Capítulo 1 | Parte III

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Morgan no era una persona amante de las mañanas, tener que despertarse temprano en contra de su voluntad para asistir a clases fue su cosa menos favorita desde el jardín de niños. Si bien la diferencia de actividades era notablemente muy grande, durante sus primeros años académicos tenía siestas durante el día… eso no sucedía en la secundaria. La noche había pasado demasiado rápido y cuando despertó una hora antes de que la alarma sonara, no intentó recuperar el sueño porque se sentía despabilada. Por primera vez en años no sentía deseos de quedarse entre las sábanas.

El desayuno le sentó de maravilla, un cereal de hojuelas jamás había sido tan delicioso. Colocó la taza en el fregadero y después de lavarse los dientes se sentó en la computadora de escritorio que era de su padre. Era un modelo nuevo con los recursos necesarios para que pudiera adelantar parte del trabajo en la casa. Koir era un diseñador gráfico que laboraba para una gran empresa a una hora de la ciudad, su jefe era un hombre adinerado que lo tenía en alta estima –y en un alto puesto– por su increíble talento. Morgan defendió alguna vez que el tipo lo explotaba de mil maneras posibles pero la verdad tenía que ser dicha, el salario que recibía pagaba cada miga de su talento y hora trabajada.

La pantalla se encendió en segundos, el pequeño reloj marcaba la hora en un extremo. Morgan exhaló indignada al mirarlo, no podía creer que se hubiera despertado con tanto tiempo de anticipación. Llevó el cursor hacia la carpeta de música compartida y marcó todas las canciones para su reproducción continua. La carpeta contenía archivos musicales como para montar una fiesta de veinticuatro horas, los ritmos eran variados pero similares puesto que los gustos de Koir también se parecían a los de su hija. No habría tiempo para escucharlas todas así que desmarcó la opción que reproducía las canciones en orden para que fueran sonando de manera aleatoria. El sonido nítido abandonó los parlantes sin interferencia y llenó el pequeño rincón que llamaban estudio.

El timbre de mensajes de su celular llamó a gritos desde el segundo piso, era una parte de la canción favorita de Jake. Subió corriendo las escaleras y regresó deslizándose por el pasamanos, cayó majestuosamente como una patinadora, con los brazos extendidos, el teléfono firmemente aprisionado entre su palma y sus dedos, y con los pies juntos. Abrió el sobre de mensajería; una canción alegre y llena de vida inundó el aire a su alrededor desencadenando una onda galvánica por su cuerpo que la llevó a dar vueltas como si bailara. Koir apareció por las escaleras.

–Parece que alguien amaneció de buen humor –dijo con la voz adormilada, su cabello volaba en todas direcciones. La pijama blanca que emulaba un lienzo con manchones de pintura abrazaba su cuerpo entre arrugas por el reciente abandono de la cama. Morgan detuvo su baile y soltó una carcajada–. Tienes buena música puesta, bebé.

Se movió en su dirección con los pies cobijados por la suavidad de las pantuflas con forma de patas de oso que Morgan le había regalado para su cumpleaños. La pijama tan artística y ese par de zapatos lo hacían lucir como un completo macho… quien cayó por accidente en la pila de ropa sucia y se levantó con el mejor atuendo jamás pensado. La firmeza de sus músculos resaltaba debajo de la cálida tela. Koir se inclinó hacia ella y le besó la frente. –¿Qué haces despierta tan temprano? ¿Tienes deberes incompletos? ¿Necesitas ayuda?

–Por extraño que parezca –dijo Morgan–, desperté temprano. Y no, no estoy enferma o tengo que decirte que estoy embarazada –aclaró al percibir la preocupación en el rostro de Koir– me siento de maravilla, como si hubiera recargado la energía de todo un año.  

–¿Tienes deberes? –dijo caminando hacia la cocina, alcanzó un vaso limpio con la mano y después de llenarlo de agua, lo bebió de un trago. Morgan hizo un mohín de disgusto.

–¡Eww! No sé cómo puedes tomar agua a esta hora de la mañana.

–A toda hora es buena –contestó su padre sin poder ocultar una sonrisa.

–Eres muy raro. El agua no es buena, es decir sí pero no a esta hora.

–¿Deberes? –instó.

–No, ningún deber pendiente así que puedes estar tranquilo.

–¿Desayunaste?

–Un nutritivo plato de cereal.  

Koir gruñó entre risas. –No imagino el día en que comas algo más para que no vayas con el estómago vacío a clases.

–No está vacío –replicó Morgana llenando el estómago de aire para demostrarle a su padre que no estaba vacía. La pequeña hinchazón apenas alcanzó a tocar la blusa que llevaba puesta, Koir inclinó la cabeza hacia un lado como si tomara nota–. ¿Qué dice Jake? –preguntó con la mirada fija en el teléfono de Morgan.

–Oh –dijo recordando que no había leído su mensaje, siendo mejores amigos Koir sabía cuál era la canción favorita de Jake y dado a que su cuarto estaba frente al de Morgana, había escuchado la llegada del mensaje–. Dice que te lea lo que escribe.

Koir elevó las cejas interesado, se volteó hacia la puerta tras la que guardaba la bolsa de café y colocó un poco en la máquina. El sol que atravesaba la ventana, prendió vida a su cabello rubio oscuro. Los rasgos de su cara se definieron por el contraste de luces, ciertamente era un hombre maduro y atractivo cuya vida dedicaba por completo a su hija adolescente. Añadió el agua suficiente para dos tazas y regresó su atención a Morgan. –¿Y eso sería?

Perdiste y ahora me quedaré con tu buen whisky de muchos dólares –leyó Morgan enronqueciendo la voz para sonar como Jake, cuando terminó levantó la cabeza para encontrar a su padre frotándose la cabeza–. ¿De verdad pensaste que le ibas a ganar en ese juego? Papá, Jake no tiene una vida fuera de ese monitor, pasa horas conectado... jugando –agregó–. De no ser porque lo conozco y sé que hace otras cosas, diría que no pierde el tiempo ni yendo al baño. Y lo peor de todo… apostaste. Yo quería probar esa botella –se quejó enfurruñada.

Koir suspiró derrotado. –Por un momento llegué a pensar que lo había olvidado.

–¿Es en serio? Jake no olvidaría que te derrotó ni aunque le pagaras para hacerlo, va a restregarte esa derrota durante mucho tiempo.

–Dile que venga esta noche a cenar, tendrá que ser una ocasión especial.

Morgan asintió y tecleó una respuesta para Jake a la velocidad de la luz. El olor del café perfumaba la estancia y el estómago de Morgan rugió ante su invitación a beberlo. –¿Tienes un poco de eso para mí? –preguntó señalando el contenedor lleno de café amargo, tragar el exceso de saliva en su boca fue todo lo que pudo hacer para no lanzarse de cabeza hacia el recipiente.

Koir sonrió complacido, había anticipado el deseo su hija, ahora que la tenía en la palma de su mano no desaprovecharía la oportunidad. –Siéntate a la mesa, ¿una tostada?

–¿Está bien que deje la música sonando? –preguntó yendo hacia el estudio para apagar la computadora.

–No hay problema, déjala. Mi buen humor también quiere escucharla.

Morgan le dedicó una sonrisa de agradecimiento por evitarle tener que caminar hasta allá y se sentó en silencio para tomar su segundo desayuno del día.

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Hola a todxs :) primero que todo quiero desearles un feliz año 2015. Tengo que agradecerles la oportunidad que le han dado a mi historia, sé que los capis han estado siendo relativamente cortos pero es debido a mi plan malvado... bueno, no, es solo que necesito revisar bien cada partecita antes de publicarla y prefiero irla soltando poco a poco.

Lo anterior es solo una extensión de: lo voy escribiendo y re-escribiendo. Por eso cada actualización es tan corta, conforme avance la trama intentaré hacerlas más extensas. Sin más les daré el último mensaje, a partir de esta publicación, subiré un capi cada lunes. Si no llegara a subir cada semana, será cada dos pero no más que eso. 

Espero que les esté gustando, no olviden comentar y votar.

Besos :* 

Morgana - El Ángel Caído (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora