Capitulo 04

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Muchos pensarían que después de tan amena velada, los encuentros serían frecuentes y formales.

Por lo menos eso esperaban Dolores y Mirabel cuando al siguiente día vieron a la nerviosa Daniela intentar acercarse a plena luz del día en la plaza, a Isabela, quien daba entretenimiento a los niños. Se llevaron mucha sorpresa cuando evadió con todas las excusas posibles a la muchacha: "Estoy ocupada", " En otro momento ", "Ahorita no".

Dolores tuvo que detener a Mirabel para que no fuera a gritarle a Isabela de hasta que se iba a morir.

Daniela comprendió perfectamente la distancia que Isabela deseaba tomar, por lo que no volvió a insistir ni ese ni los días siguientes, que fácilmente se convirtieron en semanas, las semanas perfectas y ajetreadas en que los Madrigal organizaban todo para la próxima celebración: cuando Antonio recibiría su don. Todos estaban nerviosos pues, las razones son claras.

La tensión aumentaba cada que Mirabel se cruzaba con Isabela, era normal verlas discutir y codearse, pero ¿Pelear y gritarse? Era lo que hacían todos los días, siempre perdiendo Mirabel. El coraje de la indiferencia fingida de su hermana, más el estrés y nervios del día especial de Toñito, todo eso mezclado, favorecían a la rápida irritación de las hermanas.

Luisa estaba harta de meterse a separar a sus hermanas, así que las dejaba insultarse todo lo que querían aunque no comprendiera por qué tanta molestia, a los pocos minutos se cansaban y volvían a lo suyo. Hasta Dolores había dejado de intervenir, incluso se había vuelto su entretenimiento, Camilo quería saber el chisme completo pero nadie le contaba.

– ¡Eres molesta! ¡¿Por qué tienes que ser así?!

– ¡Dejame en paz! ¡Por Dios, mujer!

Y a los adultos ya no les gustó para nada que hubieran tantos disturbios generados por las mismas dos Madrigal, que obligaron a ambas a resolver sus problemas.

Sentarlas de frente, con la presión de hablar y la amenaza de ser castigadas.

– No pienso hablar con ella – dijeron a la vez.

– ¡Ay niñas! Ni Pepa ha estado tan temperamental estos días, han superado espectativas.

– Si no se arreglan, pues tendrán que fingirlo, no estamos en tiempos de berrinches.

Las dejaron solas en el comedor, prohibiendo el paso a quien sea. Agradecían que no las hubieran obligado a abrazarse como cuando eran niñas o el típico: "Dile a tu hermana que la quieres y pídele perdón". Esos solo eran momentos bochornosos de la infancia que les gustaría borrar. Las peleas siempre eran entre ellas, Luisa fue más calmada en cuanto a ese tema, además, les ganaba en la fuerza.

Con la ceja alzada que Isabela siempre pone, Mirabel no tardó en explotar con la cara enrojecida del coraje.

– ¡¿Estás orgullosa?! Por lo que veo, te la has pasado brincando de alegría de aquí para allá.

– ¿Te importa?

– ¡Yo sé! Yo sé, algo pasó y tu no lo quieres decir, porque la señorita perfecta no nuestra nada que no sea correc-... Oh.

– ¿Oh?

– ¿Ustedes dos...? Ya sabes, se bes-

– ¡Mirabel! No te metas en mi vida, no es de tu incumbencia lo que haga o no haga.

– Pues me incumbe cuando veo que te comportas tan idiota con quien te ha tratado tan hermoso – se levanta de la silla y va rodeando la mesa –, te debería dar vergüenza.

«clap, clap» escuchan algo caer, pero no fue ahí dentro, aunque sonó muy cerca. El enojo las hizo pasarlo por alto.

– ¿Vergüenza? ¿Idiota? Si has sido tu quien me ha perseguido todos los días con el mismo cuento.

Cactus | Isabela Madrigal [Versión Extendida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora