—¿Papá, viviremos aquí?— preguntaba un pequeño niño pelirrojo. Miro aquella casa de madera un tanto vieja.
—¿No te gusta?—El joven de rubia melena, sostuvo la mano regordeta del pequeño —Tu papá se esforzó en conseguir un buen hogar —hizo un puchero —¿Tengo mal gusto para las casas?
—¡No!, mi papá es genial, la casa es bonita — Le sonrió y caminó junto a él hasta la entrada de la casa.
En la entrada los esperaba un joven de negros cabellos y ojos dorados —Cuando te dije que seria bueno iniciar de nuevo, en otro país, otros nombres.no me referia a hacerlo literalmente.
—Mon amour, confía en mí— respondió el rubio —Será bueno para Chuuya, en realidad lo será para los tres.—le dio un beso corto que bastó para cambiar el semblante de Randou, de su cara seria a una sonrisa — Y aun no ven la mejor parte —Cargo a Chuuya y corrió casa dentro, detrás de él a pasos no tan rápidos le seguía el pelinegro. Llegaron hasta a una puerta de cristal que daba a un enorme campo de flores de girasol
Verlaine bajo a Chuuya de sus brazos y dejó que el pequeño corriera entre los girasoles —¿Te gusta?
—Es muy hermoso, pero
—¿Por qué girasoles?—sonriendo y acariciando suavemente el rostro del otro —Tus ojos, me recuerdan al sol y sin duda alguna yo seré el girasol que lo busque.
—Al contrario —Verlaine lo miro curioso — Tu es mon soleil et je suis ton tournesol.
Chuuya ignorando a sus acaramelados padres siguió con la exploración de aquel lugar, todo un campo de girasoles era un nuevo escenario para sus juegos, a diferencia de la casa anterior que era un pequeño departamento en la gran París, este nuevo lugar era totalmente maravilloso.
—¡No escaparas!—grito siguiendo a una libélula, con el plan de descubrir donde vivía aquel bicho, siguió corriendo hasta que una piedra se interpuso en el camino y cayó. Contuvo sus lágrimas, ante el ardor en una de sus rodillas.
—¿Estás bien?—Chuuya miró hacia arriba y vio a un niño, extendiendo la mano.
—¡Si!, los niños grandes no lloramos —aceptó la mano del desconocido y se levantó, se sacudió y fingió no tener dolor —Esto no es nada.—miró más de cerca al niño desconocido envuelto en vendas, con un parche en la mejilla y ojos rojizos —¿Porque llorabas?,¿te duele?—señaló el parche en su mejilla.
—No, no me duele —El castaño miro hacia el piso —solo que estaba jugando a las escondidas y se han tardado mucho en encontrarme, creo que se olvidaron de buscarme.—Sus ojos se volvieron a hacer vidriosos.
—Oh quizás, encontraste el mejor escondite y por eso no te pueden encontrar
—Puede que tengas razón —se limpio con la manga de su suéter —Después de todo es la primera vez que me escondo en este lugar.
—Chuuya —Se escuchó la voz de Randou un poco lejos —¿Dónde te has metido?
El pelirrojo miró al otro niño —¿Sabes como regresar a tu casa?
—Si —respondió firmemente.
—En ese caso, debo volver a la mía, me llaman. —Le extendió la mano —Puedes llamarme Chuuya.
El otro tomo su mano —Dazai
—Dazai, ¿volverás mañana?
—Si, este lugar es muy bonito y se ve divertido.
—En ese caso es una promesa, nos veremos mañana —misma que fue cerrada con la unión de sus meñiques.
Chuuya regresó corriendo a casa, dejando a Dazai entre los girasoles. Gentilmente el viento recorrió todo el campo y revolvió los cabellos castaños, un remolino de viento lo rodeo.