En la casita Madrigal se movían como de costumbre para tener la mesa lista.
Con Julieta y Agustín cocinando lo suficiente para la enorme cantidad de miembros en la familia y la invitada.
Desde que llegó a oídos de todos sobre el regreso al pueblo de la hija de los Guzmán y además, de su asistencia a la cena, comenzaron a hacer el esfuerzo de ser un poco más hospitalarios al momento de su llegada. La abuela Alma no tardó en mandar a todos sus nietos a alistarse debidamente para recibir visitas, aunque fueran breves y mínimas.
Isabela regulaba su respiración para dejar de sentir lo que ella llamaba nervios y que por una vez en todo el día, las plantas se estuvieran quietas en su lugar. Luisa llegó unos minutos antes y con prisa para cambiarse de ropa. Las nietas mayores se encargaron de poner la mesa. Dolores puede llegar a ser muy encimosa cuando se da cuenta de algo y el hecho de que mirara a Isabela con ojos saltones, no generaba un buen ambiente.
– ¿Sucede algo...?
– Tu corazón late como loco ¿Te sientes bien?
Dolores, como remedio para la aceleración cardíaca de su prima, deja entre sus dientes una arepa de su tía. Camilo se acerca al par, notando las raras actitudes que adoptaban.
– ¿Qué pasa, Isa? Uff sudas mucho ¿Hace calor? – y se transformaba en Isabela, exagerando movimientos para al final dejarse caer en una silla.
– ¿No tienes algo mejor que hacer? – reclama su hermana mientras lo codea –. Ve por los platos.
– Oh que va, ahorita mi tía Julieta los trae. Vamos, Dolores ¡Tenemos a una Isabela sudorosa y nerviosa! – regresa a su forma normal mientras pasa su mano por sus rizos.
– Que no estoy sudando, hombre.
– ¿Qué pasó, niña perfección, apareció un pajarito del amor?
– No es gracioso, Camilo, ve a molestar a Mirabel o a Toñito.
Chasquea la lengua y se encamina a la salida. Al parecer las mayores no estaban en condiciones para recibir bromas, cumpliendo lo ordenado, se dirige a molestar a su otra prima. Isabela va colocando un florero mientras escoge que planta crear.
Dolores aprovecha el momento para volver a acercarse a Isabela, la última intentaba no delatarse mucho.
– He escuchado ese ritmo acelerado unas cuantas veces – y aún sin recibir respuesta, continuó hablando – cuando mis papás están juntos, con un bonito arcoiris en la cabeza de mamá, claro.
La curiosa pareja que formaban Félix y Pepa. Una mujer temperamental y un hombre complaciente, tan enamorados y felices con el otro. La declaración no pasó por alto para Isabela, que ahora si mostró interés en las palabras de su prima.
– ¿Nervios?
La única explicación razonable, lógica para su cerebro, eran los nervios. Cosquilleo en el estómago, mente saturada y reacciones espontáneas. No se había sentido así antes y le asustaba pensar que se debía a cierta persona.
– Alegría.
¿Alegría?
¿Cómo podía ser alegría?
En su mente no dejó de procesar y procesar la afirmación, buscando y rebuscando una explicación lógica. Siempre llegando a la misma respuesta. Era muy pronto como para afirmar tales sentimientos.
Y si lo de antes no eran nervios, ahora si, ahora quería encerrarse en su habitación para no tener que llamar la atención de nadie; aunque la visita nocturna era muy tentadora como para perdersela.
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Cactus | Isabela Madrigal [Versión Extendida]
Fanfiction[Short-Story - Encanto] La versión original es un One-shot propio. A veces hay que abrazar un cactus. ¿Quien era tan tonto para hacer eso? Pues Isabela lo era y más. Pues no hay nada que te detenga una vez que los pinchazos dulces son lo que más...