Capítulo 3 | Parte I

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Capítulo 3


Parte I


El movimiento brusco y poco grácil de su mano la detuvo antes de que el nombre abandonara sus labios. Era una marca de nacimiento, blanquecina y pálida como la suya. Las argollas de la cadena delineadas con precisión acariciaban la piel del guardaespaldas. Le tomó varios segundos darse cuenta de que la había llamado por su nombre, cuando lo hizo, alzó la mirada para encontrar al hombre mirándola. Su rostro indescifrable.

Morgana se estremeció, de repente percibiendo el frío en el aire. Como si fuera un déjà vu, la conversación con su padre le llegó de golpe.

La noche discurría en medio de truenos y lluvia, Morgana estaba acurrucada contra su padre mientras veían una película de terror. Era lo que ella definía como noche perfecta. Los haces de luna rompían la oscuridad de la sala donde tenían el enorme televisor, obsequio del jefe de Koir. Como era de esperar, la cadena dibujada sobre la piel de su brazo izquierdo había adquirido el color violeta característico de las noches de luna.

Morgana se distrajo mirándola, cuando se delineaba de aquella forma parecía un auténtico trabajo artístico; como si algún ser superior, un ángel o un hada había pensado en ese momento, lo hubiera meticulosamente dibujado en su piel marfileña. Olvidando por completo la presencia de su padre, estiró el brazo frente a ella, la marca se movió con los músculos bajo la piel. Era como si tuviera vida propia.

Koir rió por la bajo, Morgana se sobresaltó por el inesperado rugido de un trueno. Miró la pantalla, una chica se escabullía por los pasillos olvidados de una mansión aparentemente olvidaba. Ella rodó los ojos, sólo en las películas las personas tenían ese poco sentido común. Si te dicen que en una casa han encontrado muchos cuerpos mutilados, no te metes sola y de noche porque sientes curiosidad.

-Esa marca es un don, Morgana -espetó Koir con el rostro en el televisor. Sus ojos iluminados por el azul verdoso de la imagen transmitida-. Existe un motivo por el que cobra vida con la luna.

Cobra vida. Esa siempre había sido su forma de verla.

-¿Y ese sería? -preguntó metiéndose un puño de palomitas dulces en la boca.

-La luna siempre ha sido un símbolo para las almas destinadas, ya conoces todos esos dichos de: aunque no estemos juntos, la luna nos mira desde el mismo cielo. Y aunque suene trillado y cansado de escuchar, tu madre era una fiel amante de las historias de ese tipo. No quería creer que las cosas sólo pasaban porque sí.

-¿Qué tiene que ver todo eso con esto? -dijo Morgana tocando la marca que se anillaba en torno a su anular.

-Eso está ahí por un motivo, es como un vínculo.

-Para que sea un vínculo tiene que haber como mínimo dos partes.

-Y es como lo veo, Pastelito -Morgana ignoró el viejo apodo que Jake le dio cuando eran todavía muy pequeños-. Alguien más tendrá esa marca, porque es un signo, una señal de que no estás sola.

Morgana se llenó la boca de nuevo, burlándose de su padre. -Tonterías -farfulló con las mejillas hinchadas-, dices eso solo para convencerme de creer en las cursilerías que ma-

Pero Morgana se detuvo, aquella era una línea que no tenía deseos de cruzar. No cuando estaba teniendo un buen momento con su papá.

Hablar de su madre, de la mujer que había hecho feliz a su padre nunca era una buena idea. Ni para ella, ni para él. El sepulcro estaba todavía demasiado fresco como para palpar la superficie. La última vez que lo hizo, pasó días visitando el cementerio, comprando calas blancas -la flor favorita de su madre- para decorar su tumba, llorando por horas hasta quedarse dormida.

Morgana - El Ángel Caído (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora