Entre las sombras dos figuras se movían, una se apoyaba sobre la otra y caminaba con torpeza. El sonido de un revólver siendo recargado alertó a una de las sombras, con toda su fuerza empujó al otro para cubrirlo de las balas. Afortunadamente su agresor no poseía la experiencia de moverse entre la oscuridad, sus disparos eran más a las tinieblas esperando dar con alguna de las siluetas.
Ambas sombras se arrastraron por el suelo hasta llegar a una puerta, con suma sutileza una de las sombras abrió la puerta. Al salir cerraron la puerta y la aseguraron.
Mori sostuvo a Fukuzawa sobre su hombro y caminaron lejos de la clínica —¿Crees poder aguantar un poco más? —pregunto preocupado por las heridas de Fukuzawa
—Si —respondió seriamente sosteniéndose con mayor fuerza
Ambos continuaron avanzando por las calles desoladas de Yokohama, hasta que una enorme explosión resonó
—Te dije que colocar explosivos siempre es una buena idea— Mori sonrió triunfante
Fukuzawa lo observó y se limitó a suspirar, más de una vez le dijo que colocar los explosivos era una forma peligrosa de protegerse, en especial si había niños de por medio. Por esta ocasión no le refuto nada, después de todo era una de las mejores formas de eliminar la evidencia.
Mori llevó a Fukuzawa a un pequeño callejón, dejó que se recargara en la pared, mientras él sacaba uno de sus bisturís y se hacía un corte en la mano. —Ya sabes que hacer —le colocó su mano sobre la boca y Fukuzawa comenzó a lamer las gotas de sangre.
Imagen que a Mori siempre le emocionaba contemplar, algo dentro de la forma en que Fukuzawa lamía su mano y pasaba su lengua le emocionaba.
—¿Cómo te sientes?—pregunto Mori volviendo de su ensoñación
Fukuzawa miro que las heridas hechas con anterioridad se habían sanado por completo, incluso el veneno que había absorbido se había ido, ya no sentía ninguna dolencia.
—Mejor —respondió al mismo tiempo que tomaba al doctor de las caderas y lo atraía hacia él —Pero algo hace falta, ¿no crees?
Mori sonrió, un beso apasionado después de haber sobrevivido a la muerte y de haber provocado una explosión sumando el asesinato de uno de sus enemigos, a ambos le provocaban una retorcida felicidad y excitación.
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—Ya estamos de vuelta —anunció Mori con unas bolsas en la mano seguido de Fukuzawa.
—¿Dónde estaban?—preguntó preocupada Akiko —El teléfono no ha dejado de sonar, al parecer algo ha ocurrido en la clínica.
—Está en llamas —dijo Dazai acercándose con su celular para mostrarle a sus padres la transmisión en tiempo real de la clínica siendo consumida en llamas y con bomberos tratando de apagarlas.
—¿Compraron un postre?—preguntó Rampo concentrado en las bolsas que Mori había traído.
—Si, está en la otra bolsa —le respondió Fukuzawa.
Rampo encontró lo que buscaba y se maravillo al ver un pastel de frutos rojos... —¡Un momento! —sus ojos esmeralda entendieron la indirecta en aquel pastel, no todos los días sus padres llegaban con un pastel de una lujosa pastelería, suspiro y cerró la caja.
Dazai y Akiko se sorprendieron por la acción de su hermano, el que se negara a un dulce, significaba peligro.
—¿Qué pasa?—preguntó Akiko
—¡No es justo! —dijo Rampo, enojado y dolido —Lo prometieron
—No tenemos opción —habló Mori
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