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La multitud de sirvientas se dispersó con la presencia de los guardias, escondiéndose dentro de sus habitaciones, pero aún observando como se desarrollaba la situación. Kagome había abofeteado con fuerza a Kagura, la ira hirviendo en la palma de su mano por la breve mención del ahora innombrable hombre.

La azabache superó su límite, defendiendo a su hijo, quien nacería sin padre y sería criado solamente por el cuidado amoroso de una madre. Lo había decidido tras dejar el vaso lleno a un costado de la cabaña de Kaede.

—Señorita Kagome. — El guardia llamó la atención de ambas mujeres, cuyas miradas eran de muerte al verse fijamente —. El Rey Sesshomaru solicita su presencia en la sala del trono. Por favor, acompañeme —pidió con amabilidad, entrometiendose entre ambos cuerpos para parar la tensión que se había creado.

Siendo tomada del antebrazo, Kagome fue prácticamente abligada a caminar cuando no se inmutó. Tanto Kagura como la azabache se desafiaron con la mirada, en un silencio abrumador para los demás, hasta que finalmente la sirvienta abandonó el lugar junto al guardia a cargo y cuatro escoltas más detrás de ellos.

—Te has metido en un problema, Kagome. Pero no creí que otra vez sería con Kagura —habló el guardia principal una vez que estuvieron alejados de los chismosos.

—Esa mujer siempre tuvo algo contra mí. Envidia quizás. Pero siempre fue aborrecida por todo lo que le ha hecho a mis compañeras —declaró, tranquila, pero su corazón aún latía rápidamente por la adrenalina.

El general resopló, de acuerdo con las palabras de la sirvienta. Luego miró de reojo el estómago plano de su amiga, volviendo sus ojos al frente cuando se acercaban a la sala del trono.

—¿Es verdad que estas embarazada? —preguntó con cautela.

Sin mirarlo, Kagome respondió con firmeza;

—Sí. Es reciente, pero es verdad. Aunque todos están reaccionando de una manera exagerada. Soy una sierva embarazada, nada nuevo, no entiendo las reacciones —suspiró, cansada del alboroto.

—Dado tu posición en el pasado, incluso el interés del Rey por un asunto tan tribal en la actualidad, las voces hablan con veneno. Eres una excelente persona, Kag, sólo que muchos te tienen rencor por algo que no pudiste manejar ni era tu intención —informó con el ceño fruncido —. Sé que no me corresponde, pero así como fuí leal a ti en el pasado, lo soy ahora.

—No se te ordena tal cosa.

—Pero quiero hacerlo, no es necesario una orden. Incluso podría despellejar a quien te hizo eso. — La miró, señalando el estómago de la azabache.

—Aunque agradezco la tentativa oferta, no es necesario. Tu amistad y apoyo es suficiente, Naraku. — Le regaló una sonrisa resplandeciente, haciendo exhalar al hombre por su terquedad.

—No eres la primera ni serás la última. En sus garras caerán más víctimas, ¿y lo dejaras tener un festín sin castigo?

Ambos pararon en seco frente a las grandes puertas blancas, por lo que Kagome giró hacía el general, mirándolo con insistencia para que dejara caer el tema.

—Le haré pagar, pero por mí misma—aseguró.

—Eres una sirvienta, estas en lo más bajo de la jerarquía, ¿cómo llegarás a él? —cuestionó, tratando de que entienda su punto.

—Confía en mí. Cuando sea la hora, se retorcerá bajo mi zapato. — Había tanta seguridad en su tono que incluso el propio Rey hubiera creído en sus palabras.

Naraku apretó los labios para callar su voz, sólo dándole un asentimiento como respuesta para terminar la conversación. El Rey era impaciente, no debían hacerlo esperar.

La sirvienta del Rey |Sesshome|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora