Prólogo

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La carretera que daba directo a la salida de la ciudad, la lluvia que caía fuerte pero estaba agradable.

Papá conducía a una velocidad en la que no debería y mamá parecía preocupada —me quite los audífonos antes de hablar.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—Lejos Ginger. —papá respondió

—Este lugar ya no es seguro cariño— mamá se giró hacía mi dedicándome una sonrisa de "todo va a estar bien".

Solo asentí con la cabeza y me volví a poner los audífonos — dude por quitármelos, pero al final lo hice.

—¿No crees que estás conduciendo un poco rápido? — Mamá sonaba preocupada .

—Mamá tiene razón, Papá. Es muy arriesgado.

—No. Entre más rápido conduzca menos nos alcanzarán —respondió papá mirando desde el retrovisor.

—¿De que están hablando, Papá? —pregunté confusa.

—Ginger, cielo... —Mamá tardó unos segundos en responder — este pueblo ya no es seguro y si nos quedamos estaremos en peligro.

—Eso puedo entenderlo pero... —no pude completar la frase porque un carro nos chocó de atrás.

—¡Mierda! . —gritó papá —Ginger, escucha, si algo nos pasa corre y no te detengas —indicó.

—Pero... —lagrimas caían de mis ojos —
no puedo dejarlos aquí en medio de la nada, en este accidente, ¡es muy peligroso!

—Haz lo que dijo tu padre, Ginger —Lágrimas caían de los ojos de mamá —corre y vete lejos de aquí.

—No puedo hacer eso —me negué.

Papá iba a hablar, pero no pudo porque la llanta del carro resbaló, ahogué un grito cuando el carro se estampó contra el árbol. Los del carro de atrás venían a una máxima velocidad y entonces escuché a papá.

—Ginger, haz lo que te dije — su voz se oía aguda — corre cariño ya no hay tiempo.

—Te amamos, Ginger —mamá tenía pedazos de vidrio en el brazo y no pude evitar llorar.

Los del carro que nos venían siguiendo se estacionaron a una distancia y vi que se bajaban 2 hombres.

y no eran hombres, eran como unos...

¡Muchachos!

¿De mi edad? no lo sé...

—¡Ginger., hazme caso y corre de una vez!

—Voy a extrañarlos mucho, los amo con toda mi vida —con lágrimas en mis ojos baje del auto y tomé mis cosas para empezar a correr.

—Todo saldrá bien cariño —mamá lloraba — nos volveremos a encontrar, lo prometo .

Eso espero.

—En el fondo del bosque hay una cabaña, tiene suficiente comida para ti y cuando llegues estarás a salvo — la voz de papá se le empieza a quebrar — Tu madre y yo te amamos no lo olvides y hagas lo que hagas no mires atrás.

Los muchachos se empezaron a acercar y ahora traían armas.

No puede ser.

¡Van a matarlos!

—¡Ginger, corre ! —gritó mamá.

Dicho esto, hago lo que dijo mamá, corro lo más rápido que puedo sin mirar atrás. Me duele dejarlos ahí en medio de la nada, pero ellos se que les dolería más si me quedara ahí viendo lo que pasaría.

Puedo alcanzar a ver la cabaña que dijo papá en fondo y logro hacer una media sonrisa.

Sentí un ligero alivio.

Sigo corriendo rápido, pero algo hizo que me tropezara y caigo al lodo y es casi grave porque no puedo ni abrir los ojos, la cabeza, fue en la cabeza
y antes de cerrar los ojos veo a cuatro personas dirigiéndose hacía a mí.

¿Y si quieren matarme?

Me da igual.

A la mierda todo.

Ya no habían razones para quedarme, mis padres era lo único que tenía.

Y ya no.

Siento unos brazos cargándome pero no puedo abrir los ojos por el dolor, me acomodo mejor en sus brazos y logro escuchar que algo dice.

—Tranquila, estas a salvo —después de escuchar eso caigo en un profundo sueño.

☽☽☽☽

El cuarto donde estoy está en silencio y sin iluminación, alcanzo a ver por debajo de la puerta una luz y lo que hice fue pararme pero fue inútil perdí poca fuerza en ese intento inútil.

Estoy débil.

Mi estómago gruñe y tengo sed, demasiada. Solo tengo un colchón, una cobija y una mesita pero tienen unos libros.

Escucho que alguien viene y siento sus pasos en las escaleras. La manija de la puerta se abrió y los rostros de dos chicos mostraron preocupación al verme y uno de ellos intentó tocarme la mejilla.

Rápido me aparte enseguida.

—No te haré daño —dijo.

Se oía amable.

Dudo un momento en volver a poner su mano en mi mejilla, al final lo hizo.

—Mierda, tienes fiebre.

El otro chico pasó su brazo por mi espalda para poder cargarme, me acomode mejor. Estos brazos hacen sentirme como en casa.

No seas ridícula, Ginger.

—Estas aquí con nosotros, estarás bien. Te lo prometo —dijo dejando un suave beso en mi frente y sonreí cómo tonta tras ese suave tacto.

Recargue mi cabeza en su pecho y volví a cerrar los ojos.

Necesitaba descansar un poco más.

The boys who lied +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora