31. LA MIERDA ME SIGUE.

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—Esto debe ser una puñetera broma.
Lizzie nos observa a ambos mientras Angie se aleja del golpe, causándole un estrago en el pecho. Pienso que esto va a a terminar muy mal, pero en cuanto Lizzie se ríe; bajo la guardia.
—Son unos idiotas.

—Que amable—Angie le agradece son sorna. Lejos de ver la cara de Angie solo observó a Emma que viene camino acá, con una sonrisa de emoción pegada a la cara. «Me lleva la mierda»

Por dios, este camino es una basura—dice llegando a mi lado, lanzándose a mis brazos enseguida.
—Estaba buscándote—se separa—Te extrañé.

Cinco minutos antes, esto hubiera sido una cagada total. Lizzie está con los ojos como platos observando la escena, mientras tanto Angie hace lo mismo en pro de tratar de relajarse. Cosa que por su expresión no parece ligarse en lo más mínimo, seguro pensando en cuento me detesta justamente ahora. Mis manos abrazan el cuerpo de Emma enseguida sintiéndola emocionada, y se que aunque no estoy igual de emocionado que ella, eso no significa que sea culpa suya con todo lo que ha estado pasando últimamente. La mierda me sigue.

—Bueno, Bueno. He decidido venir porque quedan dos dias para la boda y pensaba que acompañarte te vendría bien—se separa para verme. Seguro no estoy poniendo la cara falsa emocional que esperaba, porque enseguida repone—¿Te ha parecido bien?

No, pero no lo dire.
Claro que si—le tomo la mejilla en la mano—Está Perfecto.

—Bueno, nosotras los dejamos. Tengo invitados que atender antes de la cena—Lizzie ya no me mira, al contrario; solo se da la vuelta esperando a que acepte lo que ha dicho. Sé que Emma no se lo tomará personal porque no la conoce demasiado, pero enseguida los ojos cafés de Angie están todavía sobre nosotros. Y Emma, enseguida reacciona.

—Que gusto ver una cara conocida, ¿eres la chica en la cocina de Evan, cierto?—dice, logrando que la cara de Angie sea más un poema y Emma tenga que ser específica—Hablo del funeral de la abuela de Evan.

Enseguida está asiente tres veces seguidas. El destello de decepción en su mirada la hurtaría contra mi, tanto que en algún punto de la ecuación pienso en que Angie está apunto de decirle que nos estábamos besando, de no ser porque Emma la está sucumbiendo con una enorme sonrisa amable, como si fueran íntimas amigas. Esto no está bien.

—Lo mejor será que vayamos dentro...—les digo pero Emma enseguida niega.

—¿Vives aquí en Seattle?—se vuelve a dirigir solo con Angie, logrando impacientarme.
Angie, lejos de lo que esperaba asiente de manera amable con una ligera sonrisa en los labios. Esos mismos labios que acabo de besar minutos atrás.

—Estudio aquí—chasquea la lengua frotándose los brazos—Hace demasiado frío aquí afuera.

Da la referencia logrando empezar a caminar y que nosotros la sigamos. Emma sigue preguntándole cosas, en especial el porqué estaba en el funeral de mi abuela y después también está aquí; sus preguntas no parecen incomodarle, al contrario, me hacen sospechar sobre si Angie realmente está en sus cinco sentidos tanto como para seguir sonriendo de manera serena sin rodar los ojos o soltar un comentario golpeado que la haga dejar de hablar.

—Yo crecí aquí, el frío es una patada en las bolas pero te acostumbras con el tiempo.

La castaña siente oyéndola.
—Por dios, eso espero. Comenzaba a sentir que vivo en un cubo de hielo—prosigue a la platica—¿Hay alguna época en donde no se te congele la médula?

La ley de los chicos rebeldes©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora