Capítulo 2 | Parte III

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Capítulo 2

Parte III


Diana la tocó levemente con el codo al no recibir una respuesta de su parte. Morgana tomó aire y atendió a su insistente llamado.

-No sé a qué te refieres -le dijo siempre manteniendo su voz en un tono bajo.

Diana hizo un gesto con la cabeza para señalar al hombre apostado en la entrada. Era tan descarada y desinhibida que Morgana solo pensaba en dejarla sola. A fin de cuentas, sabía que la chica encontraría, más temprano que tarde, a alguien más a quien molestar. Negó con la cabeza, no quería verbalizar nada, prefería evitar que los demás escucharan. Se sentiría como una idiota si por culpa de Diana el guarda espaldas malinterpretaba la situación y terminaba creyendo que ella lo decía atractivo.

-Me gusta su cabello, es decir, el hecho de que sea rubio -empezó como si nada. Estaban a escasos cuatro pasos del hombre y ella hablaba de él como si no estuviera del todo cerca. Morgana se estremeció-. No me gusta el color en mí pero tengo que admitir que ese agente está para chuparse los dedos.

Morgana se cruzó de brazos y le dirigió una mirada de censura. Quizá con aquel gesto conseguiría hacerla callar. Sin embargo, cuando retomó la conversación, Morgana solo se encogió de hombros. Si algo pasaba con el tipo, Diana tendría que arreglárselas ella sola.

-Siguiente grupo -pidió una nueva voz desde la librería.

Antes de que Morgana pudiera volverse, Diana ya la empujaba para que avanzara hacia adentro dejando atrás el ansia por espera de los fanáticos que cada vez eran más. Al cruzar la entrada, el guardaespaldas esbozó una sonrisa que le heló la sangre. Se alejó de él lo más rápido que pudo tratando de no revelar la impresión que le había causado.

Adentro había más propaganda, anuncios del tamaño de una persona y artículos coleccionables como prendas de vestir y medallones de bronce, todo sobre largas mesas de madera. Aquello parecía más una tienda de chucherías que una librería. En el centro de la sala se encontraba el gran escritorio de madera y detrás de este, la mujer por la que Diana la había hecho ir. Maya Simons, era más joven de lo que Morgana podría haber imaginado, podría rondar los veintitrés años. Delgada, con la piel pálida, unos brillantes ojos verdes y el cabello rubio trenzado al mejor estilo medieval. El peinado y el atuendo formaban, evidentemente, parte de la presentación, parecía un personaje más. Como si la hubieran sacado del libro para que interactuara con aquellos que descubrirían la parte de su vida que había sido plasmada en el texto.

De repente, Morgana sintió que el mundo a su alrededor se transformaba. Fue como un parpadeo, tan fugaz como un relámpago o el resplandor seco de un rayo. Ya no estaba en la librería sino en un viejo salón de herramientas. Las paredes de madera oscura estaban iluminadas por la brillante luz de las antorchas que colgaban del techo y se sostenían en las paredes. Una gran chimenea coronaba el fondo del recinto, cuyas llamas dibujaban figuras y sombras en el piso, el techo y las paredes. Había mesas esparcidas por todo el lugar, todas dispuestas como las que acababa de ver; en lugar de ropa o joyas de fantasía había armas. Todo tipo de armas, desde pequeñas dagas maltrechas hasta ballestas automáticas.

¿De qué se trataba todo eso?

Morgana intentó aclarar la visión pero la imagen se desvaneció tan rápido que creyó haberlo imaginado todo, tal vez su paranoia y la locura de Diana ya habían comenzado a jugar con su mente. Se acarició la frente y se sostuvo de una mesa. Diana pasó a su lado como si nada y se detuvo en el lugar marcado en el piso.

Morgana se tranquilizó imaginando la noche relajante que tendría tras deshacerse de Diana. Es solo un rato, Morgana, no seas ridícula. No exageres, le había dicho Jake. Puede que tuviera razón y estaba exagerando, ni siquiera le había dado una oportunidad a Diana. Era molesta pero todo se debía a la espontaneidad con que enfrentaba la vida, no podía encasillarla por eso. No la conocía y aunque en ese momento no quería tener nada que ver con ella, decidió dar un paso atrás, lejos del abismo que ella misma había construido, y vivir el momento sosegada.

Morgana - El Ángel Caído (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora