Capítulo 08

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Con todas sus fuerzas intentó hablar, expresarle todo lo que ha sentido y sus planes futuros.

De su boca quería dejar escapar cada sentimiento, cada sensación que su proximidad puede causarle, lo bien que siente los pinchazos en su piel cuando se rozan o los pinchazos de su corazón cuando revolotea de felicidad. Debía parecer tonta frente a la morena, la misma que la ve con temor de que la conversación tratara de algo negativo, si supiera que lo único que podría expresar hacia ella era cuan enamorada está.

Pero los ojos llorosos, algo hinchados, mejillas sonrojadas a la vez que mojadas y de colores apagados, no le permitieron ser egoísta.

- No puedo tomar este momento como mío - murmura a la morena, cerca pero manteniendo distancia -. No sé que haya ocurrido, sé que no es tu mejor momento ahora y no quiero agobiarte con nada. A pesar de la distancia de estos días, estaré para lo que ocupes. Quiero estar para ti.

Los ojitos brillantes de Isabela solo la tentaban ¿Pero como no maravillarse con ellos?

Aun cuando quiso evitar su confesión atropellada, la retención de sus sentimientos le era casi imposible cuando está tan acostumbrada a usar la poesía y el canto para expresarse.

Isabela quería escucharlo, su vanidoso corazón quería dar una voltereta de alegría en cuanto oyera las mágicas palabras que espera con ansias en esos largos segundos. Nada podría alegrarla más que unas palabras atropelladas llenas de sentimiento, con el esfuerzo de armar poesía verdadera. Los ojos revoltosos y labios temblorosos solo animaron a Isabela a querer escuchar más, delataron el nerviosismo generado por una belleza presente.

− Me gustas y mucho − suelta la morena tan rápido que le costó digerir cada sílaba que fue pronunciada como un siseo − ¡Dios! Por fin, que ligero.

Decirlo sin estorbos le fue gratificante, aunque sus sentimientos ya eran algo evidentes desde hace bastante tiempo.

- ¿Qué tan malo es que quiera un momento de egoísmo?

- ¿Egoísmo?

- Me muero por besarte.

Estando junto a los escombros de lo que fue la casita mágica de los Madrigal, el ambiente lúgubre y el sol a penas dejándose ver entre las nubes, la regresan a la triste realidad en la que estaban. No era el momento y se lo hizo saber, quería que sucediera ya que todo se solucionara.

Si para ella no era el momento apto, para Isabela fue el capricho que deseaba cumplir por sobre todas las cosas. Buscó consuelo en un rápido roce de labios que tomó desprevenida a Daniela, la trigueña soltó un jadeo de sorpresa que solo hizo a sus piernas temblar. La sonrisa típica de un niño travieso que se acaba de salir con la suya, si, como las de Camilo, esa sonrisa estaba increíblemente plasmada en los labios de Isabela, la misma que saborea el cosquilleo.

Un grito de Camilo, avisando de la llegada de la Madrigal desaparecida las regresa al ahora, al tiempo en que Isabela quería más.

- Y está solucionado - tira del cuello del vestido y con la otra mano aferrándola a su cintura. Un beso que al principio no fue lo mejor, pero que fue acomodándose con entusiasmo y ganas, con la leve incomodidad de sus narices presionadas, estuvieron a punto de apoyarse en una pared. La agresividad que presentó Isabela en el excitante momento, generó un ardor en su cuerpo, por más efímero que fuera -. Me tengo... Tengo que ir a-

- Te esperaré.

Cualquier angustia, rencor, enojo o tristeza que haya podido haber tenido, ese momento lo desapareció.

Al estarse aproximando a lo que era la entrada, Isabela disimuló su agitación y se aproximó a donde su hermana está reunida con la familia, no podía ver por ningún lado a su abuela, tampoco es que estuviera muy contenta con ella. Las hermosas emociones que pocas personas generan en ella, se van acumulando en ella.
Cada momento de ese día, le generó algo diferente, el asombro que demostró con la redención de su abuela y admitir los errores que cometió, esto quita un peso de sobre sus hombros. Aun en el melancólica momento familiar, no dejaba de pensar en lo que la esperaría después de todo, las ansias la carcomen y es notable, que su prima, hermanas y sorprendentemente su tío, lo notaban.

Cactus | Isabela Madrigal [Versión Extendida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora