Capítulo 2 | Parte I

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Capítulo 2

Parte I


El centro comercial estaba lleno de gente, los niños corrían a toda velocidad hacia el área de juegos del primer piso mientras Diana avanzaba con grandes zancadas en la misma dirección. Una imagen de Diana metida en las piscinas de pelotas, pasando por los tubos plásticos de colores y empujando a los niños, cruzó la mente de Morgana. No pudo evitar sentirse avergonzada con la idea, se visualizó pidiendo disculpas a los encargados por el inaceptable comportamiento de su amiga.

En realidad, no era su amiga, de eso estaba segura pero no encontraba la palabra correcta para definirla. Una relación de amistad es eso, una relación. Algo que nace con el tiempo y suele estar cimentada en confianza y una serie de valores que caracterizan y benefician a ambas partes. Su historia con Diana se limitaba a un par de conversaciones que involucraban su primera charla —presentaciones incluidas—. Eso sumaba dos o tres encuentros en dos días. En resumidas cuentas, eran desconocidas con el mismo centro de estudio en común.  

Diana tiró de su mano sacudiendo de su cabeza toda la categorización mental de su relación. Morgana se dejó arrastrar, estaba cansada de batallar contra el muro impenetrable que representaba su compañera. No había forma de atravesarla, solo rodearla y eso implicaba seguirle el juego. Cuando pasaron la colorida entrada con dibujos de globos y caricaturas de animales, un gran alivio le recorrió el cuerpo a Morgana. Por un segundo había creído que cruzarían el arco verde con dirección al cordel amarillo que cercaba el área de juegos, separándola de la pequeña recepción. Todo con la intención de perderse en la infinidad de atracciones infantiles.

Las risas de los niños y el barullo amortiguado de sus gritos de felicidad se mezclaron con el sonido ambiente de la primera planta del edificio. Diana se detuvo frente a las puertas metálicas de los elevadores y después de presionar el botón que parpadeaba en la pared, soltó la mano de Morgana. La campanita que anunciaba la llegada del ascensor se escuchó al mismo tiempo que las puertas se habrían. Un grupo considerable de personas abandonó el reducido espacio de la cabina, dejándoles sitio para subir. Sin asegurarse de que alguien más fuera a entrar, Diana viró su atención hacia el panel e hizo que la puerta se cerrara. El cubículo comenzó a moverse a los pocos segundos, Morgana sintió el vacío en el estómago que siempre le provocaba subirse en ascensores.

Mientras se trasladaban de un piso a otro, Diana tarareaba una canción agitando la cabeza levemente, sus movimientos comedidos ponían en evidencia su apego al ritmo que solo ella escuchaba. Morgana reconoció en sus versos musitados, palabras extranjeras que no lograba comprender. Y ahí estaba, de nuevo, el precioso acento de su singular acompañante. Su voz vibraba a través de sus delicados labios que se fruncían y relajaban en cada entonación y cambio. El timbre era tan marcado y claro en el susurro que era su voz, que no pudo evitar mirarla por el espejo que cubría las puertas del ascensor.

La chaqueta se ajustaba a su figura delgada, era esbelta y tan alta como Morgana. Todo el vestuario parecía sacado del guardarropa de una súper modelo, de esas en que cada prenda luce estupenda. Pero claro, Diana tenía el porte necesario para destacar con ello. El cabello negro, oscuro y brillante como obsidiana le enmarcaba el rostro confiriéndole una apariencia dulce que contrastaba con la rudeza que le daba el maquillaje a sus facciones. Su nariz respingada resaltaba pues mantenía los ojos cerrados al cantar.

Morgana se preguntó de nuevo sobre su origen, estaba intrigada por el país que la había visto nacer. ¿Tendría hermanos? Si los tenía, ¿se verían como ella? ¿Serían muy apuestos y de facciones distinguidas como las suyas? ¿Su voz resonaría con la misma fuerza que la de Diana? ¿Cerrarían los ojos al cantar en los ascensores con desconocidos?

Morgana - El Ángel Caído (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora