[ Su jardín perdido ]Los jardines de la Mansión Malfoy le recuerdan a la belleza marchita. Puede percibir su potencial enraizado en las posturas de los árboles y las enredaderas de los muros, pero todo potencial se mantiene opaco, a raya, como si dejar que la vida florezca fuera un pecado.
Los días pasan con lentitud y se siente cada vez más impotente ante el tiempo poco apresurado, pero hay una voz en su cabeza que le mantiene en calma mientras observa la vida tomar su curso. Es su propia voz, se da cuenta, no le pertenece a nadie más. Incluso si sus hermanos y hermanas la observan en este preciso momento, ellos no podrán salvarla. Su guía se basa en sí misma, en sus memorias que regresan, y cuando sea necesario: podría llegar el momento en que se encontrara bajo en el consejo de su padre. Mientras tanto ella se sirve de lo que ha acumulado a lo largo de los años, en su segundo tramo de memoria, mientras los recuerdos del primer tramo llegan.
Tiene que admitir que parte de adaptarse a este cuerpo y esta vida se debe al nombre y apellido que vienen con él. Encuentra algo de placer en saber que pertenece a una familia que sostiene cierta relevancia y estatus en el Mundo Mágico. Lo que encuentra despreciable es la manera en cómo lograron eso.
Cleopatra había sido el Ángel Guardián de un mago durante la Primera y Segunda Guerra Mágica. Aún cuando él no tuvo tanta relevancia durante ambas guerras y había sido un hombre un poco hipócrita y engañoso, no había sido el peor de los hombres; tuvo una dignidad y orgullo en él que le permitió hacer su labor. Cleopatra lo hizo lo mejor que pudo con el mago, pero su destino estaba lejos de ser ñ el que ella hubiese deseado para el mago. Él había pertenecido al bando contrario de los Malfoy, demasiado sencillo y apenas notable en comparación de otros magos tanto del bando vencedor como del perdedor, su nombre se ha esfumado para la mayoría de los magos y brujas, y mientras que los héroes de grandes sacrificios permanecen vivos en memoria, él no lo hace.
Cleopatra está destinada a recordarlo.
La memoria de él se siente más fresca cuando se pasea por los jardines de la Mansión Malfoy, en los momentos en los que se adentra en su interior oscuro y desliza un poco de luz sobre las superficies frías e olvidadas. Como un fantasma que camina detrás de ella, lo visualiza en la lejanía, aborreciendo la situación del ser divino encargado de cuidarlo alguna vez. Porque ahora Cleopatra pertenece a un familia que había servido a la causa que lo asesinó.
Pero él era no más que un hombre, al final del día, bajo su guardia, sí, pero un hombre y un mortal cuya vida ya ha expirado. Los gritos que puedan seguir su muerte se han roto como hierro oxidado. Ella los desvía tanto como puede. No puede lamentar la muerte de todos esos mortales que han estado bajo su ala, de hacerlo habría de condenarse a la miseria eterna, y lamentarse no está en los deberes de ningún ángel.
A pesar del recuerdo de su muerte y las acciones pasadas de muchas generaciones de Malfoy: Cleopatra agradece terminar en esta familia, sin duda alguna, incluso con la desventaja "moral" que viene con ello.
La moral es una cosa dulce, incluso esperanzadora, pero ha sido creada por los hombres, por lo que está destinada a quebrantarse más que a perdurar y, sobre todo: es defectuosa. Hecha por y para el hombre, apreciada por unos pocos elegidos y un gran número de personas con falsa lealtad. Es una espada de doble filo que, al tiempo que libera a algunas personas, aprisiona a otras, las deja indefensas y las condena según lo determinado por los propios hombres.
Esa misma moral ahora parece pender sobre ella, como un humo que intenta aprisionarla contra una pared y encerrarla entre otras más, formadas del mismo desdén y sospechas intrigantes, destinada a acabar con ella, se supone que debe llegar profundo en sus pensamientos; al menos eso le había advertido Narcissa Malfoy, que hablaba con un pesar expertamente disimulado por la confianza.