La Ultima noche

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Las flamas de las velas bailaban con el viento, algunas se apagaron al compás, pero la iluminación en el recinto nunca se extinguió. Una vieja iglesia a las afueras de Yokohama, fundada por aquellas religiosas que habían traído al dios occidental en la cruz hasta las pobres almas del antiguo Japón. Una construcción deteriorada por el tiempo, pero no abandonada por sus feligreses.

—Gracias—dijo un hombre de cabello castaño arrodillado frente a un féretro de madera vieja. — Gracias por recibirnos.

—Lo que sea por una oveja extraviada que regresa al rebaño del señor—respondió una monja besando el crucifijo y dirigiendo una mirada de amor maternal al joven arrodillado. —La primera noche es dura, ¿deseas que las hermanas y yo te hagamos compañía?

Con lágrimas en los ojos miro a la monja—No, quiero despedirme a solas... —su voz sonó ronca por el llanto derramado hace tan solo unas horas—Hay cosas que no pude decirle en vida... quisiera decirlas antes de perderlo completamente.

—Entiendo, puedes quedarte el tiempo que necesites—la monja dio una reverencia a la enorme cruz detrás del altar y se marchó de la iglesia dejando a un joven con el corazón destrozado junto con el cadáver de su amigo delicadamente rodeado de rosas blancas.

Dazai camino hasta el ataúd, tomo la fría mano de Chuuya y le coloco un anillo de plata—Perdón, por haberme tardado tanto tiempo en darte el anillo. —le beso la mano y volvió a colocarla en la posición mortuoria tradicional —Espero que puedas perdonarme por mi tardanza—las lágrimas volvieron a salir—Te amo—un quejido salió de su garganta—En el pasado siempre estabas en mis pensamientos, en mi presente desee volver a estar juntos y soñé con un futuro juntos—mirando el anillo—Fui un idiota al pensar que siempre estarías bien, si tan solo hubiera podido llegar antes para salvarte, daría lo fuese para quien estuviera en este ataúd fuera yo y no tú, con gusto tomaría tu lugar para que pudieras vivir en la felicidad, enamorarte de quien quisieses, para mi tu eres mi único amor, sin ti ya no tengo nada.

Dazai volvió al frente del ataúd y volvió a arrodillarse—No soy muy afecto a las oraciones, pero le rezare a quien sea que garantice que serás feliz en la otra vida—junto ambas manos y cerró los ojos evocando la imagen de Chuuya, sonriente con el sol del atardecer iluminando su pelirroja cabellera.

—Padre nuestro que estás en el cielo—Una ráfaga de viento apago la mitad de las velas del lugar — Santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino—Otra ráfaga viento apago el resto de las velas— Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. —En completa oscuridad continuo con el rezo— Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

—Amén—se escucharon dos voces.

Dazai rápidamente abrió los ojos, pero la oscuridad del lugar era igual que si aún los tuviera cerrados. —¿Chuuya? —aun sin creer lo que había escuchado—¿Eres tú? —sonriendo a la mala pasada que su imaginación le estaba jugando. Metió sus manos en los bolsillos de su gabardina y saco un encendedor para volver a encender las velas.

Aventuras de gatos [FIC FUKUMORI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora