25. EL CLUB DE LOS CINCO.

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Ya he perdido la cuenta de cuantos vasos de café me he bebido en lo que resta del día, que a comparación de otros días este se ve tan lejano que se pueda terminar.

Mi madre me ha pedido ir a dormir aunque sea un rato pero no me es posible poder pegar el ojo, la cabeza comienza a dolerme pero sigo negándome una vez que llega la noche. varios familiares han llegado para dejar presentes y sus condolencias, la casa esta repleta de flores y el olor comienza a hacer que me arda la nariz. Sebastian llegará en la madrugada y mientras eso pasa seguimos sin saber si mi padre ha tomado un vuelo para estar mañana aquí. mi madre ha hablado con el pero no ha dicho mas que esta ocupado y con lo de la abuela esta mas brumado.  Pero pese a sus esfuerzos en intentar que no lo desprecie todavía mas al enterarme que no vendría para despedirse, sigo sin creerle ni una sola de sus promesas.

Salgo al jardín dejando a mi madre dormida en el sofá junto con Emma y Wesley. el aire frio me hace sentirme despierto de nuevo, son casi las dos de la madrugada, y al ver el jardín ahora me doy cuenta del porque mi abuela le dedicaba tanto tiempo. es tan reconfortante.
Saco un cigarrillo de mi bolsillo encendiéndolo enseguida, olvidaba lo necesario que es fumar a mitad de la noche. Sigo caminando por la acera en busca de intentar despejarme la cabeza un rato. la funeraria ha llamada hace unas horas para traer el cuerpo de mi abuela antes del entierro.

Mis ojos caen rápidamente a la ventana de la casa de enfrente, la luz esta encendida y me pregunto si Angie estará despierta o habrá olvidado apagarla. las ganas de caminar hacia allá me entran y sin meditarlo siquiera mis pasos se vuelven firmes hasta terminar por llegar al frente de la ventana. rebusco mi celular en los pantalones pero olvido que lo deje sobre la mesa de la cocina y maldigo. 
Pienso en tomar un par de piedras del camino para lanzarlas hacia su ventana, pero me siento todo un estúpido al recordar que traía compañía. Así que listo para dar la vuelta e irme, su voz me paraliza.

—Parece que te gusta danzar bajo el frio.—dice mientras sale de su jardín trasero tapándose por completo con una frazada de color negro. le miro sin evitar sonreír empezando a sentirme con mas frio.

—Ya me he acostumbrado—elevo el mentón a ella
—Al igual que tu.

—El frio de Seattle no tiene comparación con este lugar—llega hasta mi altura, entonces sus ojos fijos en mi me observan—¿Necesitas algo? hablo de que...

Niego restándole importancia—Solo quería salir a tomar algo de aire y entonces vi tu casa, y la luz encendida de tu habitación y...

—¿Quieres pasar?—me pregunta pero tengo que negarme—Sabes que mi casa siempre será la tuya, si quieres hablar o darte un respiro.

Mi pecho bombea con mayor fuerza. no se que pensé que podría suceder si venia, al encontrarme con Angie e intentar verla, pensé que podría hacerlo con mayor tranquilidad sintiendo que quedamos en buenos términos y que aun con eso podríamos ser amigos, pero ahora estando frente a ella me doy cuenta que fue una tremenda estupidez.
asiento únicamente como respuesta antes de despedirme para ir de nuevo al mismo lugar donde me estaba sintiendo asfixiado. creo que lo mejor será que espere a que llegue Sebastian, tal vez no demore y así podré tener un pretexto mas para no dormir.

—Evan—me detengo regresando la atención a Angie, pestañea cuando el aire le remenea el cabello oscuro haciéndome admirarla todavía mas—Si me necesitas, bueno en realidad si necesitas cualquier otra cosa, sabes que puedes llamarme ¿verdad?

Carajo, claro que lo sé.
—Solo no quiero molestar.

—Jamás molestas

—Vi a Pablo llegar contigo—cuando digo me doy cuanta de como he sonado al ver la expresión de extrañeza de Angie, entonces repongo—Me refiero a que no quiero que haya malos entendidos, no mas de lo que ya los hubo en su tiempo.

La ley de los chicos rebeldes©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora