La sostuvo con firmeza, como si tuviera aquel temor de que pronto, desaparecería de sus brazos. Se sintió irreal. Un hermoso sentimiento floreció más fuerte de lo imaginado. Ella era tan dulce, tan cálida, que hizo al Rey codicioso, deseando más, mucho más.
—Ma-majestad —tartamudeó entre besos, pero él no la escuchó, perdido en su sabor.
Sus puños se cerraron en el pecho del Rey, aún así, no evitó que el contacto físico siguiera su curso. Su alma pareció brillar de alegría por las sensaciones tan bellas que le transmitía el albino a través del divino y apasionado beso, sintiendo como las manos de su Majestad se volvían atrevidas al recorrer su cintura, acariciando por encima de su vestido.
Sin embargo, sus manos se detuvieron cuando, en sus suaves caricias, detectó el pequeño bulto en la barriga de su sierva.
Dejando escapar una exhalación, separó sus labios de los de ella para observar hacia abajo, donde sus manos permanecieron quietas en el bulto, acunandola. Fue tan dulce su acción, que el corazón de Kagome latió esperanzado por una fantasía que su mente no tardó en crear a pesar de sus negativas.
Estaba cerca de los tres meses, por lo que aún no había movimientos de su parte, pero la alegraba el alma comenzar a ver los pequeños cambios, impresionada de que él también lo haya notado.
—Aún es reciente, pero será una gran barriga si ya empieza a mostrar resultados. — Habló en tono bajo, temerosa de romper el bello momento que se formó tan naturalmente.
Lo único que escuchó fue un tarareo como respuesta, ya que el hombre estaba hechizado por su nuevo descubrimiento, como si fuera lo más interesante e importante del mundo.
Y en su mente perdida, no pudo evitar preguntarse; ¿Por qué ese no era su bebé?
Su orgullo se rió. Y otra voz le murmuró; de manera elocuente.
Como si estuviera bajo un encanto, su cuerpo se movió de manera automática, dejando el bulto para mover sus manos hacía arriba, acariciando el cabello azabache con delicadeza. Su mano izquierda, corrió un mechón hacía atrás de su oreja, para apreciar de forma más precisa la belleza de la mujer, cuya mente estaba nula al presenciar el cambio repentino de su Rey.
—Mira a tu Rey, Kagome. —demandó en tono ronco, áspero, pero no menos atractivo. Sin embargo, ella no quiso hacer caso, negada a levantar la mirada, prefiriendo la ignorancia —. ¿Acaso pretendes desobedecer a tu soberano? — La acorraló aún más contra la pared, acariciando con el pulgar el labio inferior de la sierva, ahnelante.
Sus ojos se volvieron llorosos, pero sin intenciones de llorar, sólo lágrimas estancadas para demostrar su disconformidad floreciente ante la situación.
—Tú no eres mi Rey. — Al fin habló, llena de rabia por volver a la misma situación tras creer que se había terminado.
Su voz firme, con un tinte de veneno, acompañó su mirada llena de rechazo al decidir enfrentarlo, mirando fijamente aquella mirada rojiza, cuyas pupilas retraidas eran similares a las de un gato. Pero, al contrario de la azabache, él demostraba diversión e incluso locura.
—No seas hiriente, sirvienta. Recuerda tu lugar —advirtió, soltando su agarre al dar cuatro pasos atrás, para así poder mirar de arriba hacía abajo a la intimidada mujer, examinando cada detalle de su existencia —. He regresado, Kagome. ¿Ahora qué harás al respecto? Porque está vez, yo llevo la corona —sonrió, tan cínicamente que ni siquiera el verdadero Rey era capaz de imitar.
Sus puños fueron apretados en su larga falda, impotente de ver la misma mirada que vio años atrás, donde los días fueron grises para el reino. Nunca creyó que volvería, pero allí estaba, burlándose en su cara.
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La sirvienta del Rey |Sesshome|
Fiksi PenggemarNo era más que una sirvienta en el Palacio real, sin embargo, luego de servir en el baile anual que ofrece el reino para todos los nobles, su vida cambia cuando el Rey la convierte en su sierva personal cuando rumores recorren los pasillos del casti...