࿇Capítulo 7: "La puerta"࿇

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La fría brisa movió su cabello, erizando su piel por no llevar la vestimenta adecuada para aquel clima, sin embargo, poco le importaba a la triste azabache. Los escalofríos fueron soportables. Necesitaba aire; pensar y alejarse al fin de cualquier mirada juzgadora. Las únicas veces que podía encontrar esa paz fue en la madrugada, donde todos, —excepto los guardias nocturnos—, dormían para estar lúcidos la mañana siguiente, algo que ella también debería estar haciendo, pero no pudo desde hace tiempo, cayendo en el insomnio.

"Kagome..."

—"Kagome..."

—"Kagome..."

—"La joya..."

—"La sirvienta..."

Donde fuera que vaya, su nombre o apodo hacía eco en los rincones cuando las bocas se abrieron, listas para soltar cualquier cosa que la implicara.

Ella solo quería lo mejor para su bebé y, también, para sí misma. Eso no era lo mejor.

Algo suavemente cálido le rodeó el cuerpo, sintiendo la textura contra su ropa. Era una cobija en sus hombros, protegiendola del frío. Una simple cosa la hizo sentir menos sola, lo cual fue deprimente.

Al levantar la mirada para saber quién era el responsable de aquella calidez, se encontró con esa mirada arrepentida de la que muchas veces evitó ver, porque su corazón solo ardía aún más tras notar lo sola que realmente estaba entre plebeyos, nobles y realeza. Ella nunca encajó en ninguna categoría. Así que, desanimada, su mirada volvió a bajar, centrándose en el suelo para ignorar la nueva presencia.

Sin embargo, la persona no quiso captar la indirecta, sentándose tercamente a su lado, en el mismo escalón de una de las entradas al castillo, donde la azabache se escondía. A comparación de todas las otras veces, no quiso alejarse de la chica, dejando el miedo a un lado una vez en su vida.

—Las otras mujeres han estado hablando sobre ti —declaró en voz baja, tranquila, mientras intentaba iniciar una conversación.

Kagome al principio no tenía intenciones de responder, sabiendo que la conversación solo la llevaría a más problemas, aquellos de los que escapaba para poder respirar libremente. Pero, sabía que aunque vaya a los confines del mundo, jamás podría estaría lo suficientemente lejos. Siempre habría más problemas, era parte de la vida.

—¿Cuándo no? —bufó, cansada de las voces —. Pareciera que soy su único tema de conversación — Un tono burlón escapó de sus labios, sin levantar la vista para dirigirse directamente a la otra mujer.

Sango dudó sus siguientes palabras, creyendo que sólo agregaría más sal a la herida. Sin embargo, ya había tocado el tema, por lo que su moralidad se sintió en conflicto por un momento. Aún así, estaba decidida a que su amiga debía saberlo, por lo que sabía que lado iba a ganar en su batalla interna.

—Sin embargo, sus charlas tomaron un rumbo diferente —comenzó, analizando la reacción de la azabache —, hablan sobre la situación del harén. Las concubinas del Rey comienzan a inquietarse. — Fue vaga en palabras, intentando ser lo más suave posible al informarle los nuevos rumores.

El ceño de Kagome se frunció, intentando descifrar que tenía que ver ella en eso. Apenas había escuchado sobre el harén de su gobernante, todo lo que sabía era que es extenso, con varias mujeres hermosas que todo el tiempo intentan captar la atención completa de su Rey, las cuales, a su vez, caminan por los pasillos como si fueran suyos y le echan una que otra mirada disgustada cuando la ven, sin embargo, no tiene conocimiento más allá de ello.

Entonces, lo entendió.

—Me consideran una amenaza —afirmó, sin tener que preguntar lo obvio.

Se habría reído de lo estúpido que sonaba.

La sirvienta del Rey |Sesshome|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora