[ Encarar a la Muerte ]Se ha cruzado con la Muerte en el pasado. Es un hecho del que está segura, incluso si no puede explicar cómo o por qué. La presencia de la Muerte se ha perdido fácilmente en sus recuerdos, y sin embargo, algo en ella todavía le asegura que no es la primera vez que se aparece frente a ella.
Recuerda haberse cruzado con la Vida, en su forma medio corpórea. Andando por los terrenos del cielo, la Vida había sido tan ajena a ese lugar. Sólo yendo y viniendo, haciendo su trabajo, siendo una energía pura que raramente se veía en cualquier rincón del cielo. La Muerte, aunque similar, era aún más extraño cruzársela en los caminos del cielo, se pasa el tiempo organizando el final de la vida mortal, decidiendo el proceso de llevarse las almas. Se había establecido donde los cuerpos frágiles residían y lo demás estuviese todo de paso.
El ángel no se había cruzado con ella en ninguno de los cielos, las historias dicen que a la Muerte no le agradan. Cada una de las almas que residen ahí han sido llevadas por ella.
Cuando mira a la Muerte delante suyo, las sombras se enroscan a su alrededor. Hay ángeles que no son brillantes en la claridad de la luz, la Muerte se les parece bastante, y hay una razón para esas similitudes.
Encontrarse a la Muerte en su consciencia es más un alivio que algo que pueda llegar a aterrarla. Ella es un ángel, y la Muerte, que es un tormento para los mortales, no podría tocarla de la misma manera en que tocó a la verdadera Cleopatra Malfoy.
—Has intervenido en mi trabajo —es lo primero que le dice, su voz suave y perturbadora—, sabes lo que significa.
El ángel escanea su entorno, admirando el campo limpio y la noche eterna formándose sobre ella. La visión le rasga la mente, casi como si estuviera diciéndose a sí misma: "he estado aquí".
Pero ella no recuerda estas estrellas, al menos no al principio, no de golpe. Como todo, toma tiempo.
En el verdadero cielo las estrellas son hermosas de ver, pero en este es como ver a través de ellas, desde el lado opuesto, encima y no debajo, son doblemente brillantes, pero no se ven así en verdad.
No es real, desde luego, ella está flotando en la nada.
Tanto la oscuridad como la luz tienen bordes.—No ha sido a causa mía —le asegura a la Muerte, aunque no teme de ninguna posible represalia—, viene de un mandato superior a ti y a mi, querida hermana.
La Muerte, acorralada detrás de la palabra "hermana", la observa en silencio.
¿Cuando fue la última vez alguien le llamó de esa manera? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que la mayoría olvidó que ella también fue una vez un ángel?
Se ha oscurecido, y su propia alma, después de tanto tiempo transportando almas al cielo o al infierno; se ha fracturado. Sin embargo, la Muerte no posee maldad, no hace daño alguno, sólo es la muerte, es la noción más no el proveedor. Los mortales, en cambio, mueren como resultado de sus actos, estando tan acostumbrados a condenarse unos a otros.
Su hermana sonríe por debajo de su manto oscuro. Es una entidad vestida completamente en negro, y las estrellas, brillantes como son a su alrededor, no llegan hasta ella.
La Muerte se presenta de diferentes formas para cada individuo que se cruza en su camino. Algunos verían a alguien que extrañan con todo su ser, a alguien que aman, podrían incluso ver a alguien que ni siquiera llegaron a conocer en vida, de vez en cuando se presenta en seres espeluznantes ante los mortales.