࿇Capítulo 5: "La Reina"࿇

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La miraron con recelo, logrando que el pecho de la azabache se sintiera aún más pesado por toda la presión que estaba teniendo desde aquella noticia la noche anterior. No tuvo opción ni tampoco lo eligió, pero al parecer nadie lo entendió.

Sus ojos navegaron hacía los costados mientras ataba su delantal blanco sobre su uniforme, dándose cuenta que aunque las demás también se preparaban, la siguieron mirando como si fuera un sapo de otro pozo.

—No tiene que ser así —dijo de repente en tono exasperado, logrando que las siervas dejen de hacer sus cosas para prestarle su atención al darse cuenta que sus palabras se dirigía a todas.

—¿No tiene que ser que? —preguntó la más curiosa y valiente, entre medio de las calladas pero interesadas.

—No tienen que tratarme diferente o estar celosas, porque, no lo nieguen, lo notó y lo saben. El Rey podrá tener belleza, sin embargo todas sabemos que también es intimidante y si no le servimos bien, podemos terminar sin cabeza, ¿qué de grandioso es servirle? Además, ¡Soy malditamente igual que ustedes, estamos en el mismo nivel! —exclamó molesta, pero a la vez desesperada por volver las cosas a como eran antes.

El silencio reinó por un momento ante las miradas incrédulas, hasta que una risa sarcástica destacó entre la multitud, creando aún más drama para las interesadas en aquel desenlace, quienes se movieron para revelar a la culpable de aquella risa.

Kagome observó consternada a su antigua compañera de área, ya que era una sirvienta tímida y amable, demasiado tímida como para decir cualquier cosa, pero tal parecía haber tenido un gran impacto sus palabras en la mujer.

—¿Igual a nosotras? —preguntó, llena de amargura —. No eres igual que nosotras, por eso es que te miramos así. ¿Crees que el Rey te tocaría una sola hebra de cabello? Si alguna de nosotras fallara como sirvienta, seríamos decapitadas como dices, pero si fallaras, solo sería una tonta equivocación olvidable, ¿entiendes? — Fue la voz de la multitud, expresando lo que todas callaron.

La azabache apretó los labios, asimilando bien todo lo que había escuchado. No quería creerlo, su corazón dolía y se negaba a aceptar tal cosa, pero su mente tenía claro su posición en el castillo, dándoles la razón. Aún así, eso no cambió el hecho que ella no lo eligió.

—Porque soy la joya del Rey, ¿verdad? —dijo en voz alta lo que tanto escuchó y a la vez odió.

La afirmación oral no fue necesaria, solo tuvo que ver como varias siervas asentían en silencio, sin verla a los ojos.

—Ni siquiera sabe el nombre de su general, pero recuerda a la perfección incluso tu apellido. Tú jamás fuiste una de nosotras cuando el águila imperial siempre tuvo un ojo en ti. — Finalizó la sierva antes tímida sin contenerse.

Mientras el pecho de la azabache dolía por tanto rechazo hacía su persona, abrió y cerró varias veces la boca, observando como la mujer que la enfrentó se iba del lugar para comenzar su día laboral, dejando el drama atrás. Las demás reaccionaron poco después, esparciendose al darse cuenta que llegarían tarde a sus quehaceres.

—Yo no elegí esto —aseguró ante los pocos que quedaban.

Cruzó miradas con Sango, quien vió todo desde un rincón, escondida detrás de los demás cuerpos, pero ahora a la vista al quedar al descubierto.

—Aún así, tu posición es envidiable. Y... aunque era una mala mujer, no queremos terminar como la señora Kagura. — Se atrevió a hablar, en un tono dulce pero triste, abandonando el lugar para no interactuar de más.

—Ve lo positivo, tu bebé tendrá privilegios —dijo otra, menos empatica antes de irse también.

Sí... privilegios... Suspiró desanimada, acariciando su estómago plano por inercia al recordar que cargaba una vida dentro de ella. Había sido tanto el estrés que por un momento lo había olvidado.

La sirvienta del Rey |Sesshome|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora