Algo muy distinto a lo que pedía en su mente el muchacho que desde su captura había tenido que aguantar los vejámenes del Alpha que parecía en cada nuevo encuentro desfogar no sólo su ira sino también su impotencia por no saber quien filtró la información de su "perfecto" plan, haciéndole fracasar y evitando que obtuviese lo que quería.
El Omega salió de la ducha. Tenía el tiempo justo para averiguar cómo escapar de allí, según sus cuentas tenía cinco días encerrado en ese lugar y su rutina consistía en bañarse, comer y atender a su captor o a quien se le ocurriese llevarle para humillarlo lo suficiente para quebrar su conciencia.
Terminó de secar su cabello para iniciar con el resto del acicalamiento. El espejo de cuerpo completo le permitió ver su brumoso reflejo por el vapor desprendido del agua caliente. Se colocó la ropa interior y la camisilla. Limpió el cristal para ver su cara y comenzar la rutina de belleza como se burlaba ese animal que abusaba de él, y al que ni siquiera había preguntado su nombre.
Si lo viera en ese instante, estaría totalmente de acuerdo con que la necesitaba. Las marcadas ojeras de las noches de mal dormir y poco comer porque su cuerpo no le permitía mantener el alimento en el estómago, le estaban pasando la cuenta. Había bajado de peso, pronto se notarían sus huesos al punto de parecer un cadáver forrado en piel, desearía que la Maute llegase por él y acabara ese suplicio. Igual, era un prostituto, así que su fallecimiento no sería sino un número menos en la población de Majestic.
Se quedó observando su imagen y la de Decius Vinice se apareció frente a él. El Delta no lo reconoció, y no era para menos, se habían visto hacía tantos años, y fue sólo por unos minutos que en su mente de niño convirtieron la imagen en la aparición más hermosa del mundo, y en un sueño que nunca se concretaría, más ahora que las marcas de su oficio se mostraban ensuciándolo.
Se limpió las pocas lágrimas que alcanzaron a escaparse de sus ojos miel, y volvió a verse en el espejo como si no se reconociera, desde que las visiones regresaron comenzaron los sueños; pero en los últimos días despertaba con la sensación de vacío y soledad que la pérdida de alguien amado dejaba.
Mai se lo había dicho, muy pocos lobos nacían con el don que poseía, eso lo hacía especial y ponía en riesgo su vida, por eso la hembra que lo parió trató de esconder su existencia, ya era suficiente riesgo que fuese un Omega para también tener la capacidad de ver el pasado. Al menos esa cualidad era con quien él permitiera, porque no tenía ninguna intención de saber de la vida del Alpha que lo capturó y humilló en esos días.
Lavó su rostro regresando al espejo, detrás suyo unos ojos carmín aparecieron, el cálido aliento en su oído susurró un nombre... Daidai...volteó de inmediato... estaba solo.
Suspiró masajeando su frente, la puerta de la habitación se abrió y con esta el olor nauseabundo del Alpha, acompañado de alguien más, su nombre sonó con asco en la boca del lobo, sin más oportunidad, tomó fuerza para colocarse el sayo que era lo único que se le permitía llevar.
Salió, hubiese preferido seguir con el reflejo. Allí estaban los ojos que segundos atrás se aparecieron en el espejo.
—Saluda a tu nuevo dueño, Lord Ioka Talofa.
El Omega se inclinó frente al Upiro, sin embargo, la afirmación de que era su nuevo dueño le dejó en claro que se marcharía de ese lugar para terminar sus días lejos de las tierras de Turmeni.
Veinte minutos después, debidamente arreglado, el Lord le pasaba al ojimiel una taza de café con unos pastelillos de almendras y arándanos. Por educación más que por hambre, el Omega probó los alimentos con pequeños mordiscos similares a los de ratones intentando percatarse de que no contenían veneno.
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Pacto de Sangre - Serie Hombres Lobo I
De TodoCici fue entregado por sus padres a los cinco años a los Deum, los hombres lobo al servicio del rey de Turmeni para ser criado como un soldado, un cazador de los ayudantes del demonio, los Upir. A sus veinticinco años cuando la aldea en la que creci...