chapter twenty-four

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Amelie Pov

-Mientes... es imposible que mi sangre sea la cura — el empezó a negar una y otra vez.

-Amelie, los demás sólo necesitan una transfusión de tu sangre. Exactamente una bolsa, y ya eres inmune al virus — empecé a negar.

-¿Quieres probarlo? — el estiró su brazo en el momento que un caminante se acercó.

-Tan solo deja que me muerda y lo matas — yo hice lo que el hizo.

(....)

Yo estaba atónita.

-Es imposible.... tu... tu deberías estar convertido en uno de ellos — mi expresión era de terror.

No era posible. Yo no podía ser la cura.

-Estás mintiendo. Porque si fuera así todos estarían tras de mi — en estos momentos me estaba entrando la preocupación.

Si alguien sabía que yo era la cura, estaba en peligro.

-¿Alguien más sabe esto? — el asintió a lo que yo palidecí.

-¿Quien? — el empezó a reír.

-Estoy a punto de morir Amelie, y tú crees que yo te diré quien lo sabe. Desde ahora estás sola y por tu cuenta — yo empecé a reír.

-Siempre he estado sola y por mi cuenta, así que no te equivoques — volví a apuntarle con mi arma.

Quería matarlo de un disparo a la cabeza, pero no podía. Tenía que pagarle con la misma moneda.

-¡Ponte de rodillas! — grite a lo que el no hizo caso a mi orden — ¡Ya! — lentamente el lo hizo.

Corte un pedazo de ropa y con eso le amarre las manos.

-Te matare de la misma forma en la que lo hiciste con mi papá y..... realmente espero que te pudras en el infierno. Espero que nunca te reencuentres con Penny, y en lugar de eso te encuentres con la mujer que fue mi mamá, y que cada día en el que veas su cara sea una tortura para ti y un recuerdo de que ella te fue infiel, porque nunca pudiste ser suficiente para ella — las palabras que salían de mi boca con tanta facilidad.

Sin pensarlo dos veces decapite al Gobernador. Siempre pensé que al matarlo, me sentiría mejor, pero no. Estaba equivocada, matarlo no me hizo sentirme mejor conmigo misma.

En estos momentos solo quería morir, pero no podía hacerlo, no después de saber algo tan importante como lo que él me dijo.

Tenía que incinerar su cuerpo, o dejar que los caminantes se lo comieran. Ya que no podía dejar ni un rastro de sangre de el, porque así como yo era la cura, el también lo era.

Estaba arrastrando el cuerpo del Gobernador, cuando veo a Leah pasmada mirando todo.

Al instante en el que ella sale de ese trance se asusta, y no la culpo... porque si estuviera en su lugar yo igual me asustaría.

Suelto el cuerpo del Gobernador y rápidamente la pongo contra la cerca.

Necesitaba saber hace cuanto tiempo se encontraba parada ahí y que había visto o escuchado. Porque si ella se enteraba de que yo era la cura, estaba en peligro.

Y si es que ya no sabía.

-Y-yo... solo vi cuando lo mataste — estaba muy nerviosa, y todos sabemos que los signos de nervios no son por nada.

the light of darkness | carl grimes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora