12.- Nueva vida con él

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Ahora no estoy solo, hay una persona más conmigo, alguien que depende de mi, no puedo abandonarla. Aún así...

— Lo lamento, por favor, perdona. — dijiste un poco avergonzada por lo ocurrido, podrías estar malinterpretando las cosas y eso te ponía en vergüenza.

— No te disculpes, no me estoy comportando como debo, es tarde y debes descansar.

— No tengo sueño — mentías para estar más tiempo con él, sus labios delgados y suaves como pétalos de rosa hablaban por sí mismos.

— Quedate en la cama, yo estaré afuera un rato.

Verlo salir de repente te confundió, creíste que tu beso lo había espantado y te avergonzaba lo que habías hecho.

— ¿En qué estoy pensando? que sea un Kuruta no significa que deba quereme ni yo a él, sólo es saber que tenemos a alguien de nuestro clan vivo y nada más. En realidad nada ha cambiado, seguimos estando solos...

— ¿Porqué la bese? acabo de salvarla, prometí protegerla pero esto... no creo que esté bien, no es correcto... — Kurapika volvió adentro después de un rato y te miró dormir, tranquila, sin sedantes, sin mordazas, nadie te podía hacer daño ahora, te cubrió con una manta suave y él se tendió en el suelo aún pensativo. — No puedo engañarme a mí mismo, tengo muchas cosas que hacer, no es suficiente con haberla sacado de ese lugar, debo llevarla lejos donde no puedan encontrarla. Debo acabar definitivamente con esa corporación.

Una pesadilla sobre las torturas que recibías te despertó en la madrugada, respiraste hondo y viste cómo la luz de la luna entraba por una pequeña ventana frente a ti, iluminando tu rostro, la realidad ahora era mucho mejor que los sueños.

Volteaste al escuchar una respiración, Kurapika dormía en el suelo junto a la cama usando un cobertor simple, admitiste que dormido se veía encantador, no dejabas de mirarlo, ese chico rubio con el cabello embarañado y aspecto atractivo te había salvado.

Un momento... ¿atractivo? admitelo, te gustaba y además era de tu clan, tenían algo en común.

Bajaste de la cama sigilosamente y te acercaste a él, lo abrazaste compartiendo tu calor con él, recibiste el olor de su cuerpo y tus ganas de acariciar su cabello no se hicieron esperar.

Él no se movía en absoluto, dormía como si llevara días sin pegar el ojo, volviste a sentarte sobre la cama, ¿que clase de sufrimientos y cosas debió haber pasado él para terminar así? Tan atormentado, incluso más que tú. Volviste a dormir con la esperanza de que todo aquello no fuera un sueño y tuvieras que despertar de nuevo confinada a una celda oscura.

La luz solar fue tu despertador, la potencia de su brillante presencia logró hacerte levantar, quitaste la mirada parpadeante para ver con nitidez el lugar donde te encontrabas.

— Buenos días, señorita, le preparé desayuno —te dijo un poco avergonzado, se conocía perfectamente como un desastre andante en la cocina pero se esforzó durante una hora para prepararte un desayuno decente después de varios intentos de fracaso.

— Huele delicioso — dijiste sonriendo, no recordabas cuando había sido la última vez que comiste algo preparado en casa.

— Que bueno que te gusta, provecho.

Si hubieras visto sus primeros intentos te vomitabas. Tenía el cesto de la basura lleno de los platillos desabridos, quemados, crudos, etc, que ni los gatos callejeros quisieron comerse.

Fuera de su personalidad tranquila y sería estaba inquieto y emocionado cuál niño pequeño, estar con otra persona de su tribu le hacía estar tan feliz, lo trataba de ocultar para no ser tan obvio pero fracasaba poniéndose nervioso y haciendo las cosas cotidianas más mal que de costumbre.

K.E.N.Y.ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora