La frase –con segundas intenciones– de Mirabel le alegraron la noche.
Fue empujada a seguirle el paso a la trigueña, quien reducía la velocidad, no tenía muchas ganas de llegar tan pronto a su casa si tenía tan buena companía.
– Nosotros iremos a... Algo como ¡Buscar a los burros!
Compañía que se iba.
Mirabel nunca fue tan buena improvisando, era terrible, una pésima mentirosa.
– ¿Burros? Pero si es noche y-
Y Dolores podrá saber de todo, pero no puede escuchar los ruegos mentales de Mirabel por que le siga el juego.
– ¡Burros! Camina, Dolores, apurate.
Le cubre los oídos y con una sonrisa dirigida al par que están por abandonar. Isabela respinga, no se esperaba la osadía de Dolores y Mirabel para dejarlas a su suerte con tan tonta excusa.
– ¿Seguimos?
Las orbes oscuras se cruzaron, con un inmeso destello en ellas que se asemeja a una llama ardiente, que sentían era su reflejo, pero si supieran que eran los sentimientos revelados de la otra.
Aunque sus labios hacían el esfuerzo por decir algo, algo llamativo y deslumbrante, sentía el miedo de exponerse al ridículo por esperanzas rotas, un comportamiento absurdo no lo toleraría. Aunque se retorciera por una mínima nuestra de afecto, por más fugaz e insignificante que fuera ¿Valdría la pena atreverse a tal acto si podría terminar envolviendose en el peor de los sufrimiento? ¿Puede ser tan osada al declarar una simple caricia como algo insignificante? Por más que declarara desear una caricia, ella anhelaba más en el fondo ¿Quien no se regocija al obtener un abrazo amoroso o un beso deseoso? Todo ese deseo se va acumulando e intensificando dentro de ella, como fuertes pinchos que ruegan por salir, cirniendose en su cálida piel y sensible corazón.
– ¿Isabela?
Las emociones, sentimientos y sensaciones que la trigueña pudiera llegar a sentir eran tan semejantes a la vigorosa potencia que la morena manejaba. A pesar de mostrarse más atrevida y confiada, sus intenciones no iban más a allá que permanecer esa noche tan cerca de la dama a su lado como le fuera posible. La suavidad de las palabras y actuar de Isabela eran tan dóciles para sus sentidos, en donde procura aprovechar cada segundo en el que su mente no deje de buscar señales y su corazón no deje de buscar esperanzas. Pues solo espera un permiso, el consenso anhelado.
Fuera de cualquier lozano sentimiento, detectaba un aire despreocupado y liberado por parte de Isabela en el que los hombros caídos se ven acompañados de una ligera encorvacion y pasos disparejos.
Esa noche no tenía tanto tiempo de pensar en escrutados comentarios ni hacer el esfuerzo de que suenen espontáneos. Aunque el que estaba por decir cumpliera con lo que buscaba.
– Hoy te ves diferente.
Como de costumbre, las flores brotaron en su cabello –curiosamente de varios colores– y por todo su vestido. Las palmas y árboles rebozaron en su lugar, apagando cualquier luz que pueda rebelar su lugar.
Cualquier prejuicio que hubiera pasado por mente de alguna, se vio esfumado.
– Hoy te ves más hermosa, la... – sus traicioneros ojos bajaron tentadoramente – La mejor sonrisa en labios.
Con naciente atrevimiento toma su mano.
– Me gusta estar así, contigo, porque todo lo que se relaciona a ti, me ha de emocionar siempre.
La poesía, las rebuscadas frases y seductoras palabras eran algo que cualquiera de la familia Guzmán podía decir con facilidad y hacerlo sonar tan embellecido. Voces arrullantes que se pegan a lo meloso sin incomodarte.
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Cactus | Isabela Madrigal [Versión Extendida]
Fanfiction[Short-Story - Encanto] La versión original es un One-shot propio. A veces hay que abrazar un cactus. ¿Quien era tan tonto para hacer eso? Pues Isabela lo era y más. Pues no hay nada que te detenga una vez que los pinchazos dulces son lo que más...