14. LO QUE PASO.

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ANGIE SOLÍS.

En administración hay tres pasos fundamentales para hacernos creer que hay cosas que se pueden hacer todavía mejor.
Análisis, formulación de estrategia, implementación de estrategia y por último evaluación y control. En las prácticas se dice que si cualquiera de esas tres se pierden, todo el trabajo hecho y elaborado de principio a fin; no servirá de nada. Y entonces el plan con el final en mente y la meta; fracasarán.

Es por eso que muchas veces todos debemos recurrir a un as debajo de la manga para lograr nuestros propósitos. El mío, jugar el papel del mentiroso, simplemente para engañar al mentiroso que cree que me está engañando.

EVAN TIKERT.

Estoy agotado, he corrido casi todo el perímetro del lugar sintiendo los pulmones quemarme. El aire frío me araña la cara cada que aceleró el paso, siento las piernas doloridas y cansadas pero no paro el ritmo. Las casas pequeñas que adornan las esquinas pasan por mi cabeza una y otra vez mientras me paro en seco para tomar aire.
Intentó recobrar el aliento mientras me inclino un poco sobre mis rodillas para normalizar mi respiración, el sudor que corre por mi frente comienza a caer al pavimento haciéndome darme cuenta que llevo más de una hora corriendo en círculos sin un punto fijo.

Me incorporo limpiándome la cara con el antebrazo volviendo a correr reproduciendo de nuevo la misma canción a todo volumen. Esa canción que escuchaba mientras cruzaba la calle hace cuatro meses atrás, antes de ser atropellado intencionalmente.

Cuando termino de hartarme de hacer lo mismo una y otra vez regreso a casa. Los jardines lucen húmedos mientras mis pies los pisotean para cortar camino a la casa de la tía de James. Antes de llegar veo a Brent hablar por teléfono afuera de la casa, está bramando como si todos tuvieran la necesitada de saber sobre qué habla. Cuando se gira a verme no menciona nada sin dejar de apartar los ojos sobre mi, ignoro verle el moretón debajo del ojo siguiendo con mi camino antes de abrir la puerta y escuchar el sonido de la licuadora en la cocina.
Asomó la cabeza viendo a Peter pelearse con la manija para liberar el vaso que contiene un líquido verde espeso haciéndome asquear.

—¿Preparando más levanta muertos?
Pregunto haciéndolo negar maldiciendo.

—No volveré a hacerles nada—gruñe—Se supone que esta porqueria debería salir si presiono este botón.

Hago una mueca.
—Tal vez si le quitas el seguro funcione.—le señaló a un costado. Peter cierra los ojos rascándose el entrecejo haciéndome caso—Problema resuelto; de nada.

Voy a irme pero le oigo hablarme.

—¿Irás a verla?—sus canicas azules que tiene por ojos se fijan en mí con duda—Pregunto porque al parecer ahora corres desde temprano, imagino que estás con la cabeza hecha mierda.

—Algo parecido—suspiro volviendo a recargarme sobre la barra de la cocina—Tengo demasiados problemas que arreglar en tan poco tiempo, pero con suerte todo saldrá bien.

—Pues aprovecha que tienes unos días para arreglar el primero de todos.

Me pincho la nariz con la yema de los dedos.
—Sé que debo hacerlo pero no sé si deba hacerlo exactamente, me refiero a que; si Angie no lo sabe no veo porque decirlo—vaciló—No creo...

—Que sea buena idea, blah, blah—se mofa y le miro mal. —¿Que? Oye yo no me trago ese cuento de que Angie no tiene ni un poco de sospecha de qué demonios haces aquí, y de qué no sabe nada—le da un trago al vaso con el liquido verde que preparo haciendo una mueca.
—Diablos, está delicioso.

Ruedo los ojos.
—Por si te interesa tu licuado se ve asqueroso; pero sobre lo otro, no veo porque esté fingiendo. Angie no es una persona que sepa fingir muy bien los sentimientos.

La ley de los chicos rebeldes©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora