[ Los bosques y las estrellas ]Siempre hay una razón por la cuál las cosas terminan saliendo terriblemente mal. Sabe que en el futuro podrá recapitular su vida y decir que actuó estúpidamente valiente en este momento, todo lo contrario a lo que siempre se le señaló que es y todo lo contrario de cómo él mismo se ha descrito a sí mismo, si alguna vez lo ha hecho. Pero incluso entonces, espera que también haya una razón para saber que hizo lo correcto: que está haciendo lo correcto ahora mismo, porque él sabe, no hay manera en el mundo en que pueda arrepentirse de haberse adentrado en el bosque esta tarde si las consecuencias de no hacerlo son mucho peores.
Habría pasado del bosque hoy, y cualquier otro día también, si no fuese por la extraña ausencia de Dominique. Albus la había buscado en los alrededores de la Madriguera, pero ella nunca estuvo ahí para responder ninguno de sus llamados. La mayoría de sus primos se fueron al Callejón Diagon, y Dominique los habría seguido felizmente si no hubiera sido castigada por sus padres desde hace un par de días, viéndose obligada a quedarse atrás con Albus, Rose y Scorpius, los cuatro al cuidado de la abuela Molly, para el gran descontento de su prima.
Dominique, como era de esperarse, prefirió treparse en su escoba y volar al azar en los alrededores del jardín, mientras el resto de ellos se quedaron en el interior de la casa. Albus la había visto dando vueltas por la ventana un par de veces, incluso le escuchó maldecir en varias ocasiones, así que cuando notó el completo silencio, Albus supo de inmediato que algo andaba mal.
Cuando Albus señaló lo extraño en todo el asunto, Nana Molly había decidido buscarla en el interior de la Madriguera y les había pedido que hicieran lo mismo.
Los años habían convertido el hogar de los Weasley en una montaña de numerosas habitaciones acumuladas, la estructura funcionando únicamente por la magia empleada al alzar otros pisos cada vez que otro nieto nacía y el espacio volvía a agotarse. A pesar de su tamaño, Albus supo que su prima no estaba dentro.
Sus ojos, en su lugar, miraron en dirección al bosque.
Es difícil, incluso para él, describir cómo ha terminado aquí sin la supervisión de un adulto y plenamente consciente de que no puede hacer magia (legalmente) fuera de Hogwarts. Apenas cumplirá catorce años en unos días. Ha actuado basándose puramente en el pánico que sintió en el momento en que notó la desaparición de su prima, cuando llamarla no fue suficiente y buscarla en la casa se volvió inútil. Eso le había hecho avanzar, y por eso estaba haciendo esto.
El bosque orquesta una pesadilla ante él.
Había visitado muchas veces en su corta vida aquella casa que está justo en el centro de todo, pero las afueras de Devon nunca han sido más espeluznantes que en este momento. A medida que se adentra en el bosque, nota cómo la luz se atenúa (no a causa del atardecer que comienza a llenar el horizonte, sino de algo más), el verde se oscurece y la brisa le deja un sabor agrío en la boca. Algo inusual está sucediendo en el bosque, algo que rápidamente le ha convertido en una pesadilla. Aunque en realidad no conoce este bosque como la palma de su mano, Albus nunca se ha sentido tan poco familiarizado con él como ahora. Se siente como un intruso: viendo un montón de huecos extraños en los árboles, trazos en la tierra, escuchando un montón de sonidos que no estaban allí antes.
Pronto necesita de la luz de su varita para averiguar hacia donde debe ir, es una maniobra arriesgada, aunque sólo se trata de un Lumos, sabe que la mera acción de hacer magia le traerá un par de líos, pero ninguno tan grave, espera.
Aún cuando sabe que el sol no ha terminado de ocultarse, la profundidad del bosque siembra oscuridad y se vuelve inútil para sus ojos buscar el consuelo del sol. Ni siquiera está seguro de que es lo que le guía, puede sentir el palpitar de sus oídos, cada vez más fuerte, también está el latido de un corazón que no es el suyo. Presente e inmutable. Es lo que lo atrajo hasta aquí.