa de ayer, no te preocupes.

   —¿Cómo te vas a poner ropa de ayer? Eso no.

   Los acepté con un poco de insistencia. Me cepille los dientes y entré a la ducha. Había intentado no llorar desde el primer día, cosa que se me complicó un poco, pero en la ducha era otro asunto. Allí en un momento tan privado y con el agua cayendo en mi rostro, me permitía llorar. No podía tolerar ver mi cuerpo tan marcado, simplemente no lo soportaba. Quería poder volver y evitar lo ocurrido. Al menos no estaba tan sola como creía, George se había comportado como un verdadero sol y si era sincera que pusiera las almohadas para no incomodarme me conmovió un poco.

Si Decides Marcharte (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora