࿇01࿇

2K 174 44
                                    

El Palacio estaba de festejo. Los nobles hablaban entre risas falsas pero muy bien practicadas, algunos bailaban coordinadamente y otros bebían con sonrisas entrenadas, desde los rincones mientras observaban el desarrollo de la fiesta. Los sirvientes procuraban rellenar las copas, asegurarse de la comodidad de todos y caminar con una bandeja en su mano para ofrecer aperitivos.

Aunque todo avanzaba bien esa noche, cierta azabache estaba teniendo problemas con un noble bastante insistente, sin embargo, intentó manejar la situación con la mayor educación posible.

—Le ruego que deje de insistir, Conde Inuyasha. Me está incomodando y me meterá en problemas por interrumpir mi trabajo —dijo Kagome con la mayor cortesía que pudo reunir.

Como sirvienta, una simple plebeya, la mujer no podía insultar o golpear al noble, pero ganas no le faltaban. Además que, ninguna de sus compañeras intervino para ayudarla, mucho menos la encargada de las sirvientas, quien miró hacía otro lado ante la situación. Los nobles podían hacer lo que quisieran por su título, eso era conocimiento básico, pero Kagome no cedió.

—Señorita Kagome, sólo pido tener un momento a solas con usted luego de la fiesta. Para conocernos mejor. — Toda esa educación dirigida hacía ella era un truco para encantarla, para hacerle creer que la consideraba su igual, pero estaba claro que era una estrategia. Rosas con espinas escondidas.

Él tomó su mano, acariciando su piel con sus dedos, sonriendole dulcemente, sin embargo, con la misma sonrisa cortés, la azabache apartó la mano bruscamente.

—Debo rellenar copas, Conde. Si me disculpa. — Se despidió de él por tercera vez esa noche, pero estaba segura que volvería a insistir en un rato.

El Conde Inuyasha tenía un porte bueno, era incluso encantador en personalidad y belleza. Un Conde soltero como él era bastante codiciado, pero tenía fama de perseguir a la servidumbre que le llamaba la atención y acostarse con ella, para luego tratarla como basura. Kagome no pensaba ser su próxima víctima.

En silencio, sin desear molestar charlas entre nobles, la azabache sirvió bebidas en copas vacías o medio llenas, observando constantemente por si alguien más quería su servicio. Pero a nadie pareció interesarle su alcohol luego de oír como se anunciaba la llegada del tan esperado cumpleañero.

—¡El Rey Sesshomaru a llegado! — Se anunció desde la puerta principal, abriéndose ambas puertas enormes un segundo después.

El bullicio comenzó, no sólo por la llegada del Rey al Palacio, sino por su regreso al reino, ya que había ido al reino vecino para aclarar unos asuntos de alianza, por lo que estuvo fuera algunas semanas.

Aún así, su presencia era abrumadora.

Su porte, tan divino, de belleza envidiable. Ojos ambarinos, feroces, cabello largo y sedoso, cuerpo firme, aura intimidante, personalidad atrapante. Todo lo que era él se lo consideró perfecto, pero así como era hermoso, era un Rey respetado y temido. Alguien admirable.

Sus pasos resonaron fuertemente en el salón a pesar del ruido de voces bajas que había, su mirada analizadora, viendo a cada persona del lugar, hasta que se detuvo en la sirvienta que lo miraba igual de fascinada que todos, sin embargo, en cuanto sus miradas chocaron, la azabache tragó en seco tras reanudar su trabajo.

Los invitados lo roderon, saludandolo de manera emocionada, por lo que los sirvientes se reunieron en una esquina al tener sus momentos de descanso.

—La próxima vez que el Conde insista, aceptas. Sería una vergüenza si se corre el rumor que una sirvienta lo rechazó. Recuerda que no estás por encima de él. — La encargada principal aprovechó la oportunidad para decirle aquello a Kagome.

La sirvienta del Rey |Sesshome|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora