46.- No esta vez

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4 años antes, en el consultorio de psicología, llevabas a cabo tu sesión diaria, con la cual te ayudabas a superar lo vivido en tu adolescencia.

—Hola, buenos días —saludó la psicóloga entrando con un objeto en las manos—, me alegra verte de nuevo, te traje un obsequio.

Te lo entregó y enseguida desenvolviste el colorido empaque.

— ¿Un cuaderno?

La psicóloga asintió.

— ¿Recuerdas que te dije que sería bueno para ti si empezabas a escribir tus pensamientos? esto es un diario. —explicó mostrándote un candado luminoso que lo mantenía sellado— Cada vez que sientas una emoción fuerte o un pensamiento constante en tu cabeza, puedes desahogarte escribiéndolo aquí.

—¿No viene una llave? —preguntaste buscando por el suelo pensando que quizás se había caído.

—Tiene un candado especial que sólo responde a tu nen, nadie más podrá leer lo que escribas aquí.

—¿Servirá para disminuir las pesadillas?

—Lo intentaremos, si no funciona, buscaremos otra alternativa. Por ahora, sería bueno que empezaras a usarlo.

Con aquél consejo, no tardaste mucho en llenar el cuaderno, plasmando hasta el último detalle de todo lo que te atormentaba, una vez que llenaste cada hoja, no volviste a abrirlo, te sentías más aliviada y ya no sufrías de la misma manera al recordarlo. La terapia había funcionado.

—Kenya ya aprendió a leer perfectamente y sólo tiene 7 años, es increíble. —comentó Leorio un tiempo después tras haberle realizado un monitoreo general— Si no supiera quién es el padre diría que es Kurapika.

—Parte de eso viene de la herencia, su madre también aprende rápido —justificó el Kuruta al mismo tiempo que agradecía el cumplido— me he esforzado por enseñarle lo mejor posible.

—A este paso la convertirás en erudito. —te adentraste en la charla notando su sonrisa discreta.

—Me gustaría que pudiera aprender todo lo que quiera, que viva como una niña normal y tenga un mejor futuro que el nuestro. —dijo orgulloso, dedicándole una mirada de reojo a dicha niña que tenía entre sus manos un libro que ya conocía. — No, eso no lo leas. No es un cuento para niños. — intentó quitárselo pero ella lo escondió tras su espalda.

—Mamá me lo prestó.

—Sí, le gusta ver el diseño —dijiste para luego acercarte a él y susurrarle a unos centímetros de distancia—no te preocupes, no puede abrirlo sin mi habilidad.

Ambos pensaron que no habría problema con dejarle a una niña un cuaderno con secretos oscuros mientras estuviese bien protegido.

Ese día, en contacto con tanta energía expuesta que le cosquilleaba la piel, proveniente del candado, comenzó a despertar su capacidad nen, la cuál no imaginaba que le daría una gran ventaja ante otros.

Al principio le pareció magia, dañó un poco el candado sin darse cuenta y este se abrió, no pudo repararlo, como era un libro que ya había cumplido su función para ti, nadie preguntó por su paradero.

Por curiosidad, Kenya miró los dibujos que hacías, símbolos del clan y palabras en el idioma nativo. No entendía nada de la escritura.

Y un poco después, surgió esa idea.

—¿Quieres que te enseñe a hablar nuestra lengua? —Al chico le venía como anillo al dedo poder transferirle los conocimientos del clan, le alegraba ver que ella se interesaba tanto en la antigua cultura de los suyos.

K.E.N.Y.ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora