Capítulo 07

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- ¡¿Yo egoísta?! ¡Se me ha exigido ser perfecta durante toda mi vida!

Su enojo se descarga en su hermana menor, quien pedía un abrazo apresuradamente.

- Y lo único que has hecho ¡Es empeorar todo!

- ¡Yo nunca empeoré nada! Todavía te puedes casar con tu noviecito.

- ¡Yo jamás quize casarme con él! ¡Solo lo hacía por la familia!

Y surgió.

Un único y precioso cactus, con flores hermosas.

- Oh Isa, esto es serio, hermanita... ¿Es por Daniela? ¿Sabes qué? Dame un abrazo.

Aún cuando prefirió ignorar la voz que pide un abrazo con fingidas disculpas y vergonzosos ruegos, se inclinó apreciando la bella planta que crece al toque.

- ... Y sabes que Daniela si ha estado triste, eso dice Dolores cada día, pero siempre remarcamos tu idiotez y bueno, al final del día Luisa siempre va a darle un abrazo ¡Abrazo! ¿No quieres uno? Siempre han dicho que los abrazos son un buen remedio para... ¿Mal humor? Como sea, nosotras estamos más malhumoradas por todo lo que no has hecho ¡Como declarartele! Primero, ignora todo lo de la propuesta de esta tarde y la nariz aplastada de Mariano, te aviso que Daniela no se enojó por eso y- ¡¿Dejarás de ver el cactus, mujer?!

- ¿Quien sabrá? Si es inspiración...

Mientras se mueve por la habitación, con los cambios en las flores y su hermana siguiendola. Sintió todo. Sintió cada cosa que reprimió durante las últimas semanas y salieron a flote sus pensamientos y sentimientos, la vulnerabilidad que presentó a su hermana menor fue lo que le devolvió su razón de existir.

El vestido arruinado, que si sintió lástima por él, era bonito, en fin, sirvió de recuerdo sobre su liberación. Una liberación en una tarde en Colombia, con el sol yendo al ocaso, un fresco viento natural que abraza al encanto protegido por una vela mágica que resplandece con la felicidad y amor de las hermanas bendecidas.

Los colores que pudieron haber adornado su cuerpo entero, los colores que la envolvieron como manta protectora y que ya estaban casi impregnados en ella. Esos colores, la representaron y embellecieron. Colores naturales que brotaron de flores, de las que se sintió orgullo de crear, mismas flores que la acompañaron a bailar y cantar de emoción. Todo temor, susto y prejuicio desapareció en el abrazo con su hermana. ¿El milagro? No la juzgaría ¿Su familia? La ama ¿La abuela? La abuela asumía y juzgaba incorrectamente desde el pueblo. La mujer que dice amarla, es la misma que reprocha el comportamiento descuidado y la "mala influencia" de la menor en la mayor. Alma es la única que juzga, sin darse cuenta que junto a ella está una muchacha trigueña que sonríe en grande -además de las risas por ver a otra flor golpear a su hermano en donde mismo-, aprobatoria y agradecida. Daniela siempre estaría emocionada de ver a Isabela, aunque fuera de lejos; Daniela muestra más civilización que la abuela que arde en cólera.

El sentimiento de orgullo se acunó en su pecho, a pesar de los gritos hirientes que Alma suelta a Mirabel, quien intenta defenderse. La pena la inundó cuando las flores se comienzan a marchitar, los colores se apagan y no hay pinchazos, solo una torturante suavidad. La pena continuó ahogandola cuando usaba lo último de su poder para alcanzar a su hermana de salvar al encanto.

Las emociones se agolpan en su pecho: coraje, miedo, tristeza, preocupación, estrés. No encontró el orgullo que pensó sentir, no encontró los colores entre los escombros, ni al cactus en los restos. No se encontró a si misma, ni cuando miró con reproche a la anciana.

- Fue una flor, Mariano ¡¿Como es que sangraste?!

- Daniela, no le grites a tu hermano, que ya mucho ha sufrido hoy.

Cactus | Isabela Madrigal [Versión Extendida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora