11. Último dia p. 2

10 3 0
                                    

—¿Segura?— preguntó Lorcan por enésima vez.

—Cien por ciento.

—No ves que a nuestra chica se le ve convencida. Eso sí, el castigo lo tienes asegurado.— advirtió Fred y yo asentí rodando los ojos.

—Que sí, pesados.

—Al lío, Merodeadores.

—y ____.— les corregí sonriendo.

Subimos a nuestras escobas. Y con una patata en el suelo alcé el vuelo. Adoraba esa sensación de libertad.

El viento me movió el pelo hacia atrás, lo que me vino perfecto, así no me molestaba.

Cogí la bolsa que me habían dado con los cohetes y todo lo que necesitaba.

Repetí en mi cabeza las instrucciones mientras volaba.

—Preparados....

Venga, hagamos esto.

Porque siempre me metes en unos líos brutales.

¡Cállate, necesito concentrarme!

—....listos.....

Esto no va a salir bien

¿Y tú que sabes?

Un poco de respeto a tu conciencia, chavala.

Primero tenía que lanzar el rojo....

—....¡YA!

Repetí todos los pasos sin casi pensar y, sorprendiéndome, salió bien.

Seguí a James, que iba en cabeza.

Oía a la gente gritar, pero todo parecía tan lejano. Sólo existiamos los Merodeadores y yo.

Tus padres te van a matar.

Y ¿como no? mi conciencia estropeando mis momentos felices. Pero ni eso me importaba.

¿Me acabas de decir que no te importo?

Retiro lo dicho, sí me estropea un poco el momento.

Aterricé entre Frank y James.

—Déjame decirte que has estado espectacular.— me dijo Lysander dándome la mano.— Aunque, no mejor que yo, obviamente.

—Eres un idiota, pero gracias.

—En serio eso ha sido perfecto para ser tu primera vez con los cohetes.— aseguró Frankie.

—Bueno, en realidad, ya utilizaba cohetes muggles pero nada comparado con esto.

—Eso lo explica todo.

—¿Has pensado en jugar a Quidditch?

—¿Quidditch? Nah, solo he ido a un par de partidos, en los que Rose me ha obligado.

—Pues a partir de ahora vas a venir a todos. Yo estoy en el equipo.— dijo Fred sonriendo.

—Y yo.— intervino James.

—¿Estáis todos?¿Cuantos jugadores hay en total?

—Solo ellos dos. Frankie es un pato con la escoba, como has podido ver, a mí no me dejan por mis notas y a Lorcan no le gusta.

—Oye, yo no soy un pato. Solo me mareo un poquito si estoy volando demasiado tiempo.

—¡Chicos! A mi despacho, ahora.

Te lo dije

¡Oh no! Ahora llega la parte mala.

—Primero que todo, señor Scamander, espero que estudie más.

Tú entre magosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora