Especial: San Valentín

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- ¡Dani, felíz día del-!

- Atrás.

- ¿Qué?

La morena regresa en sus pasos y se sienta en el borde de su cama colgante, viendo a su prometida atendiendo unas plantas al otro lado de la habitación, la ve con notoria indignación.

- ¿Po-Por qué me... Por qué me callas?

- Estas flores son mías, yo las cuido - limpia sus manos en el delantal que Julieta le había prestado especialmente para la jardinería que hacía dentro de la habitación de Isabela - y tu tienes magia, no dejaré que influyas en mis plantitas.

Durante semanas la trigueña se había empeñado en plantar flores en un lugar que le aseguraría su provechoso crecimiento: la habitación de su prometida. Con el afán de ser ella quien se encargue de las mismas, sin que Isabela intervenga en nada. Pensó que sería fácil, estaba tan acostumbrada a tratar únicamente con cactus y la sorpresa fue divertida cuando olvidó regarlas por varios días.

Cada mañana y tarde iba solamente a ver que nada le faltara a las plantas, siguiendo las instrucciones de un libro que Mirabel le prestó; recita en murmullos poemas de poemarios de su preferencia. Solo que ahora es interrumpida por su comida.

- Cariño, ¿te das cuenta que mi don son las flores? ¿No quieres que-?

- No, no, no, no, nada. No puedes acercarte a ellas o te sentirán y lo que sea que haga tu magia, las alborotará ¡Y crecerán!

- Ese girasol está muriendo.

- Por mi durará lo que tenga que durar - se aproxima a la cama, admira el labio saliente de la morena y ríe a su puchero -. Bonita flor, lejos de mi jardín o le digo a tu mamá.

- Cuando nos casemos, esas flores serán mías - aprisiona su muñeca, tira de ella.

- Esas flores estarán fuera del matrimonio - besa su mejilla.

La acompaña a sentarse en la orilla de la cama, cruza sus piernas y se deja caer en su regazo. Isabela continúa observando las amapolas vivas, el seco girasol y las crecientes rosas.

- No las veas, mis florecitas te van a ver - se cierne a su cintura para que le preste atención - tu ya tienes un montón, déjame esas.

No responde y ahora examina toda su habitación, ensimismada y viajando entre cada especie de planta en el lugar, mece la cama con las lianas que la sostienen, la luz se vuelve tenue cuando sus dedos acarician el rostro de su pareja y cada flor del lugar baila con suavidad al ritmo de los suspiros de su invocadora. Un ambiente más que conocido, el ambiente que genera Isabela en su tranquilidad.

Las piernas cruzadas de Daniela, ahora envuelven la cadera de Isabela y sus vientres chocan. Daniela se inclina al oído de su contraria temblante por un aliento caliente.

Un beso más que apasionado, en donde sus labios bailan sobre los otros, sus respiraciones son contenidas, la agitación las envuelve aún cuando caen deseosas en la cama.

- Feliz día del amor, mi amor.

No está de más reconocer el corazón espinado a mil que deja un escozor en su rostro rojizo. Las rosas pegan un brinco delatando su sentir.

- Tus flores y mis emociones... Todo crecerá, por Dios, revolotearán junto conmigo - dice con su vista clavada en la piel trigueña que parece llamarla a la tentación, tentación que disfruta en un entrecortado beso.

- Tus emociones revolucionarias son mis favoritas - devuelve el beso con más ganas que antes, retiene su desespero para pensar adecuadamente el destino que le esperaría a las flores por las que se esforzó tanto.

Al final son solo flores ¿No?

- Que se jodan las flores.

El ardiente momento continuó dejando un girasol renacido, rodeado de miles de rosas y amapolas destellantes.

El ferviente deseo las ahogó en un mar de emociones y sensaciones que creó mares de flores, candelabros de plantas colgantes. El viento se deslizó en las pieles desnudas que disfrutaron de su mágico momento. La pasión se sintió en el bosque arrinconado y la lujuria en las inocentes margaritas.

Besos mundanos acompañados de jadeos y murmuraciones. Se conocieron por completo y la felicidad podría alcanzar su excitación. Besos que fueron llevados a lugares no visitados, dedos que trazan mapas en lo moreno y costelaciones formadas por lunares lejanos. Obsesionadas con el calor húmedo envolvente, sin repudiar el sudor de las manos curiosas ni los labios sonrojados por apropiarse de cada centímetro que els fue concedido.

En la imensa habitación se sintieron pequeñas con la presencia de la otra, se deleitan con las vistas y los movimientos enloquecedores que las hacen sucumbir en un lago sin fondo de emoción.

¿Pinchazos? ¡Pinchazos! Pues eso nunca faltaría en sus vidas, hermosa y deliciosa sensación al ser tocadas por su amada.

Las acciones se definen con una como artista y la otra el lienzo, planetas que coinciden para alinearse en sus más profundos deseos y de sus labios salen las más curiosas expresiones que bien podrían ser poesía para sus oídos.

Fue hermoso, si, aunque los momentos incómodos (normales, por cierto) y las risas no se escondieron. Pero nada de eso les impidió disfrutar juntas en la cama colgante, rodeadas de un potente huracán de flores.

Definitivamente ese día no pusieron pie fuera de la habitación mágica.

- Felíz día del amor, mi vida.

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¡Holaaaa! No les mentiré, lo hice de último momento y quería probar una situación nueva con esta pareja, díganme si les gustó. Los quieroo <3

jksjs amo esta historia

Cactus | Isabela Madrigal [Versión Extendida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora