Morgana - El Ángel Caído (pausada)

Capítulo 3 | Parte II

Capítulo 3

Parte II

Las puertas abiertas de la cafetería les dieron la bienvenida con el familiar aroma del café flotando entre las mesas. Morgana siempre tenía la impresión de entrar en una rama alterna del universo cuando se movía de la librería a la cafetería. Era un buen ambiente, con decoraciones literarias en las paredes, frases de grandes poetas enmarcadas y grabadas en el mostrador con postres decorados con frutas y colores que prometían seducir el paladar. Las resplandecientes losas marmoleadas del piso brillaban bajo la sutil luz que proyectaban las lámparas incrustadas en el techo. El tintineo de las cucharas mezclando las bebidas y las conversaciones apenas audibles eran el acompañamiento ideal para las baladas de piano y violín que salían de los parlantes.

Morgana aspiró aquella calidez que de repente se tornó helada. Frente a ella el agente de seguridad avanzaba despacio como un cazador, con movimientos gráciles y mesurados, como si estuviera buscando una presa. Ella se sentía como el cervatillo al que buscaba. El guardaespaldas escogió una mesa cualquiera y retiró una silla pero no se sentó. Morgana se detuvo a unos pasos de él, paseando la vista de él hacia la silla y de vuelta.

–Siéntate –le pidió, caminando hacia el asiento frente al suyo.

Morgana estuvo a punto de quejarse o refunfuñar pero tenía que admitir que su nuevo acompañante era una visión digna de contemplar, incluso cuando lo único que había hecho era sacar la silla para ella había parecido más que un chico caballeroso. En cuanto se dio cuenta de lo que acababa de pasar, sintió el impulso de devolver el tiempo para no ser tan distraída y mirar así muñeca del hombre donde ella creyó haber visto su propia marca de nacimiento. Una excelente oportunidad desaprovechada por mirarlo de la forma equivocada.

En cuanto estuvieron frente a frente, mirándose en silencio, una delgada figura se detuvo junto a su mesa, evitando que Morgana demostrara todo lo que estaba pensando. Werton le dedicó una mirada ácida al agente de seguridad, era evidente que no le resultaba grato verlo ahí con Morgana. Dedicándole una extensa mirada a la chica, sacó una pequeña libreta de la bolsa delantera de su camisa y de alguna parte hizo aparecer un lapicero blanco decorado con el logo de la librería.

–¿Van a ordenar? –preguntó ignorando al agente. Morgana negó tratando de decirle al chico que se retirara pero Werton parecía no entender el mensaje. Con un gesto agrio deslizó la mirada hacia el hombre vestido todo de negro que acompañaba a Morgana, pero no le dijo nada.

El agente lo miró con un rictus severo, Morgana imaginó que como Jake, Werton no era de su agrado. Tenía algo extraño, tal vez escalofriante, en la mirada pero era un chico normal.

–Queremos un té de manzana –dijo como si se tratara de algo rutinario.

Werton tensó la mandíbula antes de hablar. –¿Para los dos?

Morgana pensó que el agente había sonreído, creyó haber visto que los músculos de su rostro se movieron y tiraron de sus labios pero fue un destello, posiblemente, provocado por su ansiedad. ¿Por qué lo imaginaba sonriendo? Su retórica quedó suspendida en cuanto la respuesta del agente llegó.

–Uno para cada uno.

Y Morgana añadió mentalmente un por favor a su petición. Algo estaba realmente mal con ella, con ella y el agente de seguridad, y con Werton sobrando en aquel cuadro donde sólo encajaban ellos dos. Y de nuevo se desviaba en esa dirección, una dirección que prometía fuertes rasgos, altos pómulos, cejas oscuras y un par de maravillosos ojos.

–¿Desea algo para comer? Le recomiendo el pastel de limón –masculló Werton como un acto reflejo nacido de la costumbre. La cafetería contaba con un buen servicio, y por un tipo extraño no iba a manchar la grata imagen del establecimiento. No debía importar que ese tipo extraño se mostrara de forma sobreprotectora con Morgana, o que la mirara de una manera tan intensa que lo hacía sentir un imperioso deseo de golpearlo para que se alejara de ella. Podría resultar ser algún familiar pero había algo que desechaba aquella suposición. Pero si fueran algo más, él lo sabría.